EL MAESTRO DE LA TUNICA BLANCA
“Después de estas cosas tuve una visión, y vi una puerta abierta
en el cielo, y la voz aquella primera que había oído como de
trompeta, hablaba y, me decía: sube acá y te mostrare las
cosas que han de suceder después de estas
(Apocalipsis 4,1)
Fuimos caminando con Mardorx a las afueras de la ciudad, guiados en todo momento por la blanca canepla que se mantenía siempre a una distancia constante de nosotros. Íbamos por un camino ancho y empedrado que cruzaba la ciudad de un extremo a otro, acercándonos al pie de unos cerros no muy altos y alejándonos del grueso de los edificios, que sabemos por lo que nos han dicho, que se extienden a gran profundidad en el subsuelo. En el firmamento, aparecía ocupando gran parte del horizonte, el gigantesco y colo¬rido planeta Júpiter. Mientras que al bajar la mirada, para ver por dónde iba, pude observar cómo se destacaba allí cerca, y delante de nosotros, una impresionante cúpula de un color blanco azulino, con destellos brillantes. Tenía en su parte superior lo que parecía ser el símbolo de una estrella de seis puntas. Era este edificio la sede transitoria de los 24 Ancianos o Consejo de la Galaxia, lugar al que había llegado en algunas otras ocasiones a través de los pasos interdimensionales. Recuerdo muy especialmente la de 1974, cuando varios de nosotros llegamos a estar delante mismo del Consejo, a través de un Xendra Gimbra.
La vereda terminaba en una rampa que ascendía hacia una inmensa y espectacular puerta, la cual se abrió a nuestro paso. Dentro, el colorido era alucinante. Había cantidad de salas y corredores que se multiplicaban y abrían en todas direcciones, pero el común denominador era la poca presencia de muebles. Seguimos nuestro camino hacia la derecha, y luego, más adelante, tomamos el lado izquierdo donde encontramos una rampa que ascendía formando una curva, con un pequeño escalón que se intercalaba cada tanto. Por ese lugar subimos hasta un salón donde había esculturas de metal, muchas de ellas representando mundos, sistemas y toda clase de estructuras estelares.
La esferita se nos había adelantado y se había ido al fondo de la estancia, donde apareció un hombre de cabello oscuro, vestido de blanco. De pronto, este personaje se detuvo a comunicarse con la canepla, y luego lo hizo con el guía, quien también avanzó ligero hasta ubicarse delante de él. Yo quedé rezagado y a la distancia, quizás a la espera de la autorización para acercarme. De pronto, aquella persona alzó su brazo y su mano, llamándome con voz fuerte y melodiosa.
— ¡Acércate, querido amigo!...
Me fui aproximando hasta quedar delante de esta persona de mediana edad, delgada pero a la vez fuerte y un poco más alta que yo. Tenía él un aura de sabiduría antigua, iba vestido con una túnica larga y suelta. Su pelo como lo había percibido a la distancia, era largo y oscuro, con una raya en el medio, poderosas entradas y frente amplia. Su tez lucía tostada, como la de los árabes actuales, con bigotes y barba tupida, partida en el medio, así como redondeada a los lados y en las puntas.
Ese rostro me resultaba familiar... mientras mi cuerpo se estremecía en su presencia.
— ¡Discúlpame Maestro! —me apresuré a decir sin poder ocultar la emoción, pero ¿eres quien creo que eres?...
— ¿Qué dice tu corazón?
— ¡Pues, mi corazón está a punto de estallar! —repliqué tartamudeando.
— No estás equivocado, y como ves, aún conservo las huellas de mi última estancia en la Tierra. Dijo esto y me mostró sus manos. Al extenderlas, se retrajeron las mangas de su túnica dejándome ver unas terribles cicatrices de un color rosado anaranjado, como si fuesen ampollas de quemaduras más que huecos de clavos, ubicadas a la altura de las muñecas.
En ese instante, lo único que se me ocurrió hacer fue acercar temblorosamente mi mano derecha a la suya, y tocar con mis dedos su palma, la cual era dura y áspera pero muy cálida. De inmediato la retiré, porque entonces Él empezó a hablar.
— /Valió la pena... —dijo, esbozando una sonrisa.
Su comentario produjo un lapso en mí. Me quedé en un profundo silencio y hasta pensativo. ¡No lo podía creer!... ¡Estaba delante del Maestro!... En 1987, durante mi tercer ingreso físico en una nave extraterrestre, cuando por primera vez los acompañaba físicamente en una nave a Morlen (Ganimedes), llegué a una de las ciudades de este satélite. Esa urbe era llamada “Confraternidad”, vivían alrededor de 12,000 personas de origen terrestre que fueron extraídas de nuestro mundo, en los últimos 300 años, rescatadas por los extraterrestres de lugares como el “Triángulo de las Bermudas” o el “Triángulo del Dragón” en el Pacifico, donde se abren cada cierto tiempo y por determinadas condiciones, puertas interdimensionales. Son Umbrales naturales que atrapan todo tipo de objetos metálicos, junto con sus tripulaciones. Allí estaban siendo preparadas para ser devueltas en pequeños grupos a nuestro mundo, a partir de Agosto de ese mismo año, para infiltrarse en nuestra sociedad y ayudar de esa manera a acelerar el gran cambio. También me dijeron en esa ocasión que ese año, según nuestro calendario, estaba regresando el Maestro a nuestra Galaxia, y específicamente a Morlen, con el fin de supervisar el proceso de la humanidad de la Tierra.
Todo ello se me vino a la cabeza, como una multitud de imágenes y recuerdos que atiborraban mi memoria. Cuando reaccioné dije:
— Perdón, no entendí. ¿Qué fue lo que valió la pena? —pregunté, sin recuperarme aún de la impresión.
— El darlo todo por amor en una existencia, porque con tal esfuerzo hoy el camino es más claro, abierto y accesible a todos.
— ¿Pero fue en una o en varias? —inquirí, quizás con in¬solente curiosidad.
— ¡La última fue la mejor aunque resultó la más dura!
Su respuesta fue un bálsamo para mí, porque la había dado con un especial sentido del humor. Había en Él una cordialidad tan especial y maravillosa, que sinceramente no me sentía digno de estar allí. Y hasta me avergoncé de haberlo tratado tan familiarmente y de haber indagado.
Él se dio cuenta de mi conflicto de emociones y pensamientos, y entonces, como dándome una mano espiritual me hizo una pregunta.
— ¿Qué te aflige mi amigo?
— ¡A tu lado me siento bien, y pareciera que nada importa, Señor! Pero en el mundo las cosas están difíciles... respondí sin poder evitar una cuota de desaliento. Sentía que podía desahogarme en Él.
— Es una etapa difícil, es cierto ¡pero en la medida en que haya más gente entregada al servicio a los demás habrá más esperanza y amor en el mundo!, ¡eso es lo que cuenta!
— ¿Y para qué, Maestro? ¿En qué consistió realmente tu misión?... Durante estos años hemos escuchado muchas cosas de Ti, pero resultan incompletas repliqué atropellando con mis pensamientos y mis preguntas desordenadas.
— Hubo un momento en que había que crear esa esperanza de la que te hablé. Se había llegado a una situación crítica en que parecía inviable construir un puente de luz de unión entre los tiempos y los universos. Había muchos seres que trataban de asegurar la supervivencia de la humanidad, y el cumplimiento de su labor, ayudando al ser humano a descubrir las expectativas cósmicas que pesan sobre él, pero la labor del acechador había sido muy grande, neutralizando este proceso de despertar y darse cuenta.
No faltaron quienes hasta llegaron a dudar de que la humanidad lo lograra... Entonces, ¡yo me ofrecí para intentarlo! ¡Vine a unir las orillas! y a acercarlo que estaba alejado! ¡Pedí la oportunidad para tratar de vivir el amor hasta las últimas consecuencias y dar esperanza, poniendo lo mejor de mí al servicio del Plan!... Pero sin el apoyo del Padre, no hubiese podido...
En verdad te digo: vine a recordar qué es lo que se espera de nosotros y a aprender y enseñar el cómo, para que se haga, o por lo menos se intente...
— Tus palabras recogen muchos de los pensamientos que los Guías nos han transmitido en todo este tiempo. ¿Por qué es así?
— Ellos también están aprendiendo a ser buenos discípulos...
Observé en ese momento que, al hacer su último comentario, el Maestro dirigió una mirada benevolente y una sonrisa cariñosa hacia Mardorx.
— ¿Y cómo entonces? ¿Cómo podemos acercar lo que estaba distante? —volví a preguntar, retomando sus palabras.
— ¿Recuerdas cómo durante mi vida puse énfasis en las curaciones? Pues de eso se trata. Hay que sanar el alma de la humanidad a través del “amor en el perdón”... Mi misión fue enseñar que el amor es la fuerza más poderosa del universo, capaz de abrir impenetrables muros y enlazar abismos insondables; y que sí es posible vivir para amar, morir por amor y...
— ¿Resucitar en el amor...? contribuí casi sin darme cuenta por seguir cada palabra de su hermosa enseñanza.
—En verdad así es, y la humanidad va a ser requerida en un gran esfuerzo de amor cuando sepa su naturaleza y origen. Allí va a tener que ser capaz de perdonar mucho, tanto a aquellos que permitieron que vinieran de afuera otros con actitudes equivocadas, como a los acechadores y a quienes estuvieron a su servicio saboteando el proceso. Pero si antes no se ha ejercitado ese “perdón” en lo diario y cotidiano, en lo prioritario y más cercano, fracasará la misión colectiva.
— ¡Entonces se confundió Tu mensaje! No entendieron lo que dijiste, ni lo que hiciste. Al final no valoraron la importancia del perdón como medio transformador, y por el contrario, creyeron que Tú ya lo habías hecho todo, y que bastaba con tenerte fe...
Cuán necesaria es en esta época la reconciliación de los seres humanos consigo mismos y con los demás. Pensaba para mis adentros... ¿Pero qué estaba diciendo yo? ¿Cómo podía ser que estuviese allí viviendo esa experiencia y dirigiéndome al Maestro de una forma tan sencilla y coloquial?... ¡Pero... sí, estaba allí y era real!
— ¡Yo soy el mensaje! ¡Y el mensaje fue mi vida! En lo que hay que tener fe es en el amor... —afirmó el Maestro, con mucha energía.
— Eso ya lo tengo claro... discúlpame Señor que cambie de tema, pero ¿por qué en los Evangelios dicen que Tú eres “el Señor del tiempo”?
— ¿No has aprendido bien la lección que te han enseñado los hermanos del espacio o es que me estás tomando la lección a mí?... —se sonrió, como cuando uno festeja una inocente travesura de un niño—. Con mi vida, lo que se logró fue acercar el tiempo que vive la humanidad con el tiempo en que se desenvuelve el universo, de donde llegaron aquellos que fueron llamados ángeles. Mi vida supuso un portal que se abrió, un puente que se tendió desde aquí hacia allá, y que ahora espera ser reencontrado y transitado... También había que elevar al ser humano por encima de su condición de “proyecto” dignificándolo delante de los demás mundos y civilizaciones, logrando niveles nunca vistos que permitieron acercar nuestra existencia material y mental con el Universo Espiritual.
— Es complicado todo eso que los extraterrestres nos han venido diciendo, de que estamos viviendo en un tiempo alternativo que realmente no existe y que hay un tiempo real del universo que es el que sí existe. ¿Pero es que acaso el tiempo no es sólo una creación mental, una forma referencial? ¿Qué vendría a ser el tiempo entonces? (Ya para ese momento, estaba maravillado de tener la oportunidad de preguntar y ser esclarecido de la forma que lo estaba siendo. Por supuesto, estaba aprovechando la situación al máximo).
— ¡Ciertamente es complicado! —Contestó el Maestro—. Y te lo voy a explicar cómo aquí lo enseñan a los niños, para que lo puedas unir con todo lo que te han dicho antes: el Tiempo es la Creación misma, pero es que después de la última creación hubo una creación alternativa o segunda creación, o llámale si deseas recreación, afectando los procesos originales. Un círculo tocando otro círculo.
— ¿Como un número ocho o el símbolo del infinito? —pregunté intrigado.
— Es cierto... —dijo el Maestro demostrando una paciencia infinita—. Después de que alcancé traspasar el umbral de la séptima dimensión, fue como un sello simbólico que se abrió, así como una realidad que se concretó, descorriéndose los velos del conocimiento que iluminarían las vidas de aquellos buscadores de la verdad, para que cada cual también lo intente. Estaba en la séptima dimensión conectando con el Universo Espiritual, pero a la vez podía desplazarme a voluntad hacia una octava dimensión, por cuanto fui considerado “Hijo de Dios” por derecho propio (mérito).
Una vez resucitado no podía permanecer aquí materialmente, pues ya pertenecía a otra realidad dimensional, aunque conservaba el cuerpo físico. Por ello tenía que ubicarme fuera de aquí para dar opción como para que cada uno hiciese su parte, y así cimentar el proceso de construcción del puente...
— ¿El de la reconexión cósmica, que permita integrar las dos realidades paralelas? —aporté impulsivamente.
— ¡Muy bien, la lección está aprendida!... ¡Y habrá entonces un nuevo tiempo, y una nueva tierra así como un nuevo ser humano! Esto significa una renovación total...
— ¿Y dónde has estado realmente todo este tiempo? —lancé mi consulta como queriendo complementar la información que tenía.
— ¡Bien lo sabes!... Porque ellos (los Guías) ya te lo habían comentado hace unos años. Pero veo que quieres una descripción más detallada del asunto.
Cuando una nave enviada por la Gran Hermandad Blanca del Universo me recogió de la Tierra, poco tiempo después de mi resurrección, fui llevado al espacio exterior. Primero llegué donde el Consejo de los Veinticuatro Ancianos de la Galaxia; después, seguí mi camino hacia el Centro del Universo Local y llegué al Consejo de los Nueve de Andrómeda, que me acogió hasta que el tiempo fuese cumplido para la humanidad de la Tierra. Luego, hace poco, volvía la Vía Láctea y al interior del Sistema Solar, encontrándome cómo ves actualmente en este lugar y muy cerca de regresar al mundo.
Ahora te pregunto yo a ti y todos a través de ti a la humanidad: ¿dónde han estado todo este tiempo?
¡Ay caramba!..., ahora me encontraba en problemas, porque no sabía qué responderle. Yo era un ser humano insignificante, ¿qué podía contestarle?
— Supongo que buscando, Señor... Buscando en todas partes -contesté como sintiéndome atrapado y sin salida, condenado a un irremediable tirón de orejas.
— No busquen fuera de la gente ni fuera de ustedes... Con los demás está su misión...
Nuevamente su comentario me llenaba como alimento el espíritu. Y sin poder controlar mi inquietud continué con mi andanada de preguntas.
— ¿Y por qué estás aquí Maestro? —aunque tenía una idea, quería escuchar su versión.
— La puerta de conexión del Sistema Solar con el Universo en el Tiempo Real está en esta zona (las lunas de Júpiter) y no falta mucho para que la humanidad se percate de su existencia.
La respuesta me dejó pasmado. Estaba sorprendido por lo que me dijo.
— ¿Cuándo será el día en que se sepan y se cumplan estas cosas? —seguí sonsacando sin parar.
— Ya se está acercando, los acontecimientos así lo manifiestan. Por ello estoy cada vez más próximo... —enfatizó el Maestro.
De pronto irrumpió Mardorx, aprovechando que el Maestro hizo un silencio y lo había mirado como con complicidad, esperando que dijera algo y no fuera un convidado de piedra.
— Mas, son ustedes los que lo están acercando, desde el momento en que se va produciendo un proceso de definición colectivo del ser humano. Porque si crecen en conciencia descubrirán que tienen una labor para con ustedes mismos y otra para con los demás.
— ¡Ciertamente!... —dijo el Maestro, celebrando al Guía presente—. El momento actual los está invitando a asumir su lugar en la fiesta del cambio. No se resistan a ser felices y a celebrar.
— Perdón por la consulta, pero ¿qué ha sido de tus apóstoles? En la actualidad, como parte de los delirios y desequilibrios de los egos, hay cantidad de gente en la Tierra que se cree la encarnación o reencarnación de tus primeros seguidores.
— ¡Tú lo sabes, también te fue dicho! Pero se ve que quieres que yo mismo te lo confirme... Muchos de mis apóstoles que se identificaron con el proceso, sellaron su propia cristificaci6n, según el grado de conciencia y compromiso, muriendo por amor. Y por ello, no volvieron a encarnar en la Tierra, sino que lo han hecho en planetas superiores, siendo ahora parte de las jerarquías extraterrestres que vienen solidariamente a colaborar. ¿O es que acaso no les dije “que les prepararía un lugar allí donde yo iba”?
— Pero, Señor ¿por qué tiene que ser a través de un camino de sufrimiento? ¿No es como pedirle a la gente que sea resignada, conformista o hasta masoquista?
— ¿Por qué se templa el metal en la fragua con golpes de martillo? ¿Por qué los cristales en las rocas se forman a partir de grandes presiones? ¿Por qué el sufrimiento y el dolor de una madre que está pariendo? ¿Por qué se ama tanto lo que más nos cuesta lograr? Dios no desea el sufrimiento de nadie, pero tampoco puede impedir el aprendizaje.
El dolor y el sufrimiento son parte de una dinámica universal de crecimiento en conciencia. Constituyen ambos, parte de un mecanismo mediante el cual interactúan las leyes que dirigen la evolución en el universo material. Y siendo sus opuestos el gozo y la plenitud el dolor y el sufrimiento son llaves para el conocimiento y el reconocimiento de muchas cosas.
El camino es un eterno aprendizaje en el amor, y en el servicio. Aunque trasciendan el sufrimiento en ustedes mismos siempre habrá otros que lo vivan, por lo que podrán seguir creciendo como seres humanos, al conmoverse y solidarizarse con los demás. El sufrimiento inspira compasión, y esa es la prueba en la que se crece. Cuanto más conscientes sean, menos su¬frimiento vivirán en ustedes mismos, pero no dejarán de sentir el dolor ajeno, porque ello les permitirá seguir amando. No se apeguen a la formas, para que puedan cultivar la paz interior, y así sus vidas serán una señal de fortaleza y coraje para el mundo y otros muchos, como una luz de esperanza al final del camino.
— ¿Pero, no podría ser de otra manera? ¿Por qué tener que luchar y enfrentar; sufrir y llorar; crecer y sentir dolor?—. De un momento a otro me embargó una sensación de tristeza. Por una parte, las respuestas me resultaban claras, pero por otro lado había una suerte de rebeldía en mí.
— El universo fue creado perfecto, pero como una semilla... La semilla es perfecta en sí misma, pero no puede quedar igual para siempre, tiene que cambiar; transformarse en planta, dar frutos y generar otras plantas.
El universo aun siendo perfecto, evoluciona, cambia, innova, mejora y sobre la marcha, se adapta y se corrige. Los seres humanos tenemos que ser agentes de nuevas y profundas transformaciones. Podemos y debemos perfeccionar lo perfecto, sugiriendo e implementando nuevas formas y alternativas que le devuel¬van la capacidad de transformación y cambio al universo; pero esto ha de hacerse desde la esencia misma y en contacto con ella.
La vida es una experiencia de aprendizaje en el cambio, y las transformaciones siempre arrastran consigo algún tipo de violencia.
— ¿Y por qué todo esto? Perdóname Señor, pero pienso que esta es una oportunidad única como para interrogarte sobre aquellas cosas que todos hubiéramos querido siempre preguntarte. Han sido dos mil años y la humanidad no ha progresado en esencia. Su espiritualidad es superficial, inclinándose siempre a ser sectaria, fanática e inconsecuente. ¡Quizás hasta hemos involucionado!
— Muchos han reaccionado, y todos ellos son motivo de esperanza e inspiración para los demás... dijo el Maestro mirándome con ternura y aportándome paz con su mirada.
— ¡Pero son pocos en relación con el colectivo! ¿Qué va a pasar con la mayoría? —pregunté con cierta angustia.
— Bueno... ya llegó entonces el tiempo en que quedará claro el porqué y el para qué de todo este largo peregrinaje. Ahora ha de cumplirse lo que tiene que ocurrir, y para lo que ustedes han colaborado. También es el momento como para que no se dé aquello que se trató de evitar.
El tiempo que ha transcurrido ha tenido su razón de ser; y al haber sido difícil, ello nos garantiza la calidad e importancia de la misión del ser humano en este mundo.
Aquellos que como tú están contactados con otras realidades, actúan hoy como una suerte de profetas del nuevo tiempo, y por ello, no deben dejarse arrastrar por el desaliento, la apatía o el pesimismo; por el contrario, miren a su alrededor y verán un terreno fértil donde arar. Verán que nunca antes como ahora, hay más sed de vida y hambre de amor siendo muchos los corazones mentes y almas dispuestas a dar lo mejor de sí para lograrlo. Requieren todos ellos una guía, una orientación; alguien que como ellos lo trate de conseguir y esté dispuesto a enseñarlo viviéndolo en sí mismo. Y es que falta tan poco, que en esta etapa se requiere que haya quienes desde el mismo colectivo humano alienten y estimulen a unirse a la distancia, en una misma intención, a todos aquellos capaces de actuar de una forma práctica, y que ya vienen aportando el valioso tesoro de sus meditaciones y oraciones.
Ciertamente ha sido un largo peregrinaje de miles de años para el ser humano, de millones de años para el universo; pero de pocos segundos a escala cósmica para que se llegue a terminar de aprender y hoy se pueda enseñar.
¡Yo lo hice, y muchos lo están haciendo también!
— ¡Entonces, no lo estamos haciendo tan mal! —al hacer este comentario, mi estado de ánimo nuevamente empezaba a cambiar.
— No lo están haciendo mal, pero podrían hacerlo.
— el Maestro dijo esto, tomándose ligeramente serio.
— Qué es lo que a fin de cuentas no tiene que ocurrir?
Planteé esta pregunta por aspectos que no había entendido de lo que anteriormente le había escuchado.
— El fin violento y cruel... la destrucción indiscriminada de todo el planeta...
— ¿Pero no han sido suficientemente crueles todas las guerras, pestes y enfermedades? Señor, sé que en tus tiempos no era mejor, pero hasta la semilla que dejaste se contaminó—. En ese momento se me cruzaron por la mente las imágenes más terribles que el egoísmo inhumano ha producido... Y experimenté un profundo dolor en mi corazón, que me hizo sentir más que triste.
— La semilla cayó en distintos terrenos, y si bien es cierto que una parte significativa se contaminó por libre opción o por falta de fuerza, hay otra parte que sí ha dado buen resultado. Y es más de lo que pueden imaginarse. Pero aun la mala semilla transformada en planta, al ser consumida por el fuego purificador de los cambios, se recicla, vuelve a la tierra y la fortalece.
Como bien saben, yo no he sido el único mensajero ni el único sembrador. Ha habido muchas buenas cosechas a lo largo de la vida humana, consecuencia de la buena siembra de muchos eficientes obreros. Hoy hay semilla seleccionada que está aguardando que el campo termine de ser preparado.
Cuando me tocó sembrar, les enseñé que había dentro de cada uno un poder y una sabiduría a la que debían despertar, y que Dios mismo la ha colocado dentro de nuestras mentes y corazones como un don, para que seamos un reflejo consciente de Él. Ahora deben despertarla, aplicándola con fe para asegurar la transición definitiva del mundo y de la humanidad hacia un nuevo estado. Para que pasen rápidamente de la siembra a la cosecha...
Había podido apreciar que en sus últimos comentarios, el Maestro había recuperado la alegría, contagiándomela. En ese momento, el Guía Mardorx, no queriendo interrumpir demasiado bruscamente la conversación, intervino de nuevo, diciendo:
— ¡Para esto se los preparó a lo largo de muchas encarnaciones, y nunca antes como ahora tienen en sus manos la posibilidad de sellar con éxito lo empezado!
— ¡Hasta hace poco conocían en parte!... —retomó la conversación el Maestro, de una forma enérgica—, pero ya es mo¬mento de madurez, como para que conozcan más profundamente el porqué de las cosas. Porque nada acontece en vano ni porque sí. El crisol donde se ha ido formando y purificando la humanidad ha sido fuerte. Por ello, cuando lleguen a dominar las leyes que todo lo regulan, no serán nunca más arrastrados por la indiferencia ni la negatividad, sino que más bien se sentirán conminados a una entrega mayor, en un servicio más compro metido
Los demás serán el motivo de la existencia de ustedes, como lo ha sido para mí; y la recompensa serán la paz y la verdadera felicidad que se alcanza al saber darle sentido a la vida...
Con todo lo último que había escuchado, mi ánimo nuevamente se había fortalecido, por lo que me decidí a volver a preguntar:
— ¿Cuándo veremos las señales definitivas del cambio positivo?
— Ya se han venido dando... ¡Ustedes mismos son parte de esa señal... sólo que están demasiado ansiosos, a la vez que demasiado atentos a aquellas otras señales que apropósito son difundidas, manipuladas y exageradas como para confundirlos y desanimarlos.
— Aunque la pregunta sea algo tardía, quisiera saber ¿por qué estoy aquí? Si no merezco nada de esto, ¿por qué se me ha concedido esta oportunidad y privilegio?
— Porque te ubicaste al margen de las estructuras de las instituciones religiosas; políticas, filosóficas, manteniendo una férrea voluntad de universalismo, representando a todos y a nadie en especial, estando con todos por igual... Y porque al asumir la actitud correcta en el amor, a través de ti y de muchos como tú llegaremos a los corazones y las mentes de grandes mayorías que se encuentran frustradas, decepcionadas y confundidas.
— ¿Qué debo hacer ahora? -dije, sintiendo que mi pecho estallaba.
— ¡Ve y haz lo que debes hacer!... Y comparte con todos el mensaje de amor en el perdón y en el cambio, dando siempre el énfasis y la importancia a la esencia y no a la forma.
— ¡Es tiempo de que regreses al Xendra! —se apresuró a decir el Guía Mardorx.
— ¡Maestro, no te demores en volver! —le dije, mirándole á sus ojos, con palabras que se me atoraban en la garganta.
— Ahora no depende de mí ni del Padre-Madre. Depende única y exclusivamente de ustedes, porque no voy a volver para juzgar a nadie sino a participar de una evaluación final, que quedará a cargo de la propia humanidad. Yo mismo les enseñé a que no juzgaran... Más bien no se demoren en darse cuenta y culminar lo que deben hacer.
¡Ve en Paz!...
Los largos dedos de la mano de Mardorx se posaron en mi hombro, me hicieron girar y me condujeron hacia la rampa. Volví entonces el rostro para darle una última mirada a aquel campeón de la espiritualidad, observando que también Él se iba alejando hacia el fondo de la sala.
Fui conducido hacia el exterior de aquel gigantesco domo que, como dije antes, es sede actual del Consejo que representa a todos los mundos más evolucionados de nuestra galaxia.
Al salir, tenía la mirada puesta al frente. No me animé a hacer mayor comentario con Mardorx, porque aún estaba meditando una a una las palabras del Maestro y no quería olvidar nada. Al salir, la atmósfera cambiaba y aparecía deslumbrante la ciudad Cristal de Morlen y aquel extraño firmamento... Cruzamos andando de extremo a extremo la población hasta las afueras de la ciudad, donde se encontraba aquella media luna radiante de energía, que era el portal que me trajo y que ahora me regresaba. Entonces, el Guía se despidió de mí, tocándome una vez más los hombros con sus manos, y me dijo:
— ¡Vuelve ahora porque ya es tiempo de que te reúnas con todo el resto! No olvides cuán importante es que no descuiden la responsabilidad que tienen entre manos y el momento extraordinario que están viviendo, que les permitirá que todo lo que hagan, piensen y deseen se materialice para bien de todos. Las puertas de la Hermandad Blanca de la Tierra han sido abiertas para que desde sus predios puedan hacer su labor y cumplir sus objetivos. ¡Esa es la razón de sus viajes a los Retiros! Además es un privilegio que les concede la vida, el ser capaces de tanto si aprovechan la oportunidad para crecer y crear un futuro distinto.
¡Amor y paz, Tell-Elam!
— ¡Amor y paz! —respondí yo, mientras entraba en el vórtice de energía que me llevaría de regreso a Quintero, en Chile.
La noche estaba fría al pie de la laguna, cuando me hallé a mí mismo caminando... La experiencia había producido en mí una paz indescriptible, por lo cual me fui hacia la orilla de la laguna y me senté a meditar, agradeciendo desde mi interior, todo lo vivido. Estaba ensimismado cuando llegaron al lugar Carmen y Elvis, interrumpiendo mi silencio, y preguntándome si había podido ubicar el Xendra. Les dije que sí y les señalé los árboles, por lo cual rápidamente se encaminaron ambos hacia allá. Al rato regresaron muy emocionados, por cuanto Elvis había visto la energía y al ingresar en ella, se había sentido como absorbido por un remolino de luz, observando a la distancia como un planeta de color violeta. La sensación de temor frente a lo desconocido fue tan fuerte, que se arrepintió y bruscamente salió del Umbral. Aproveché entonces para contarles algo de lo que me había tocado vivir sin haberlo buscado yo. Ellos quedaron sorprendidos.
Poco después fueron llegando uno a uno los convocados, que se hallaban repartidos en una extensa zona. Una vez reunidos, nos marchamos de regreso al campamento, con la intención de hacer los comentarios junto con los demás. Aunque por ser tan tarde y faltar pocas horas para que amaneciera, muchos se fueron directamente a dormir.
Aquella madrugada del 22 de marzo de 1998 quedaría como un recuerdo imborrable en mi vida, y requeriría dos años poder asimilarla y plasmarla por escrito.