viernes, 18 de enero de 2013

EL PRIMER VIAJE A MARCAHUASI: REVELACIONES INCREIBLES
Libro:Los Guías Extraterrestres y Misión Rahma
Por:Sixto Paz Wells

Durante los días siguientes se fueron precisando los datos con respecto al viaje a Marcahuasi. Los Guías habían referido que dicho lugar era llamado el "Altar de los Dioses", por lo que nos encontraríamos en el camino con dos campesinos a los que deberíamos preguntarles par aquel nombre, tal sería la señal de que llegaríamos al lugar indicado. Según la comunicación, el más anciano de aquellos agricultores tomaría la palabra y nos señalaría el camino corrector; para esto habíamos tratado de averiguar algo sobre Marcahuasi, porque en aquel tiempo no era tan publicitado como lo es ahora, y además el nombre coincidía con el de varios otros lugares similares existentes en el interior del país. Procuramos viajar inicialmente al más cercano de ellos que después comprobaríamos que era el indicado.
Partimos el día Lunes 19 de Agosto de aquel año de 1974, a las 10:00 a.m. desde Lima, en el automóvil del Arquitecto Eduardo Pomareda, una de las seis personas que integraba la expedición, los otros cinco restantes éramos Paco Oré, David Martínez, Oscar Gonzales, mi hermano Charlie y yo.
La distancia de Lima a San Pedro de Casta, pueblo inmediato a Marcahuasi, es de aproximadamente 80 kms., encontrándose dicho centro poblado a una altitud de 3,180 m.s.n.m. En el camino tuvimos que pasar por las localidades de Chaclacayo, Chosica y Santa Eulalia en la Sierra Central, usando posteriormente el desvío hacia Huinco (central hidroeléctrica), para pasar por el puente de Autisha, llegando finalmente al pueblo de San Pedro, que se encuentra en lo alto de un risco al pie de la meseta.
La aparente cercanía en kilómetros de Lima no lo era tal, ya que la ruta no se hacía en línea recta sino que por el contrario éste se efectuaba a través de un camino de herradura y en ascenso permanente. Esto hizo que la movilidad en que íbamos se recalentara, convirtiendo en determinados momentos al veterano Chevrolet en una nube de vapor que tenía que detenerse continuamente para ponerle agua al radiador. Nuestro desconocimiento del terreno y de las dificultades de la ruta hizo que se nos hiciera muy tarde, quedándonos a mitad de camino y pasando la noche a un lado de la carretera de tierra que serpenteaba la montaña arañando profundos abismos. Aún a pesar de la incomodidad del lugar nos sentíamos satisfechos, ya que pocas horas antes por aquel mismo camino, nos habíamos encontrado con dos campesinos justo cuando nos hallábamos frente a un desvío y no sabíamos por dónde seguir y fue el más anciano el que respondió por dónde debíamos seguir, diciéndonos que el Altar de los Dioses (Marcahuasi), se encontraba detrás de una de las montañas que teníamos en frente nuestro, por lo que debíamos seguir por el camino de ascenso de la izquierda. Al comprobar que se estaban cumpliendo los detalles de la comunicación, supimos que estábamos cerca de una gran aventura.
Al amanecer reemprendimos la marcha. Nos encontramos algo inquietos porque durante la noche habíamos visto alrededor del carro extrañas formas que inicialmente creímos frutos de nuestra imaginación, pero después llegaríamos a descubrir que eran reales, pues se abalanzaban contra nosotros remeciendo todo el automóvil. Del miedo inicial pasamos a la seguridad de ser protegidos por los Guías, por lo que se nos ocurrió hacer una concentración cubriéndonos por un huevo mental de energía, lo cual terminó por tranquilizar el ambiente. Ya en la madrugada tratamos de hacer un viaje astral dirigido, lo cual nos permitió a algunos, tener experiencias personales.
A pesar del cansancio por la inquietud e incomodidad de la noche nuestra ansiedad por llegar nos impulsó a seguir, llegando hasta el último poblado antes de la meseta. San Pedro es un típico pueblo de la Sierra, construido sobre los cimientos de un asentamiento anterior que se remontaría a tiempos preincaicos. Se encuentra ubicado en una corniza que termina en un precipicio espectacular; al lado está la quebrada del Río Carhuayumac. El pueblo conserva el patrón urbanístico de la época en que fuera fundado; alrededor de una amplia y desigual plaza, hay un conjunto de edificios que destacan como son: la Iglesia, el Local Comunal, la Quesería, entre otros. Las casas son de piedra y barro con techos de paja y calamina, soportados por vigas de madera de eucalipto; sobre estos techos se suele observar el secado de la comida típica, como por ejemplo el "charqui" (carne seca).
Entre las callejuelas empedradas y debajo de los balcones tallados al puro estilo Tirolés; se pueden ver a los pobladores en sus conversaciones acostumbradas
Al momento de llegar, colocamos nuestros equipajes y mochilas sobre el muro que rodea la Iglesia en plena Plaza Principal. El techo de la misma se encuentra cubierto de calamina y sobre éste, ligeramente hacia un extremo se aprecia una pequeña cúpula con vidrios de colores, su apariencia solemne denota una sincere religiosidad en el vecindario. En el lado izquierdo de la Iglesia hay una pequeña capilla en forma de pirámide trunca y escalonada de tres cuerpos; en cuanto a su construcción está íntegramente realizada en piedras superpuestas. Se puede apreciar que las piedras que se utilizaron en las construcciones modernas proceden de las ruinas arqueológicas sobre las que se fundara el actual San Pedro.
Después de presentamos a la Comunidad y del regateo de ley, logramos que una señora accediera a alquilarnos unos burros para que llevaran el grueso del equipaje sobre sus lomos. Nos pusimos de acuerdo para que fuese yo quien se adelantara con el niño que nos serviría de guía y sus dos burros cargados con nuestro equipo; el resto terminaría de adquirir los últimos víveres, reservando las cantimploras para llenarlas con la fresquísima agua de la vertiente. Así empezó el ascenso por aquellos senderos de cordillera que poco a poco se van estrechando, alejándonos de la civilización y acercándonos al cielo limpio y claro.
Marcahuasi en Quechua significa "Casa de dos pisos" o "Casa del Pueblo" y está a 3 K.m. al Este de San Pedro. Posee un área de 4 kms. aproximadamente, encontrándose a una altura de 4,000 m.s.n.m. Dicen los casteños que allí vivieron los "gentiles", es decir la gente anterior a la Conquista Española y que aún sus espíritus rondan el lugar protegiendo a la Comunidad.
Las primeras referencias de la meseta son halladas en las crónicas sobre los mitos de la zona, así como en los apuntes de ilustres explotadores como Julio C. Tello; pero el más importante investigador que la ha estudiado de forma integral es el Doctor Daniel Ruzo, haciéndola conocida a nivel mundial. Sus investigaciones lo llevaron a establecerse desde 1951, por más de 9 años en la meseta, pero por razones de salud se vio obligado a dejarle, pasando buen tiempo sin que se llegase a publicitar lo suficiente aquí en el Perú.
La masa rocosa es de grano diorita; cubierta por líquenes que implacablemente erosionan la piedra, como también lo hacen los bruscos cambios de temperatura que allí se producen, además del agua de las lluvias y nevadas y el viento. Las formaciones naturales han sido en algunos casos retocadas por la mano del hombre con una clara intención de representación escultórica y en otras, como en la Diosa Hipopótamo, divinidad de la fecundidad del Alto Egipto, como una señal o un aviso sobre la anterior humanidad que llego a esos lugares.
A pesar de mi juventud me era imposible mantener el paso del niño que me servía de guía porque propiamente arreaba los burros corriendo montaña arriba. Le pedí en mas de una oportunidad que me esperara, ya que a cada trecho tenía que detenerme a descansar, porque jadeante a esa altura se me dificultaba la respiración. Llegamos a la acostumbrada bifurcación en donde los burros para llegar más rápido toman el camino corto, que es un sendero de ascenso de marcada pendiente; fue allí que ya avanzando buen trecho y a regular altura, uno de los burros se encabritó desatando las amarras que al parecer se habían mantenido flojas Y arrojando al abismo parte del equipaje. Mi entusiasmo que hasta allí se encontraba tambaleándose por el excesivo esfuerzo físico, terminó por derrumbarse. No había otra salida, tendría que descender unos diez metros a través del reducido sendero hasta una roca de la cual pendían.
Aún recuerdo las innumerables espinas que me introduje en el cuerpo por arrastrarme cogido como pude de las salientes. Una vez rescatadas las mochitas, me senté a descansar del esfuerzo con la mirada puesta en la cima, mientras mis pensamientos se rebelaban en mi mente tratando de disuadirme, de culminar la aventura. Para colmo de males, los burros y el niño habían seguido avanzando, dejando en mis manos toda aquella pesada carga que tuve que ponérmela a la espalda, -duplicándose el peso por la altura- para así poder darles el alcance, cosa que iba a ser cada vez más, difícil.
Tenía todo el cuerpo bañado en sudor, las gotas que caían por mi frente se me acumulaban en los ojos dificultándome la visión y haciéndoseme cada vez más peligroso y penoso el ascenso por el escarpado atajo. Sentía claramente cómo las fuerzas se desvanecían en mí. Los latidos del corazón me retumbaban en la cabeza de tal manera que me parecía que ésta estaba a punto de estallar.
De cuando en cuando, me detenía a descansar, dejando el equipaje y los bidones de agua a un lado, entonces aprovechaba para frotarme los hombros que se me habían ampollado por la fricción de las correas de la mochila y por el calor que hacia aquel mediodía; las manos me dolían como nunca por el peso de los recipientes de agua. En aquellos instantes llegué a sentirme tan angustiado y deprimido por el cansancio que me saltaron algunas lágrimas de desesperación.
Toda vez que descansaba, el niño y los burros se alejaban más de mí dejándome completamente solo, y eso que por más que les gritaba para que se detuvieran a esperarme parecían no escucharme.
Con cada parada que hacía para recobrar el aliento en aquellas alturas donde escasea el oxigeno, se debilitaban cada vez mas mis piernas, que ya no respondían para seguir caminando, y más era el esfuerzo que tenía que hacer para no caerme al precipicio cada vez que me tropezaba. Me sobrevenía entonces ligeros mareos que me atraían al abismo y es que no habíamos probado bocado desde muy temprano en la mañana y eso que fue algo muy ligero ante la emoción de llegar finalmente a la meseta que creíamos más accesible y cercana.
Sin comprender el porqué de la prueba de esfuerzo y sin saber si valdría la pena o no, seguí por la diminuta vereda que ya había dejado de ser un camino de mulas para convertirse en escalones y gradas talladas en el acantilado, rodeadas de restos de pequeños muros preincaicos de vigilancia. Poco a poco se fue nivelando el terreno al ir entrando por una estrecha quebrada en la ladera de Marcahuasi.
Ya desfalleciendo logré franquear la portada de acceso siguiendo por inercia el camino que me alejaba del abismo y de unas gigantescas losas de piedra labrada que se veían caídas y que pudieron ser alguna vez altares, siendo arrancadas de sus emplazamientos originales por un terremoto o derrumbe. Entre los farallones de piedra se podían observar como profundas grietas o cuevas, que más adelante nos dedicaríamos a investigar.
Agotado totalmente me deje caer pesadamente por entre unas rocas hacia una hondonada, tropezándome y rodando hasta unos espinos, quedando tendido en el suelo casi sin sentido. Pude entonces pacer un ultimo esfuerzo para quitarme la mochila de la espalda y observar ligeramente frente a mí, el "Monumento a la Humanidad" o "Esfinge" como la llamamos nosotros; además vi al niño que había dejado las cosas a poca distancia de donde yo me encontraba y ya se marchaba con sus burros. Quise incorporarme pero ya no pude, eran como las dos de la tarde y estaba solo en aquella meseta por lo que abrumado por el esfuerzo me quedé profundamente dormido y, de pronto, me encontré en mi cuarto en la casa de mis padres en Lima, reaccioné entonces dándome cuenta de que estaba soñando. No lo podía creer ¿qué hacia allí a decenas de kilómetros de distancia? Lo primero que se me ocurrió fue sentarme sobre el borde de la cama, que crujía a menudo por su viejo somier de metal; después me dirigí hacia la habitación de mis padres pudiendo observar en el corredor la luz del sol, tal como cae en las tardes, ví entonces a mi mamá que estaba acompañada por mi hermana. Fijé entonces mi atención en lo que estaban haciendo y en cómo estaban vestidas, hasta que se levantaron de sus asientos avanzando en dirección a mi cuarto, como si algo les hubiese llamado la atención, escuché entonces un ruido y rápidamente como si una brisa me arrastrase a un remolino me desperté observando el reloj, comprobando que había pasado buen tiempo de sueño porque ya eran las 4 p.m. y sobre la meseta corría un intenso viento frío.
Me abrigué con lo primero que encontré, reflexionando sobre el sueño que había tenido, porque no sólo lo podía recordar al detalle y con toda claridad sino que hasta tenía la convicción de haberlo vivido. De regreso a casa buscaría confrontarlo con la realidad. Recién allí, en la meseta; me percaté de que tenía la espalda atravesada por gruesas espinos de un arbusto que se hallaba debajo de mí y sobre el cual había dormido. Algo dolorido pero descansado por aquel sueño reparador, recobré ánimos como para dar un pequeño paseo por las inmediaciones. Al primer esfuerzo que hacía, por muy ligero que fuese, me volvía a latir aceleradamente el corazón y a retumbarme en la cabeza agitándome todo, así que procuré tener más paciencia y no exigirme más de la cuenta.
Giré sobre mí mismo, observando los alrededores y especialmente el gigantesco rostro de la Esfinge y al lado como la forma de un cóndor; me acerqué subiendo por entre las piedras y las matas de espinos y vi que debajo del rostro de casi 27 metros de altura habían unos dibujos rupestres con extraños símbolos.
Detrás de esto se hallaba una pintoresca cabaña que entre sus rústicas paredes de piedra, barro y techo de calamina, buscaríamos refugio guareciéndonos de la intemperie. Desde aquel lugar, que está en una elevación del terreno, se podía observar una parte del camino de acceso, por lo que divise a lo lejos a los muchachos que ya llegaban guiados también por un lugareño. El ánimo en ellos también se veía que había menguado por el pesado esfuerzo de la subida.
Estuvimos todos reunidos a eso de las 5 de la tarde aprovechando de inmediato para establecer el campamento dentro de aquella acogedora cabaña que construyera en la década de los cincuenta el Doctor Ruzo.
La temperatura descendió bruscamente de unos 25 °C a unos 40C. No habían leños ni ramas secas para quemar y prender una fogata; felizmente, Charlie siempre precavido había llevado un primus de ron con el que prendiéndolo pudimos defendernos del frío, calentándonos con la más deliciosa y sencilla sopa de sobre que hayamos probado en la vida. Verdaderamente que la necesidad hace valorar las pequeñas cosas, detalles y circunstancias.
La vista del horizonte desde la meseta era un espectáculo maravilloso; el atardecer había teñido el espacio con todos los colores y tonalidades posibles, y allí, en medio de rocas a 4,000 metros de altura nos tratábamos de juntar lo más posible, abrigándonos para conservar el calor.
Por el agotamiento no hicimos siquiera el intento de recepcionar comunicación, sabiendo que un buen descanso y algo de alimento nos pondrían en buenas condiciones para la mañana siguiente.
Mientras se repartía la sopa preparada por el "cocinero en jefe" Charlie, vimos en el cielo una nave a gran altura, que inicialmente se hubiera confundido con un satélite, pero que en la medida en que fue descendiendo, pudimos apreciar su forma discoidal con tres niveles o platos unidos, además de una luz muy potente, plateada. El tipo de nave se asemejaba a la señalada por los Guías como procedente de. Xilox (Andrómeda).
El objeto se detuvo breves minutos y luego tomó dirección Noroeste, encendiendo y apagando sus intensas luces; este avistamiento acompañado de una extraña vibración lo consideramos como la reafirmación de estar en el lugar correcto, haciendo lo que se esperaba de nosotros.
Al ir descendiendo aún más la temperatura, nos situamos rápidamente en el interior de la cabaña tendiendo sobre los plásticos que cubrían el suelo, las bolsas de dormir y las frazadas, quedándonos de inmediato dormidos. De madrugada se escucharon algunos ruidos como el de un perro que olfateaba los desperdicios que se hallaban en una bolsa plástica a un lado de los corrales, al frente de la puerta de la cabaña. Mi hermano se despertó pasándonos de inmediato la voz, porque los ruidos ya se habían acercado a un lado de la cabaña, donde parecía que estaban excavando; nos arropamos bien y salimos lentamente llevando en las manos las linternas. Una vez franqueada la puerta de madera, que en aquel tiempo mantenía la barraca, no vimos nada en un principio, pero tratando de dar una ultima mirada, fue que apareció por el lado derecho, detrás de los corrales, una luz amarillenta como si fuese una llamarada moviéndose de un sitio a otro como invitándonos a seguirla y así alejarnos de la cabaña. Sentimos temor porque era algo que se movía por sí solo y no era un efecto visual ni un reflejo. Del lado opuesto se materializó una bruma espesa formando una grotesca figura pero sin rostro y con la cabeza hundida entre los hombros o tal vez sin cabeza que se abalanzó atropelladamente contra nosotros. Cerramos inmediatamente la portezuela cubriéndola con nuestros cuerpos que fueron remecidos por el impacto del golpe de este ser. Unas tres veces mas se repitió lo mismo tratando de derribar la entrada después de lo cual rodeó la barraca golpeando las paredes.
Mientras tanto, y a pesar de nuestro terror, pusimos de inmediato en funcionamiento nuestro trabajo mental cubriendo la casita con una cúpula de protección que con seguridad funciono, pues el mal olor que sentíamos y el mismo miedo fuéronse diluyendo pasta finalmente desaparecer junto con aquellas entidades.
Aquellas manifestaciones nos hicieron pensar y luego comentar sobre el acecho de que habíamos sido víctimas, pues se veía que tales seres no se contentarían hasta hacernos daño y lo hubieran logrado si es que nuestra confianza en la protección permanente no se hubiera impuesto al temor. Por ello, los Guías nos enseñarían que a lo único que debemos temer es a nuestro propio miedo, porque él es nuestra ignorancia, inseguridad y desconocimiento del poder de las fuerzas positivas por las que se supone estamos luchando. La confianza crece con el grado de identificación que tengamos con las fuerzas de luz. Nada nos puede dañar si es que nosotros no le damos primero margen y oportunidad a que nos someta.
Todo es producto de los estados mentales y a ese nivel se den las reales luchas de las fuerzas espirituales; por eso llegando a un estado interior de equilibrio, convicción y paz podremos llegar a ser invulnerables a la acción permanente del "acechador o engañador" como le queramos llamar.
Las fuerzas negativas siempre atacan mientras haya posibilidad de hacernos caer. Nadie está, pues, libre de ser acometido, pero debemos tener fe y confianza que no es otra cosa que la garantía de que no somos probados nunca más allá de nuestras posibilidades de superar las pruebas, pero recordando que la mayoría de las veces estas llegarán por el lado más débil porque sino ¿dónde estaría el mérito y el esfuerzo al superarlas?
Al hacer nuestro trabajo mental, recordaba aquello que escribiera el Apóstol San Pablo en su carta a los Romanos, Capitulo 8: "Si Dios con nosotros ¿quién contra nosotros?".
Lo que ocurrió aquella cloche no fue otra cosa que una evaluación de nuestro aplomo y seguridad, porque ¿cuántas personas hay que sufriendo todo tipo de ataques a través de daños, sugestiones y hechicerías que son producto de trabajos mentales negativos, no tienen capacidad pare superarlos?, y es que la capacidad de sugestión y autosugestión en el hombre es inmensa, siendo el poder mental a la vez un arma de dos filos. El desuso o uso indebido de la mente, así como la debilidad de la voluntad (superstición) dan cabida al manipuleo por parte de las entidades oscuras que se aprovechan de nuestros temores y odios ocultos. Si una persona por tensión o stress es capaz de materializar una úlcera en su organismo, pensemos en todo lo que podría lograr si ese poder mental de materialización lo pusiera al servicio de ayuda en algún afán constructivo, podría el hombre llegar a curar y curarse él mismo; pero el hombre se ha olvidado de los potenciales que Dios le ha dado en calidad de dones gratuitos al lado del cuerpo y la mente, aunque siempre hay quienes explotan el subconsciente colectiva, o individual para causar perjuicios para dominar a los demás.
El estado de superación se dará cuando cada ser trabaje su mente al servicio de lo constructivo y edificante, en otras palabras al servicio de la materialización de los ideales trascendentes. Recordemos siempre que la luz resplandece en medio de la oscuridad y que todo vibra, nada está quieto o estático, todo se encuentra en un movimiento perpetuo lo cual condena irremediablemente al hombre a evolucionar hacia los planos superiores, aunque su libre albedrío no haga otra cosa que retrasar dicho tránsito. Y aún podemos pensar que las entidades negativas saldrán algún día de su estado de estancamiento y llegarán a elevarse.
La noche pasó y con ella el ataque de estos seres que encontraron un momento de debilidad orgánica en nosotros como para tratar de amedrentarnos, doblegando nuestro entusiasmo, procurando impedir que recorriéramos la meseta. En la mañana revisamos los contornos y no hallamos huella alguna de persona o animal, pero lo que sí observamos fue lo que al parecer eran los rasguños en la puerta y en las paredes externas de la barraca, realizadas al parecer por un ser de grandes proporciones. A pesar de su aparente tamaño no pudo con nosotros y la fe que teníamos de que estábamos protegidos por los Guías. Al cesar nuestro terror la aparición se había diluido, había desaparecido en la nada.
Paco Oré, uno de los muchachos del grupo; nos recordó que los Guías habían señalado que recibiríamos comunicación a la mañana siguiente de llegar a la meseta, por lo que nos dispusimos, antes de desayunar, a hacer las relajaciones y concentraciones necesarias para predisponer el contacto. Cogí un lápiz y el cuaderno de la mochila, sentándome sobre el pozo de agua sellado con cemento que estaba al lado de la cabaña. Los Guías inmediatamente entraron en contacto con nosotros y todo el lugar pareció como iluminarse, hasta el ambiente se llenó de un agradable aroma de flores. .
Los Hermanos Mayores refirieron nuestro esfuerzo y trabajo así como las pruebas a las que nos veíamos sometidos de la siguiente manera:
"Hermanos queridos, grande ha sido su esfuerzo pero bien ha valido la pena porque el ascenso a esta montaña representa la conquista de la cima espiritual en la que lo esencial es llegar a vencerse a uno mismo, perseverando para alcanzar la meta. Aquella cumbre será alcanzada una y otra vez mientras exista el compromiso que es vivir, porque detrás de la más alta cima que puedan ver, siempre habrá otra mayor.
Han empezado a desarrollar una fuerza de voluntad férrea que podrá enfrentarse de ahora en adelante a las dificultades mayores. La Hermandad Blanca está pendiente de superaciones como la vuestra porque ello genera una energía renovadora de la que depende el futuro de la Tierra; sepan que en cada prueba que enfrentan representan a la humanidad en pleno ....”
Era necesario que hubiesen trabas en nuestro trabajo, aunque fuesen tan terribles, ya que a mayor dificultad en el camino, mayor valor le daremos al avanzar en él y, mayor el mérito de conservarse dentro del mismo.
Si dábamos paso atrás en el viaje, nos hubiesen vencido las entidades negativas y la Misión se habría perdido, pero nosotros tuvimos fe en que no seríamos probados más allá de nuestras posibilidades.
La comunicación siguió diciendo:
“......Ya sabéis de lo valioso que será que lleguéis a desarrollar vuestra sensibilidad y especialmente los viajes astrales conscientes, porque ellos siempre contarán con la adecuada protección y porque a través de los mismos podrán continuar la preparación en diversos planos…"
Ciertamente que fue a raíz de estas experiencias que trabajamos intensamente en los viajes astrales conscientes y dirigidos, visitando diversos planetas, mundos, dimensiones y pianos, pero sobre todo asistiendo a recintos especialmente acondicionados para continuar la intensa instrucción.
Es sabido, y no creo que esté demás el recordarlo, que el ser humano posee siete cuerpos que a lo largo de la pluralidad de existencias o ciclo de encarnaciones irán desprendiéndose hasta llegar finalmente a quedarse tan sólo con la última vestidura que es la del Cuerpo Divino, para así integrarnos con el Padre Universal, el Profundo Amor de la Conciencia Cósmica y ser uno con El.
El Astral es el cuerpo de las emociones y se encuentra unido al cuerpo físico mediante el cordón de plata a manera del umbilical en los fetos; su rompimiento señala el momento de la muerte física y de la cesación del cuerpo denso.
Todos realizamos viajes astrales durante los sueños, propiamente todos soñamos siempre, aunque la gran mayoría no recuerdan las experiencias vividas en aquel plano; porque aquel es el lugar donde continuamos experimentando avances y caídas. El astral es el lugar donde nos ubicamos antes de nacer, allí volvemos durante los sueños y retornamos al final de nuestros días en la Tierra, cuando desencarnamos; Pasamos en el astral la mayor parte de nuestro tiempo, lo que nos hace ver de lo relativo de la realidad material y nos hace pensar en aquel enfoque de grandes poetas y escritores que intuyen que la vida no es más que una ilusión, un lugar de prueba, un gran teatro donde se lleva a cabo un drama y donde cada cual asume un papel. En la medida en que vayamos progresando en nuestra actuación, iremos adquiriendo papeles de importancia en dicha obra. Esta ficción puede hacernos llegar a perder la perspectiva de que sólo es un montaje ajeno a la verdadera realidad y con ello olvidarnos de dónde venimos, quiénes somos y hacia donde vamos.
El hombre así como no recuerda sus sueños tampoco recuerda sus existencias pasadas, porque el recordarlo sería un merecimiento, fruto de cierto progreso y madurez en el camino.
¿Cómo podríamos desarrollar nuestra vida actual si paralelamente tuviésemos presentes los odios y afectos de otras existencias? Pero en cambio cuando se adquiere el estado de conciencia espiritual, los recuerdos vienen por sí solos, existiendo en la persona la valoración para medir el sentido de dichas experiencias y no cometer nuevamente los mismos errores. Con el progreso continuo o el estancamiento, fruto del egoísmo, debemos tener en cuenta que somos el producto de las existencias anteriores es decir: "Nunca antes hemos sido mejores de lo que somos ahora". La ley es bien clara: "así como es arriba, así es abajo"; por ello nadie que fallase sería degradado, más bien esperaría hasta que le vuelvan a dar una nueva oportunidad. El siguiente ejemplo nos ilustra mejor esto: Si un alumno resultara desaprobado un año en la escuela, nadie pensará en rebajarlo a años inferiores sino que se le dará la oportunidad de repetir todas las veces que sea necesario para pasar al siguiente grado. Recordaremos que el Padre Eterno en su infinita misericordia otorga la cantidad de encarnaciones que cada ser humano necesite para avanzar.
El mundo astral es la continuación de nuestra experiencia material diaria de superación, por lo que "todos los sueños son viajes astrales, pero no todos los viajes astrales son sueños" , es decir, se pueden hacer desdoblamientos sin necesidad de estar dormidos, para lo que se requiere mucho control de sí mismo y ejercicios de concentración, que le darán a uno la práctica, la fuerza de voluntad y la protección necesarias.
La persona que no tiene avance suficiente no recuerda sus experiencias astrales porque existe un velo que impide que la memoria consciente guarde aquellas imágenes borrándolas antes de despertar, en el preciso instante de hacerlo o pocos momentos después. Lo que recordamos usualmente y que adolece de falta de sentido y hasta consideramos la mayoría de las veces un disparate, hace que no prestemos mucha atención al sueño; y esto es porque las verdaderas experiencias se confunden y mezclan con los afloramientos del subconsciente en el preciso instante del regreso. Usemos como ejemplo un vaso de cristal dentro del cual vertiremos agua turbia que una vez que se encuentre en reposo, el barro termina por asentarse en el fondo, clarificándose en la parte superior; pero si la sacudimos, nuevamente se enturbiará y volverá a perder su transparencia y claridad. Igualmente ocurre al reingreso del astral al cuerpo físico, aflorando y enturbiándose la memoria de lo vivido, con los temores, deseos, angustias y demás retenciones del subconsciente.
La comunicación citó otros temas interesantes como el de que deberíamos realizar trabajos sobre la meseta, los cuales serían de dermóptica y regresiones o viajes mentales a través del tiempo, para así idenficarnos con la historia del lugar; cosa que hicimos sobre unas rocas cerca de las ruinas que se encontraban sobre los riscos. Pusimos nuestras manos concentrándonos en las vibraciones de los tallados de la piedra y en los restos de cerámica y huesos desparramados en las tumbas o Kullpas. En las prácticas que se nos recomendó hacer, empezamos a absorber gran cantidad de información que a través de imágenes estaban siendo evocadas en nuestra mente.
En un tiempo remoto el "Altar de los Dioses" componía todo un complejo atlante subterráneo, donde 5 descendientes de las grandes mentes extraterrestres que se habían establecido en el Perú, gobernaban y eran protegidos por su conocimiento. Siempre se consideró a Marcahuasi como un lugar sagrado al que subieron a adorar las tribus pre-incas como los Huallas y Huanchos; posteriormente lo harían los Incas. De las ultimas y anteriores ocupaciones del lugar, queda el recuerdo de las ruinas de ciudades de muertos (necrópolis), distintas a la de habitación de uso cotidiano. Y es que la superstición mantenida hasta nuestros días nos dice que los Apus y Guamanes, es decir, los espíritus de las montañas, cuidaban de los muertos, impidiendo que estos descendiesen a molestar a los pobladores de las zonas bajas, en este caso nos referimos a San Pedro de Casta.
La orientación de los cultos y las costumbres nos muestran que se conserva el temor al regreso de los muertos, por lo cual los enterramientos mantienen como intención especifica la de acondicionar las cosas de tal manera que dotando al difunto de todos los bienes que gozo en vida, se impide así que encuentre alguna razón como para volver y molestar a los vivos. Las fiestas y oficios a celebrarse en su recuerdo procuraban que los difuntos limiten sus posibles inquietudes.
Las ciudades de muertos de Marcahuasi serían guardadas por las piedras talladas, recuerdo imperecedero de un pasado aún más remoto: La destrucción de las galerías subterráneas de Marcahuasi, hace más de dos mil anos, después de la muerte de la ultima mente o "Anciano de Vara", coincidió con un gran terremoto en la zona de la meseta. Este ultimo anciano cumplió con depositar en una caverna cercana, los registros de la civilización o parte de la historia de la humanidad junto con otros elementos u objetos que con el progreso del hombre, éste podría llegar a encontrar y merecer.
En el resto de la comunicación recibimos informes difíciles de aceptar, como aquella narración en la que nos decían que los norteamericanos no fueron los primeros en descender en la Luna sino que fueron los soviéticos, y que esto se habría efectuado meses antes del Apolo XI en el año de 1969. Ese año, una nave soviética le habría ganado la iniciativa, una vez más a Houston, enviando tres cosmonautas a la Luna, habiendo aterrizado en la cara oculta y desde allí habrían informado de la existencia de lo que parecía ser una base extraterrestre por observarse hacía buen tiempo, extrañas luminosidades que parecían propias de instalaciones o edificios que al acercarse se comprobaría que estaban abandonadas pero con un fatal resguardo. El asunto fue que uno de los soviéticos habría muerto en un enfrentamiento contra los mecanismos de defensa del lugar, mientras que los otros habrían huido, regresando sólo uno de los tripulantes con la suficiente cordura como para exponer su insólito percance. La escaramuza habría obligado a los rusos a enviar posteriormente un vehículo autopropulsado depositado en el Mar de las Lluvias por el Lunix XVII, el 17 de Noviembre de 1970, llamado el Lunojod. Este pequeño tanque robot poseía un sistema de rayos láser y habría sido enviado como clara respuesta beligerante. Sin embargo, sabernos que los astronautas norteamericanos también conocían de la existencia de antiguas instalaciones de la Confederación , los cuales también cita Julio Verne en su obra "De la Tierra a la Luna". Según los Guías, los lanzamientos de artefactos nucleares enviados con los módulos de comando (naves de descenso), al orbitar a la Luna para que se estrellaran contra su superficie al iniciar el regreso, no pretendían otra cosa que bombardear dichas instalaciones y no como se pretendía afirmar, para medir los movimientos telúricos y capas geológicas con los sismógrafos instalados en el Mar de la Tranquilidad por el Apolo.
Es el terror a lo desconocido y la soberbia del hombre frente a civilizaciones cósmicas que observan a la Tierra, respetando su libre albedrío aún a pesar de su superior tecnología, la que lo lleva a tratar de destruir, aquello que no puede medir ni comprender. Ese miedo instintivo e irracional, además de los intereses creados impide que los gobiernos de las grandes naciones puedan llegar a mantener contacto directo con los extraterrestres.
Existen informes oficiales de gran cantidad de cosmonautas norteamericanos y soviéticos que confirman que durante sus vuelos orbitales fueron seguidos por OVNIS; el caso más conocido y volviendo al descenso en la Luna, es el del Apolo XI el que llevó a Neil Amstrong y a Edwin Aldrin a pisar el satélite en un acontecimiento publicitado mundialmente a través de la Vía Satélite y la Televisión. Pero he aquí que hubieron minutos interrumpidos de la transmisión que la sala de control de Houston censuró, porque en ellos se escuchaba a los astronautas conversar alteradamente sobre un hecho inesperado que posteriormente verificarían muchos receptores a nivel mundial que habían captado dicha comunicación. Resulta ser que mientras los astronautas trabajaban cerca del módulo, se empezaron a acercar unos extraños objetos que habían aparecido en el horizonte, pocos momentos después, se podían apreciar con toda claridad pues eran como unas pequeñas esferas que con la curiosidad inherente a los niños se acercaban hacia los astronautas. Amstrong fue, entonces, el que preciso que se habían desprendido de unas astronaves en forma de discos que se hallaban alineados al fondo de un cráter. Las esferas no eran otra cosa que los comúnmente llamados "Ojos de gato", que son como cámaras de televisión que sirven para enviar imágenes de lo que observan a la nave desde donde se les controla.
Por más preparación frente a los imprevistos, ya podemos imaginar la fuerte impresión de estos experimentados cosmonautas, y es sabido que el astronauta Aldrin tuvo que ser sometido a su regreso, a un intenso tratamiento psiquiátrico; ¿podría, acaso, estar relacionado este hecho con todo lo anterior? Recordemos que fue Amstrong quien no sólo no desmintió tales versiones de los Ovnis en la Luna sino que encima las sustentó en muchas de sus exposiciones, sobre todo ante las organizaciones que investigan los Ovnis y ante las Logias Masónicas a las cuales él pertenece. En la actualidad, Amstrong también ha sido separado del programa espacial, como lo han sido muchos otros que han tenido la valentía de decir la verdad. Muchos han sido obligados a callarse, pero hay otros que más que nunca se han dedicado de lleno a la investigación Ovni por su cuenta como es el caso de Edgar Mitchel