miércoles, 16 de noviembre de 2011

El amor de pareja y el amor entre padres e hijos son los primeros sentimientos

¿Pero es necesario renunciar a la familia para amar incondicionalmente?
¿Cómo puedes creer que el mundo espiritual exija a uno a renunciar a la familia, si precisamente es en el mundo espiritual donde se creó la familia como forma de estimular en el espíritu los primeros sentimientos? El amor de pareja y el amor entre padres e hijos son los primeros sentimientos que conoce el espíritu, y se desarrollan a partir del instinto de apareamiento y el de protección de los progenitores por sus cachorros. Lo único que os digo es que para avanzar en el amor hay que abrirse a compartir, a ampliar el concepto de familia, considerando como parte de ella a todo ser espiritual. Mirad: es imposible que haya una auténtica hermandad en la humanidad si uno establece categorías a la hora de amar: los de mi familia primero, los de mi pueblo primero, los de mi país primero, los de mi raza, cultura y religión primero. Y si me sobra algo, para los demás. Esto es una forma de egoísmo disfrazada, porque lo que se da es siempre a cambio de recibir algo, no de dar sin esperar nada a cambio. Por ello, a la hora de dar se establece un escalafón, que pone primero a los que nos pueden dar más, segundo a los que nos pueden dar menos y deja fuera a los que no nos pueden dar nada. Este comportamiento egoísta vulnera la ley del amor, por mucho que haya cierta gente que intente justificar la solidaridad sólo para abonados. En el momento en que tú excluyes a alguien del derecho a la solidaridad, esta palabra deja de tener sentido. Un ejemplo de hasta dónde se puede llegar con este tipo de egoísmo colectivo lo tenéis en el nazismo, que predicaba una supuesta solidaridad de raza, que se forjó a costa de suprimir y eliminar los derechos de las demás razas y creencias, y el libre albedrío de cada individuo.

Has hablado de que existe apego en la etapa de la vanidad y también en la de la soberbia. Parece que es un egosentimiento bastante difícil de superar.
Así es. El apego se inicia en la etapa de la vanidad y no se supera hasta el final de la etapa de la soberbia
¿Entonces no existe ningún avance respecto al apego a medida que se va avanzando espiritualmente, desde la vanidad a la soberbia, pasando por el orgullo?
Por supuesto que sí. Pero los avances siempre son graduales. Ni es de la misma intensidad ni se alimenta de lo mismo el apego en el vanidoso, que en el orgulloso y que en el soberbio. En el vanidoso el apego es mucho más intenso, menos respetuoso con el libre albedrío de los demás, por el escaso desarrollo del sentimiento, y se alimenta del deseo de ser complacido y atendido, y de la debilidad del vanidoso para avanzar por sí mismo. En el orgullo y la soberbia el apego es menos fuerte, ya que está siendo substituido paulatinamente por el amor, (hay una mezcla de ambos, amor y apego) y se alimenta del temor a no ser querido o del miedo a perder a los seres queridos.

¿Cómo se vencen la avaricia y el apego?
Lo contrario de la avaricia es la generosidad, es decir, que para vencer la avaricia hay que desarrollar la generosidad, tanto material como espiritual. La avaricia y el apego se vencen compartiendo lo que uno tiene con los demás, tanto a nivel material como espiritual.

Codicia-Absorbencia
La codicia es el deseo excesivo de querer poseer cada vez más (y aquello que se codicia pueden ser tanto bienes materiales como de cualquier otra entidad), aunque eso perjudique a otros. El codicioso es aquel que nunca está conforme con lo que tiene y quiere siempre lo que no tiene, también lo que tienen los demás, y no para hasta conseguirlo. Los codiciosos son espíritus derrochadores, porque no aprecian lo que tienen, y envidiosos porque siempre ansían poseer lo que tienen los demás. Cuando el espíritu pasa de la vanidad primaria a la vanidad avanzada, la codicia material se va transformando en codicia espiritual o absorbencia. Llamamos absorbencia a cuando la persona intenta, consciente o inconscientemente, atraer la atención de otras personas para satisfacción de sí misma, manipulando los sentimientos, para que los demás estén pendientes de ella el máximo tiempo posible, sin preocuparse de si de esta forma vulneran o fuerzan el libre albedrío de la persona a la que quieren absorber. Por ello, la persona dominada por la absorbencia tiene gran dificultad en respetar a los demás, ya que suele pensar sólo en sí misma. La persona absorbente busca llamar la atención a toda costa y suele utilizar el victimismo para conseguirlo. La absorbencia está muy relacionada con el apego y suele ocurrir que ambas formas de egoísmo se dan al mismo tiempo con intensidad semejante, es decir, el que sufre de apego suele ser absorbente. Los celos suelen ser muchas veces una mezcla de apego y absorbencia. A las personas codiciosas-absorbentes se les suele despertar la envidia, o sentimiento de animadversión hacia aquellos que poseen lo que uno desea y no tiene, y este objeto de deseo puede ser una posesión material en el codicioso o espiritual en el absorbente.