En 1961, un desconocido Brother Philip editaba en Inglaterra una obra controvertida: “El Secreto de los Andes”. El extraño libro, repleto de esoterismo, hablaba de los misterios del lago Titicaca y la existencia de un sacerdote llamado Aramu Muru como líder de una secreta “Hermandad de los Siete Rayos”. ¿Existen esos maestros ocultos?
Un santuario escondido en el altiplano
El libro de Philip cayó en mis manos cuando era un adolescente. Me intrigó sobremanera, ya que el primer punto que exploré en relación a los intraterrestres en Perú fue, precisamente, el lago Titicaca. Curiosamente, con los años, también visitaría los mismos enclaves que menciona Philip en la cordillera de los Andes y en la peligrosa selva amazónica peruana. Entonces me preguntaba: ¿cómo llegó a obtener esas informaciones? Al parecer, su libro “El Secreto de los Andes” fue una copia no autorizada de las experiencias de un grupo místico de California que ya había estado en Perú y Bolivia por “encargo” de la Hermandad Blanca. Su líder ―hoy desaparecida―, Sister Thedra, había sido la protagonista y depositaria original de esos extraños conocimientos que Brother Philip desparramaba en su controvertido libro.
Arriba: Sister Thedra y Brother Philip, los primeros impulsores en hablar de esa esquiva "Hermandad de los Siete Rayos".
Thedra, o más bien, Dorothy Martin, había fundado en Shasta, al norte de California, su “Asociación Sanat Kumara”, con el objeto de preservar los mensajes de sus Maestros que, presuntamente, conoció en Perú luego de sobrevivir a un cáncer linfático en su Chicago natal. Se cuenta que permaneció cinco años en los Andes, y que con toda la información reunida volvió a los Estados Unidos para continuar su labor bajo el encargo de la oculta Hermandad de los Siete Rayos. Producto de su insólita experiencia, en 1955 publicó el “Registro Thedra”, libro que causó tremendo impacto en diversos grupos espirituales, esotéricos y de contacto extraterrestre. Esa obra habría sido la base de la posterior publicación de Brother Philip. Cosa que no le gustó para nada a Thedra.
En una nueva edición de su polémico “Registro Thedra”, Dorothy Martin se tomó el trabajo de publicar la siguiente aclaración sobre el libro de Brother Philip. Cito textual:
“En 1955 estas transcripciones fueron dadas al público por primera vez. Muchas manos, muchos trabajadores en la luz ayudaron en su preparación. Desafortunadamente, este material fue recientemente plagiado y publicado en un libro titulado EL SECRETO DE LOS ANDES. Fue hecho sin autorización, sin permiso de la Hermandad de los Siete Rayos” (Registro Thedra).
Me resultaba imperante mencionar todo esto porque el libro de Philip influyó muchísimo en diversos grupos de contacto, místicos y toda clase de exploradores que se lanzaron en búsqueda de esa hermandad y sus conocimientos. Independientemente de que esa comunidad espiritual de Maestros andinos existe, y que muchos de los lugares que menciona Philip efectivamente son Retiros Interiores de la Hermandad Blanca, lo cierto es que su obra mezcló todo ello con Maestros Ascendidos, extraterrestres, y hasta ángeles. Aunque sabemos de la conexión que une tan variados temas, la forma como Philip los planteó fue, según nuestra humilde visión, distorsionada. Probablemente por las creencias esotéricas de su época.Philip, en realidad, era George Hunt Williamson, un entusiasta norteamericano por estos temas que fue estrecho colaborador y hasta testigo presencial de los encuentros cercanos del contactado George Adamski. Un detalle curioso…
Otro dato: se cuenta, además, que en 1957 Hunt Williamson conoció en persona al principal difusor del enigma de Marcahuasi, el Dr. Daniel Ruzo, viajando juntos a la meseta andina donde, al lado del explorador Gene Savoy ―descubridor del centro Chachapoya “El Gran Pajatén”― observaron la evolución de varios ovnis. Ante el acontecimiento, se dice, Hunt Williamson huyó aterrado meseta abajo. No obstante a esta experiencia, publicó en 1959 “Road in the Sky”, obra que ya se adentraba en el tema de las humanidades desaparecidas y seres de otros mundos. Hay que decir que buena parte de las informaciones de este primer libro fueron retomadas y complementadas posteriormente en “El Secreto de los Andes”, que fue publicado dos años más tarde y citando, como no podía ser de otra forma, a Marcahuasi. Es importante entender estos vaivenes en la publicación del libro de Philip por su enorme influencia en la búsqueda de la Hermandad Blanca del Titicaca.
Pero al margen de todo ello, Aramu Muru, Meru, o “Azur-Mah”, es un personaje real que habría existido físicamente hace miles de años atrás. Y de hecho una leyenda local lo conecta con la Puerta de Hayumarca que se encuentra en Puno (Perú) frente al lago Titicaca. Ese fue uno de los primeros lugares de poder que exploramos tras la estela de los Maestros.
Pues bien, la historia que uno escucha en el lugar sostiene que el sacerdote de Lemuria “desapareció” en la Puerta de Hayumarca para esconder de los españoles el disco de oro que trajo consigo. Pero esta historia involucra entredichos. Por un lado, la conquista fue hace 500 años, no en tiempos post lemurianos. Y por otra parte, hay sólidas informaciones que señalan el Qoricancha del Cusco y la huida al Antisuyo en el Siglo XVI como la vía de escape del Disco Solar a su lugar final de descanso: Paititi. Al menos, esa es la historia de ese disco (en otro artículo ya vimos que no es el único).
Además, como adelanté, varios escritores esotéricos confunden Mu y Lemuria. Hay que decir que ambos son dos mundos distintos. El primero, evoca un presunto continente desaparecido en el océano Pacífico: la Kasskara de los indios Hopi, cuyos posibles restos se amparan en Pascua, Tahití, Samoa, las islas Cook, las Tongas, las Marshall, las Kiribati, las Carolinas, las Marianas, Hawai y las islas Marquesas (entre otras). De allí provendría Aramu Muru. Y, por otro lado, “Lemuria” fueron vastas tierras que, en una época muy antigua, se hallaban unidas a África y Madagascar: la cuna del ser humano, en el actual océano Índico.
Ahora bien, separando a un lado estas teorías, y estudiando detenidamente la información disponible en el lugar, es inevitable rendirse a los indicios de que en el altiplano peruano-boliviano hay un misterio de grandes proporciones que hasta el día de hoy no ha sido del todo desvelado. ¿Quiénes fueron los seres que guiaron a Thedra hacia los Andes? ¿Por qué los mismos lugares que visitó Philip en los años 50 son frecuentados en la actualidad por distintos grupos de contacto extraterrestre? ¿Existe, realmente, la Hermandad de los Siete Rayos?
Arriba: Mapa que recrea la posible migración de los supervivientes de Mu.
La Hermandad de los Siete Rayos
En el "Registro Thedra" (gracias a mi recordado amigo Willy López de Lima, tengo una copia conmigo), se afirma:
"La Abadía es un punto focal para la Hermandad de los Siete Rayos. Está en el Lago Titicaca, mirando al Valle de la Luna Azul..." (Pág 179).
Y en “El Secreto de los Andes” también hallamos otra información referida al altiplano y la ubicación de la perseguida comunidad de hombres sabios. En ella, Philip afirma que dos personas de Estados Unidos tuvieron acceso a la Abadía en 1957. Dice que fueron asistidas por un hombre desconocido ⎯tal como se les había señalado en experiencias previas⎯, para conducirlos a un valle escondido en los Andes peruanos. Se cree que esto ocurrió en el norte de Puno. Pero también hay otras versiones que sitúan actualmente ese “Retiro” en algún lugar de Cusco. Lo cierto, es que ese templo no se llama “Abadía”. Ese es un término religioso que el grupo de Thedra acuñó. Para la Asociación Sanat Kumara en el presunto monasterio de la Hermandad de los Siete Rayos hay una organización mística, que empieza por un Aspirante; luego, más arriba, está el Novicio, Fraile, Monje, Prior y, finalmente, en la cúspide, el Abad. Por eso le llaman “Abadía”.La palabra “Abad”, aunque se origina en viejos monasterios de Siria como un título honorífico para señalar a un hombre sabio y santo, se hizo muy conocida en los templos cristianos, inicialmente en la Europa de San Benito. Dudo mucho que la Hermandad Blanca emplee ese tipo de denominaciones tan cargadas de religión. Creo que es más una forma simbólica para referirse a la sabiduría o pureza de esos Maestros que protegen los santuarios perdidos de los Andes.
Y sobre la contradicción de que la “Abadía” se halle en Puno ⎯como originalmente sugiere Thedra y Philip⎯, o Cusco, ésta se resuelve al saber que no estamos ante un santuario, sino tres: en experiencias de contacto físico los Guías extraterrestres afirmaron que eran tres enclaves, uno ubicado al norte de Puno, el otro al norte de Cusco, y el tercero, al este de la célebre meseta de Marcahuasi (ver Informe Celea, 2001).
La Hermandad de los Siete Rayos sería un “brazo” de la Hermandad Blanca. Algunos chamanes andinos aseguran su existencia, y dicen que esa sociedad de sabios no es milenaria, sino más reciente: habría sido fundada por los grandes magos y sacerdotes del Tawantinsuyo luego de la conquista española en el Siglo XVI. Como fuere, algunos creen que no es casualidad que los incas tuvieran una bandera de siete colores. Esa bandera, aseguran, encerraba verdades metafísicas, como si de principios universales se tratara. Es la sabiduría que aún mantiene la Hermandad de los Siete Rayos. Sin embargo, la bandera de siete colores inca es un mito para la Academia Nacional de Historia del Perú. El tema, como vemos, es complicado.
Para los historiadores peruanos, en el imperio inca no existió el concepto de bandera, y por tanto éste nunca tuvo una. Así lo ha afirmado la historiadora e investigadora del Tawantinsuyo María Rostworowski, quien al ser consultada sobre la bandera de los siete rayos de colores, contestó:
"Les doy mi vida, los incas no tuvieron esa bandera. Esa bandera no existió, ningún cronista hace referencia a ella".
Al margen de ello, en mis distintos viajes a Puno y Cusco he escuchado de boca de ancianos chamanes alusiones a esa “Hermandad Perdida”. Lo hablé hace muchos años con Antón Ponce de León, cuando le visité en Samanahuasi, Urubamba, allá por 1994. El autor de “Y… El Anciano Habló”, sabía de esas hermandades secretas en los Andes, y que no era una comunidad, sino varias…
Los indios Qéros también lo saben. Tuve la ocasión de participar de dos expediciones al último reducto inca en los andes de Paucartambo (1996 y 2000). Aquellos hombres sabios de la montaña también hacían referencia a una sociedad de “Altomisayocs” que viven en comunidades aisladas, que se comunican telepáticamente y que pueden cambiar su apariencia humana por la de un ánimal, entre ellos, un gran cóndor blanco. Lo sé, suena a una locura. Pero esos mismos “poderes mágicos” poseían los primeros sacerdotes mayas, en México. ¿Se trata de otra casualidad?
Arriba: un representante de la comunidad Q´ero comparte una histórica reunión con el Dalai Lama en el Qoricancha (Cusco, 2006).
Los Q´eros ⎯algún día escribiré sobre ellos⎯, saben de éstos y otros misterios. Pero no es fácil hablar con ellos: los más ancianos, y de mayor jerarquía espiritual, nunca bajan a la ciudad del Cusco. Ellos permanecen en sus aldeas, emplazadas en la frías alturas de los Andes. Para llegar a ellas, hay que montar una verdadera expedición, con largas caminatas a más de 5,000 metros de altura.
Pero todos coinciden en algo: si hay un lugar donde se debe empezar a buscar, es en el lago Titicaca, ya que allí empezó todo…
Señales en el Altiplano
Ya en 1977, la arqueóloga María Scholten de d’Ebneth sacudió los cimientos de la arqueología al publicar sus investigaciones sobre “La Ruta de Viracocha”. En dicho estudio, la señora Scholten demostró que diversos puntos arqueológicos de Bolivia y Perú—lugares que las leyendas marcan como “zonas de paso” del misterioso dios instructor Tecsi Viracocha— estaban magistralmente alineados con el uso de la geometría, poniendo así, sobre el tapete, los genuinos conocimientos científicos de las antiguas culturas andinas. Esto resulta inquietante porque lo primero que uno se pregunta es: ¿quién fue Viracocha? ¿Otro sacerdote salvado de las aguas como Aramu Muru, uno de los presuntos “maestres” de la Hermandad de los Siete Rayos? ¿Ambos no serán acaso el mismo personaje? ¿Por qué determinados lugares de poder se hallan “enlazados” por figuras geométricas? ¿Forma parte de un plan?
En Bolivia es bien conocida la disposición de los nevados Illimani, Illampu y Tiahuanaco —todos importantes centros de poder— en un sospechoso y perfecto triángulo.
Es importante mencionar que los grupos de contacto de Bolivia han vivido contundentes experiencias en los nevados antes citados, que son además lugares de continua actividad ovni. A todo esto podría añadir el enigma del Gran Tajo Rocoso o Desaguadero, que habría sido “abierto” por el dios Thunupa ―asociado también a la figura de Viracocha― en la playa de Chacamarca. Se piensa que el origen del Gran Tajo Rocoso es artificial, una singularidad sospechosa que permite drenar controladamente el lago sagrado y formar otros lagos menores como el Aullagas o Poopó.
El agudo escritor e investigador boliviano, Guillermo Lange Loma, aborda con valentía estos puntos extraños del altiplano en su libro “El Mensaje Secreto de los Símbolos de Tiahuanaco y del Lago Titikaka”, señalando además los sospechosos e impresionantes plegamientos que se observan a ambos lados del tajo de Thunupa, lo cual sugiere ese posible origen artificial. El Gran Tajo Rocoso puede ser visto desde el espacio, al igual que el lago sagrado, lo cual tampoco sorprende porque el Titicaca es —y de esto estoy absolutamente seguro— un importante señalizador planetario.
Debo reiterar que la “conexión” se percibe cuando se pisa estas tierras. Se siente en el aire, en la vegetación, en el azul del lago, y hasta en las piedras de las ruinosas paredes presuntamente incaicas de la Isla del Sol. Según nuestras observaciones, en la isla se encuentran numerosos túneles, que lamentablemente han sido tapados y enterrados por la superstición de la época feudal boliviana, tal como ha ocurrido también en Perú y Ecuador. Pero a pesar de ello, encontramos, luego de diversas indagaciones, la posible entrada —obstruida también, por cierto— del túnel que se afirma conecta con la Isla de la Luna y, por si esto fuera poco, desde allí con Cusco en el Perú. Cualquiera que ve esto, no podría evitar pensar que el legendario Manco Capac ―el primer Inca del Imperio del Tawantinsuyo― y sus hermanos viajaron al Cusco bajo tierra para salir por las cavernas de Pacaritambo.
Ignoro cuál fue el lugar exacto donde Thedra inició su contacto con los miembros de la Hermandad de los Siete Rayos. Pero sin duda ello pudo haber ocurrido en cualquier lugar del Titicaca, o en sus alrededores…
Hay uno en particular que suele ser referido por los exploradores.
Me refiero a Hayumarca, “La Ciudad de los Espíritus” en aymará.
¿Fue en Hayumarca donde Thedra entró en contacto con los Maestros?
¿Por qué tanto Thedra, como Philip, ni siquiera la mencionan, si es que realmente visitaron Puno? ¿No la conocieron?
Arriba: Ricardo González en la Puerta de Aramu Muru, en Puno, Perú.
La Puerta de Aramu Muru
Lo que más cuentan los lugareños sobre el portal de Hayumarca es que éste se “abre” ante las personas correctas, caminantes que fueron invitados a franquear sus misterios. Esa entrada, o lo que fuese, sería espiritual, aunque hay relatos de traspasos físicos. Este fenómeno no ocurre siempre, pero cuando sucede, hasta el clima responde con fuertes tormentas, como si invisibles fuerzas de la naturaleza se activaran cuando el traspaso está por ocurrir. Huelga decir que no hay una fecha exacta para que esto suceda, pero los más ancianos dicen que los solsticios y equinoccios son “buenos momentos” para preguntarle a la Puerta. ¿Preguntarle a la Puerta? Los ancianos dicen que Hayumarca también funciona como un “oráculo”. Luego de varios viajes, investigaciones y experiencias allí, estamos seguros de ello. La Puerta no es sólo un umbral, sino un verdadero Templo.
No tenemos mayores rastros de su historia. De hecho, no se podría decir que es inca. Parece ser más antigua que el propio Imperio del Sol. El propósito de tallar una puerta ciega en semejante roca no deja de ser un misterio que ha taladrado la mente de muchos estudiosos. ¿Será efectivamente una puerta interdimensional a otra realidad, donde aguardan los Maestros intraterrenos? ¿O es solo un oráculo chamánico que se remonta a otros tiempos?
Como sea, nosotros fuimos testigos de varios fenómenos en el lugar, todos concentrados en torno a esa enigmática puerta.
Casi al centro de su pequeño pórtico, se puede apreciar una honda marca circular, que coincide con la ubicación del llamado chakra coronario si una persona agacha la cabeza para arrodillarse. Este detalle lo comprobamos cuando unos pequeños niños del pueblo nos contaron que en 1996 un grupo de personas, vestidas con túnicas azules y blancas, se inclinaban ante la Puerta cantando unas palabras extrañas (mantras). Nos contaban que tres de ellas hacían el trabajo: un hombre vestido de blanco, al centro, como arrodillado ―en un momento estuvo de pie y tenía en sus manos como un libro que lo leía en voz alta― y los otros dos acompañantes, vestidos de azul, en los extremos. Quien nos entregó la versión detallada de esta historia era el niño que fue testigo presencial del hecho al esconderse detrás de unas rocas y ver lo que sucedía. Aquel niño nos comentó, además, que vio cómo la puerta se abría y de su interior salía algo así como humo y una luz muy brillante, en donde el hombre vestido de blanco ingresó, y luego de algunos minutos, salió cargando dentro de un saco unos objetos metálicos…
Al margen de que este relato sea cierto o no, lo curioso es que coincidía con nuestras primeras observaciones. El pequeño marco que los visitantes denominan “puerta”, no es sino un altar donde el caminante debe arrodillarse ―como en un templo―. La “puerta”, en realidad, es el marco grande, de unos siete metros de altura, un acceso diseñado para un gigante... También supimos que la marca honda en la pared de roca era en el pasado la cuenca donde un cristal verde, al parecer poseedor de extraordinarias cualidades mágicas, se hallaba engarzado cual llave de ingreso a este Retiro Interior. Esa piedra es conocida en la sabiduría incaica como la sagrada Umiña, “la esmeralda de poder”, un elemento que nos acompañará en nuestra aventura hasta pisar las mismísimas arenas del desierto de Gobi. ¿Quién le entregó ese cristal de poder a los incas? ¿Qué relación guarda con los seres del mundo subterráneo? ¿Qué facultades tiene?
Presuntamente, ese cristal verde estuvo en Hayumarca, y habría sido quitado de la Puerta para ser escondido en las profundidades del lago Titicaca.
El cristal “abría” la puerta. Permitía al sacerdote ingresar al Retiro Interior que supone ser Hayumarca. Pero con la ausencia del objeto mágico, será el potencial psíquico del aspirante quien aporte la pieza clave para penetrar la membrana que separa el mundo de los sabios intraterrenos de nuestra realidad efímera. Esa pieza “psíquica” no sería otra cosa que la glándula pineal, asociada al esotérico “tercer ojo” que tanto estudian los iniciados. Algunos chamanes y místicos, con la intención de acelerar ese estado de “conexión” que supone el despertar de la glándula pineal, han utilizado bebidas alucinógenas como la Ayahuasca. Sé de varios grupos que se han reunido en la Puerta para penetrarla a través del “espíritu” de la bebida sagrada. Quienes lo hicieron dicen que la Ayahuasca los liberó de su cuerpo físico para cruzar el umbral de roca en una suerte de viaje astral. Pero debo decir que el abuso de estas bebidas para procurar experiencias místicas no es buen consejero. Más aún cuando el mismo estado de conexión que brinda la Ayahuasca puede ser generado a través de la práctica de la meditación que, también sea dicho, “activa” la propia glándula pineal.
Todo esto puede sonar descabellado. Pero los ancianos de los Andes lo saben. Saben que esas “puertas ciegas”, aparentemente muertas o dormidas, pueden ser cruzadas por un peregrino que vea más allá de sus ojos físicos. Probablemente, por esa razón, lugares como la Puerta de Hayumarca han permanecido ajenos al profano. En todo caso, más allá de las capacidades psíquicas que se pueda necesitar para acceder al misterio de esos lugares, la mención de objetos de poder, como el cristal verde o el disco de oro de Aramu Muru, no deja de ser inquietante, pues se trata de algo sólido y concreto, aunque oculto por sus pretendidas facultades sobrenaturales. Ese tipo de objetos han rodeado los relatos de la Atlántida ―como el extraño oricalco que citó Platón, o las piedras tuaoi que sugirió el sensitivo norteamericano Edgar Cayce―. ¿Acaso Aramu Muru no venía de tierras lejanas que se hundieron? ¿Trajo consigo la tecnología de su mundo olvidado?
De lo que no tengo duda es que esas hermandades existen. Y que 500 años después de la conquista española siguen vivas. También estoy convencido de que la Puerta de Aramu Muru ⎯independientemente de las mil versiones que hay sobre este personaje y su origen⎯ es un umbral real que conecta con el secreto.
Un secreto que, como dicen los ancianos chamanes, empieza a orillas del lago sagrado. Es tiempo de que lo que estaba oculto, salga a la luz.