A propósito del próximo viaje a Ushuaia-Argentina me parece pertinente enviar estos informes que están íntimamente ligados con el mismo.
Un abrazo a todos.
Elard Pastor
Lima-Perú
INFORME KAYONAUshuaia, Tierra del Fuego, 12/13 de diciembre de 2004
Cada vez que me ha tocado relatar y describir una experiencia de contacto al lado de los Guías extraterrestres, las palabras me han limitado. Es difícil plasmar tan bellas e intensas vivencias. Sin embargo, por la importancia de lo vivido, y desde luego el mensaje y las profundas enseñanzas que involucra un contacto, vale la pena intentarlo. Y seguramente, a pesar de tratarse sólo de palabras escritas, quizá éstas puedan transmitir parte de la energía recibida en aquellas inolvidables experiencias. Ya ha sucedido antes: El mensaje llegará a quien tenga que llegar.
En diciembre del año pasado, me tocó vivir un nuevo encuentro físico con los Hermanos Mayores; una experiencia diferente pero complementaria a todo lo que anteriormente enfrenté. Han pasado siete meses desde aquella vivencia, siete necesarios meses de reflexión. Un tiempo que tomé por recomendación del Maestro Joaquín. Ciertamente él “ve el futuro”, y por ello tiene esa magia para orientarnos a través de consejos que, en una primera instancia, nos resultan incomprensibles o irrealizables. Pero así opera la Misión. Posee mecanismos mágicos y perfectos.
Procuraré ser breve y sencillo en narrar cómo se dio la invitación y las concretas confirmaciones que se sucedieron, una tras otra, para respaldar este contacto con la ciudad perdida de la Antártida. Que su luz llegue a todos.
Primera Parte
La invitación
Aunque la experiencia se concretó a fines del año pasado, en realidad hubo un largo proceso de preparación. Resultaría muy complejo citar aquí todas las experiencias y comunicaciones que se fueron sucediendo a lo largo de unos cinco años, todas ellas mencionando el sur de América como un punto marcadamente especial. Y es que desde 1998 —de acuerdo a lo que afirmaron los Guías extraterrestres, un nuevo “Año de los Símbolos o Semiótico” — los mensajes señalaban un Retiro Interior de la Hermandad Blanca oculto tras la leyenda de la “Ciudad de los Césares”. Ese fue el punto de inicio. Así, a partir del año 1999, y siempre desde Bariloche, se llevaron a cabo diversos viajes y salidas en el sur del mundo para aproximarse al templo secreto de la Patagonia. Todo esto nos llevaría más tarde a la existencia de Kayona.
Según los Guías, al margen de la existencia real de un Retiro Interior en la Patagonia, el enigma nos situaba aun más al sur, concretamente en la Antártida. ¡Nos hablaban de una ciudad perdida que se congeló súbitamente hace decenas de miles de años y que quedó atrapada en el hielo!
El 10 de noviembre de 2001, Antarel entregó este importante mensaje en Bariloche:
“La Ciudad de los Césares aún aguarda vuestros pasos. Como les ha sido revelado, en este sector de la Patagonia, las leyendas e historias que circulan sobre aquella ciudad perdida, ocultan en realidad un Retiro Interior de la Hermandad Blanca. Su importancia estriba en un secreto que custodia, una pieza clave del Libro de los de las Vestiduras Blancas que les será de suma utilidad para la comprensión de los nuevos trabajos a desarrollar en Sudamérica.
Han sido apoyados. Y vuestra entrega y disposición no sólo abrió un camino, además han logrado acceder a los destellos mismos que emana este conocimiento ancestral, que mantiene vivo los recuerdos de una civilización superior que vivió aquí, y que compromete la Antártida. Para encontrar realmente aquella “llave”, muchos cambios tendrán que ocurrir en la Tierra...
La llave es una ciudad física, oculta bajo el hielo de la Antártida; ello debido a un cambio de eje del planeta que alteró significativamente el clima y equilibrio energético del globo. Dada la importancia del secreto que yace en esta ciudad oculta —y cuyos orígenes se encuentran relacionados con la leyenda y existencia real de la Ciudad de los Césares— la Confederación dispuso instalar 3 bases en sus cercanías. Ustedes se hallan en contacto y en conocimiento de una de estas bases. Las dos restantes guardan fines científicos. Cuando se hallen listos, y las condiciones lo permitan, visitarán físicamente aquella base que poseemos en la Antártida. Con el tiempo tendrán mayores pautas y claridad”.
Curiosamente, diversos grupos, y muchos de ellos ajenos a las afirmaciones de este mensaje, empezaron a recibir información sobre la existencia de esta ciudad perdida en la Antártida, enclave que ya se empezaba a vincular con la antigua Lemuria. Lo más inquietante resultaba la “invitación” a acceder físicamente a una de sus bases o instalaciones. Y debo decir, que a pesar de haber recibido claras comunicaciones que me señalaban para esa primera experiencia con Kayona —por cuanto el trabajo aún no ha terminado—, me permití dudar y hasta “olvidar” la posibilidad de una vivencia semejante. Ingenuamente pensaba que todo lo que ya me había tocado vivir era más que suficiente. Como fuere, si esta invitación era real —pensaba—, los Guías encontrarían la forma de sacarme de mi tozudez.
Y ello sucedió finalmente al pie del Licancabur, en noviembre del 2003.
Como recordamos, el objetivo de este viaje era activar el disco solar del apagado volcán que comparte Chile y Bolivia. En verdad nadie esperaba un contacto físico allí. Y menos yo, que sólo iba acompañando a los grupos de Santiago. De hecho el mensaje que anunciaba mi encuentro esa noche con los Guías lo recibieron Aurora Zamora y Mauricio García. Y a pesar que pretendí evadirlo, mis queridos amigos me advirtieron de que habría una confirmación previa para este contacto, exactamente a las 9:00 p.m. Y precisamente a esa hora, apareció una nave madre sobre la laguna verde, toda ella adornada en un racimo de luces que la “vestía” magnífica en el cielo. Todos la contemplamos contentos, y Cristian Vallejo, desde su carpa, vio además al Guía Antarel, físicamente, de pie y cerca de las ruinas que habíamos empleado como zona de acampe al pie del volcán. Yo fui al encuentro de Antarel, y fue así, en esta “sorpresiva” experiencia, en donde el gigante de Apu me ratificó la invitación para Tierra del Fuego y mi “traslado” desde allí a Kayona. Tenía un año para prepararme, pues Antarel me transmitió que el 12 de diciembre de 2004 era la fecha de contacto. Esta fecha no la mencioné en el Informe Licancabur, y sin embargo otros grupos también la recibieron, como el de Bariloche. Serían ellos precisamente, con hermanos de Trelew, Santiago de Chile y mi esposa Iara, quienes integrarían el equipo que iría a la cita en Tierra del Fuego.
Así se fue dando forma al viaje. Numerosos mensajes, recibidos por diferentes antenas y en lugares distintos, aportaron valiosos detalles. A continuación algunos extractos de ellos:
Bariloche, Argentina, 10 de octubre 2003.
“Sepan que es importante que lleguen unidos y con la conciencia del momento actual.
Ushuaia abrirá sus puertas y Bahía Lapataia será el lugar de sus trabajos. Entrarán en contacto con nosotros y allí les guiaremos.
Al hermano Nordac díganle que se sienta preparado pues así lo está. Que la vida diaria y familiar le dará la fortaleza y equilibrio para cumplir con lo que se espera de él. Pueden invitar a algunos grupos, mas háganlo de un modo discreto y a los hermanos que ya conectan con ustedes. De Chile se espera que participen.
En el viaje tomen conciencia de que van transitando en la Luz de una Tierra Virgen, apenas contaminada de egoísmo y crueldad, por eso aprovechen para trasmutar con sus cadenas todo aquello. No compliquen sus vidas, sólo dejen que se sucedan los días y si están en la correcta actitud, todo se dará. Confiamos en ustedes. (Antarel)”.
Tijuana, México, 10 de septiembre del 2004.
“Sobre la consulta que nos haces de la invitación a Kayona, estate tranquilo que estamos apoyándote y protegiéndote. Aquellos que sientan este contacto, y que guardan sintonía con la invitación que te hemos extendido, podrán acompañarte como testigos a Tierra del Fuego. No será un grupo muy numeroso. Ya verás, como ha sucedido antes, que todo está bajo un orden pre-establecido. A los hermanos de Argentina les sugerimos mantener la unidad de los grupos y la preparación. Es una pauta que no debe ser desestimada por los grupos de la Misión a escala mundial, pues la oscuridad está procurando enfrentarlos, dividirlos, y así, con vuestros esfuerzos aislados, no serán lo suficiente para concretar los objetivos ulteriores de la Misión. Estén alertas, porque verán cosas desconcertantes (Oxalc)”.
Bariloche, Argentina, 7 de diciembre de 2003
“Este viaje será de vital importancia, por cuanto las experiencias que les tenemos reservadas, darán paso a la apertura de un momento clave para la Misión y el Plan Cósmico. Recuerden que durante esta experiencia también irán fundando las bases para un futuro viaje a Egipto.
Ustedes saben que la Ciudad de los Cesares que se buscaba no existe, por cuanto las referencias que trascendieron fueron cambiadas por influencias de las fuerzas oscuras que aprovecharon el afán de la conquista y su ambición de riquezas materiales; con esto lograron confundir el verdadero relato que recordaba a la antigua Kayona, la ciudad instalada de antiguo y construida con elementos de la Tierra y de las estrellas, simbolizando, o conmemorando, la intervención, acertada y desacertada, de distintas civilizaciones. El descubrir lo que fue aquello abrirá la puerta a una aceptación masiva de vuestros orígenes cósmicos.
Como bien han intuido y sentido, sobre ustedes y vuestra responsabilidad, hoy cae el peso de la acechanza que pretende apagar la llama de aquella poderosa cultura. Tomen conciencia de esto y se encontrarán con el poder que hay en ustedes, poder que les permitirá, no sólo sobreponerse y seguir andando si no que les dará la claridad para comprender este proceso que están viviendo. Recordarán lo que mora dentro de vosotros y allí saldrán adelante. El amor, la tolerancia y el perdón son las herramientas que salvarán las situaciones de desencuentros.
Salgan a las 12.30 am. y retomen los trabajos. Allí encontrarán que no están solos. Podrán recibirse cristales, más estén atentos por más.
Con todo nuestro apoyo, Antarel y Oxalc”.
“Los esperamos al sur del continente. Deben iniciar el trabajo que no les llevará más de 3 días en el lugar. Deben prepararse. Lo que recibirán es importante.
Nordac tendrá un contacto con Joaquín, que en esta oportunidad develará información vital: “la historia más antigua”.
Saben que esto es la llave para el Gobi.
Si las condiciones lo permiten y su preparación es la adecuada más de uno podrá ser transportado a la Antártida. (Antarel)”
Nota: Los Guías se mostraron en varios avistamientos, en la hora exacta mencionada por el mensaje, y ante todo el grupo que estaba en la salida.
“Los Coroneles”, Olmue, Chile, 10 de octubre de 2004
“Recuerden que en la medida que vuestro planeta se acerque al Real Tiempo del Universo, se irán activando ciertas zonas del mundo donde se cruzan poderosas líneas de fuerza. En aquellos vórtices, donde generalmente culturas del mundo antiguo erigieron sus pirámides y obeliscos, obedeciendo a un conocimiento cósmico, se puede conectar con el pulso temporal espacial. Funcionan como espejos. Concilian dos realidades.
En ciertas oportunidades, a través de nuestra tecnología, y gracias también a vuestras potencialidades psíquicas, hemos abierto “pasos del tiempo”, verdaderas puertas interdimensionales que pueden enlazarles con una realidad que les aguarda tanto como criaturas y como planeta. No es un xendra propiamente. Es una puerta distinta.
Comprobarán que aquellos lugares que visitaron como grupo de contacto no sólo obedecían a la proximidad de nuestras naves o por el magnetismo que poseían, sino porque en esos puntos se encuentran aquellas zonas del “no tiempo” que ustedes pueden percibir, potenciar, y cruzar. Una de estas puertas se encuentra en el extremo sur de América, en Tierra del Fuego. Hemos acondicionado aquel umbral para un traslado físico a Kayona (Antártida). Sólo déjense fluir, y no permitan que nada les aleje de este objetivo.
Recibirán un conocimiento revelador. Una pieza importante en el rompecabezas del Plan Cósmico. Se otorgará la clave de los Discos Solares, tal como lo han venido sintiendo desde vuestra incursión en las selvas del Roncador. Pero habrá algo más. No olviden, que mientras más cerca se encuentren de cumplir ciertas etapas de la misión y sus objetivos más íntimos, la oscuridad hará denodados esfuerzos por alejarlos del camino, sembrando confusión y enfrentamientos entre ustedes.
Deben tener presente, que en un futuro, Chile y Argentina serán unidos por una ciudad subterránea. El Encuentro Mundial en Capilla del Monte, y la experiencia en Kayona, son los primeros grandes pasos. Pero será a través de Isidris que consolidarán definitivamente los lazos en un trabajo conjunto. Tiene que ser así. (Antarel)”
“Con respecto a la experiencia anunciada para vuestro hermano Nordac, él debe ir sin ni ninguna duda de que ésta se dará, preparado para algo que le tenemos reservado a él y a los hermanos que le acompañen, en un número no mayor a siete. No queremos anticiparles nada para que las expectativas que se puedan generar les desconcentre de los objetivos. Sólo les decimos que la activación del disco solar resguardado en Kayona, pronto se hallará totalmente activado. Trabajen los que sientan ir a la zona austral. Este viaje contará con hermanos comprometidos de las dos naciones, que poco a poco van desechando las fronteras físicas que los separan en un trabajo con responsabilidades en conjunto.
Es hora de retornar a los orígenes. Al lugar donde todo se inició. No deben retrasar más esto. (Antarel y Oxalc).
Bariloche, Argentina, 28 de noviembre de 2004
“El grupo que va a Tierra del Fuego no sólo será testigo de lo que allí sucederá. Si se encuentran atentos y escuchan a su corazón, hallarán el camino a sus propias vivencias de aprendizaje. Quienes van, han sentido el llamado a este viaje porque media un propósito profundo. Más de uno está ligado a la historia perdida de Kayona y del actual extremo sur del mundo. Sabemos que quienes te acompañan son hermanos comprometidos con el mensaje. El Profundo los ha colocado allí.
Desde el día 11 pueden permanecer en el lugar del contacto. Ello les sintonizará con las energías allí depositadas por nosotros. Esperen la señal el día 12.
El 12:12 es la clave. La puerta se abre y el Guía que ya conoces te esperará para llevarte con los Supremos. La puerta a Kayona no es un Xendra. Se ve con el corazón limpio y no con los ojos (Oxalc)”.
Tierra del Fuego
El día 10 nos encontramos en Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, mágica y cautivante, llena de leyendas e historias que van desde los antiguos Onas a las expediciones de Magallanes. El grupo que me acompañó a esta salida tan especial fue conformado por Mariquita y Betina Grosman de Trelew; Maria Esther Irigoyen, Carina Marzullo y Ricardo Zapata de Bariloche; Aurora Zamora y Fernando Varela de Santiago de Chile; y Iara Agnus de Buenos Aires. (Ver foto abajo).
Muchos hermanos habían sentido participar de este primer contacto con Kayona, y de hecho no todos pudieron estar presentes ya que en todo momento procuramos seguir las recomendaciones de los Guías que hablaban de un equipo pequeño. Así, tomamos en cuenta las primeras personas que comunicaron su posible participación, y que desde un principio habían estado sintonizadas con esta tarea; todas ellas, claro está, con importantes experiencias que avalaban su presencia en la salida. No obstante, vimos finalmente que el grupo se había confirmado en nueve integrantes. Ante ello, sugerí que no se dejara a nadie fuera de este viaje, y que fuéramos todos bajo mi responsabilidad, pues las cosas se habían dado naturalmente y ya en el lugar cada uno viviría o aportaría lo que el Plan había reservado. Este tipo de decisiones deben ser bien meditadas, aún más si nos hallamos frente al sabio consejo de nuestros Hermanos Mayores; sin embargo, también los años y los errores cometidos nos han enseñado cómo conducirnos lo más humanamente posible ante estos encargos, sin poner en mayor riesgo el éxito de una experiencia. Y ahora puedo decir que el grupo que participó de la salida a Tierra del Fuego fue perfecto, armónico, y por encima de todo comprometido con el encargo recibido. Uno nunca deja de aprender.
Gracias a las gestiones de Maria Esther, Carina e Iara —que llegaron a Ushuaia unos días previos al encuentro de todo el grupo— conseguimos un vehículo que nos llevara a Bahía Lapataia, un lugar realmente lleno de luz, y que las comunicaciones citaban como coordenada del contacto.
Los Guías nos habían dicho que podríamos estar en el lugar desde el día 11, y sorprendentemente, ¡hasta el día 10 el camino que conduce a Lapataia estaba cerrado! Recién lo abrieron el día 11 por la mañana… Esta situación también nos permitió acampar en el lugar completamente a solas. Ni qué decir del clima. Si bien es cierto hacía frío, no resultaba tan intenso como en los días previos a nuestro arribo. Todo se nos dio de una forma maravillosa.
Se percibía la “mano” de los Guías. Antes de partir a Lapataia, la naturaleza fue tan generosa con nosotros que nos regaló la formación de tres Arco iris, un símbolo poderoso que representa la alianza con Dios y el emblema de la Hermandad Blanca: Tres Círculos Concéntricos. El grupo vio esto muy contento, y al menos pudimos tomar algunas fotografías, aunque en ellas sólo se aprecia uno de los Arco iris (los otros dos desaparecieron en un instante!).
El día 11 lo aprovechamos en meditar y elevar la vibración del grupo. En leer los mensajes recibidos y en compartir nuestras experiencias. Fue anecdótico tener muy pocas horas de noche, pues a las 23:00 h. todavía caían los rayos del Sol y amanecía muy temprano. Le comentaba a los muchachos del grupo el efecto inverso que produjo en nosotros estar tres días al interior de la Cueva de los Tayos (Ecuador), con total oscuridad, situación que a más de uno alteró su reloj biológico.
El día 12, domingo, nos aproximamos a la orilla de la Bahía. Fuimos a reconocer el lugar para trabajar allí. Entonces empezaron a darse las primeras señales de cómo se desarrollaría el contacto.
Los momentos previos
No hallábamos meditando frente a las costas marinas del Canal Beagle. Cerca nuestro teníamos un intrincado bosque de Lengas, que me recordó el sonado incidente del 14 de septiembre de 2004, cuando un objeto luminoso —según los testigos, una bola de fuego de unos 6 metros de ancho por unos 30 metros de largo que terminaba con una cola azul como si fuera una “birome”— fue visto descender a gran velocidad por detrás del Glaciar Le Martial, en el Valle de Andorra. Luego de descartarse cualquier explicación racional (se habló de meteoritos y hasta de una bengala…) un grupo expedicionario llegó al lugar del “impacto” percatándose de que no había cráter, pero sí un posible rastro del fenómeno: un bosque de Lengas arrasado.
Hasta el día de hoy, a mitad de 2005 en que me hallo escribiendo este informe para mi sitio web, el debate sigue abierto; pero llama la atención que entre septiembre y diciembre de 2004 hubo una gran actividad ovni en el sur argentino. Hay que tener en cuenta de que la “bola de fuego” avistada en Ushuaia fue vista desde diversos sectores, incluyendo Río Grande, localidad que se halla a 220 Km. del lugar. Como fuere, nuestro trabajo en la costa estaba concentrado en percibir alguna pauta adicional de los Hermanos Mayores para el contacto que, según los mensajes recibidos, se daría a las 12:12 (24:12 h).
Fue en esa meditación que hicimos donde Antarel me mostró un claro en el bosque, y una imagen desconcertante: una puerta de luz, que lucía como un sutil destello blanco brillante, permanecía flotando sobre el agua. Antarel, en la visión, me pidió que le acompañara a la puerta, y yo dudé, pues ésta estaba sobre el agua y temía ahogarme al intentar llegar a ella. Es de todos sabido que soy un pésimo nadador.
Antarel me instó a que le acompañara, que me tuviera confianza. Y así lo hice, notando que empezaba a caminar sobre el agua al lado del Guía. Sin embargo, estando cerca de llegar a la puerta de luz, me empecé a hundir. Antarel, con su característico rostro lleno de paz, me dijo: “ Te falta más fe ”.
Cuando terminamos la meditación, me sentía avergonzado, pero había comprendido el mensaje del Guía, a pesar de que no veía cerca de nosotros ningún indicio de aquel “claro” en el bosque. En medio de la conversación sobre todo lo que vimos y recibimos, pasó algo mágico: el mar se empezó a retirar. Fue tan evidente, que dejó al descubierto otra playa. Fernando Varela de Chile —“Feña”, como le decimos entre amigos— se animó a echar un vistazo. Casi de inmediato me llamó para que le siguiera. ¡Nuestro amigo había hallado aquel claro en el bosque que mencionaba Antarel! Era de no creerlo. Cuando vi el lugar reconocí de inmediato el paisaje que me había mostrado Antarel, sólo unos minutos antes durante la meditación… Allí también constatamos que había otra forma de llegar a ese claro sin tener que cruzar a la otra playa. Además, como un detalle importante a tener en cuenta, Carina de Bariloche nos comentaría de un sueño que había tenido previo a este viaje, y en donde le mostraron la puerta dimensional abriéndose sobre el agua…
Al ver que todo se estaba dando para la experiencia, y aceptar que durante la visión con Antarel había dudado en seguir hacia la puerta, que me había faltado más convicción, reconocí internamente de que era verdad. Aunque sabía que la experiencia era positiva, real y necesaria, y que internamente estaba llamado a vivirla, “algo” en mí se rehusaba a dar ese último paso para concretar.
Cuando volvimos al campamento les pedí a los muchachos que me dejaran a solas. Necesitaba meditar. Ellos siguieron trabajando e inclusive en la tarde volvieron a la costa del Beagle.
Debo ser sincero: En esas horas en que estuve solo, descubrí que aún estaba afectado por una serie de situaciones y pruebas de todo tipo que se me habían presentado en los últimos meses. En ese momento no entendía el significado y el porqué de aquellas pruebas. Ni recordaba lo que me anticipó Joaquín sobre ello en el contacto de julio de 1998 (San Juan de Iris) y el mensaje del Oráculo de Hayumarca (junio 2004). Sólo me preguntaba: ¿Para qué vivir una nueva experiencia? ¿Qué esperaban los Guías de este contacto con Kayona? ¿Por qué yo otra vez?
Decenas de preguntas se repitieron en mi mente. Y por un momento me sentí solo, con ganas de abandonar, de rendirme. Y lo único claro que escuché en ese instante, como si fuese una brisa, fue: “hermano, sabes que no estás solo ”. Casi de inmediato comprendí…Y más aún el mensaje de la visión con Antarel... Como nunca antes sentí que debía seguir adelante, más allá de todas las situaciones de aprendizaje que tenemos que sortear en este camino, por más difíciles e incomprensibles que fuesen.
Entonces le dije a los Guías que lo haría. Que iría al bosque a la hora designada. Y cuento esto no para dar una imagen de un Richard González comprometido con la Misión de contacto. Yo sólo soy un integrante más de este gran mosaico —siempre lo he dicho—. Sin embargo, he sentido transmitir esta vivencia personal porque sé que a muchos les ha sucedido, o quizá lo están afrontando en este momento ya que estamos viviendo tiempos definitivos y definitorios. El mensaje es sencillo: hay que seguir adelante por que todo esto es real y positivo.
El contacto
Esperábamos de los Guías la presencia de sus naves, que había sido señalada a las 23:30h de aquel día 12 de diciembre como respaldo y aval del contacto con Kayona. Nosotros aguardamos los avistamientos en ayuno silente. Y ni bien iniciamos la práctica, a la hora exacta, una nave se mostró en el cielo; teníamos una “noche” aún clara y que esgrimía unas pocas estrellas. Todos vieron la nave menos yo. Y los muchachos me decían entusiasmados: “Apareció y se desplazó sobre el Cinturón de Orión ”.
Miré al cielo, y sintiendo la presencia de ellos, tan cercana y palpable, apareció otro objeto… Y luego otro más. Estaban allí, moviéndose sobre nuestra ubicación, encendiendo y apagando sus luces como diciéndonos “ Estamos aquí ”. Aurora, mentalmente, le pidió a los Guías que una de las naves viniera en dirección opuesta a lo que estábamos observando. Y así ocurrió en presencia de todo el grupo. Esta escena me recordó una salida con Aurora en Cipreses (Chile), en donde se produjo una comunicación similar con el Guía Antarel, y acto seguido una nave se mostró descendiendo sobre el volcán “El Palomo”. La situación no era muy diferente en Ushuaia. ¡Estaban otra vez con nosotros!
El siguiente paso era dirigirnos al bosque. Prácticamente todo el grupo sintió ir y apoyar la experiencia desde muy cerca. Así, nos encaminamos hacia la costa de la Bahía, en dirección al claro que Feña había descubierto y que el propio Antarel me había mostrado previamente en una visión. ¡Impensable como se estaba dando todo! Tenía una emoción desbordante. Una sensación interior diferente a todo lo que había enfrentado en otras oportunidades.
Al constatar el apoyo manifiesto de los Guías —una vez más en los momentos en que los requerimos— sentí como si estuviese avanzando con un ejército de ángeles, muy asistido y acompañado. No está demás decir que el grupo me transmitía seguridad y determinación. En ningún momento dudaron que todo esto se diera.
Cuando llegamos a la entrada del claro, los muchachos se quedaron haciendo un trabajo de apoyo mientras yo me acercaba a “inspeccionar” el lugar. La idea era corroborar la formación de la puerta dimensional que citaban los Guías. Casi automáticamente estaba siguiendo el “ modus operandi ” para detectar la posible materialización de un Xendra. Y aunque sentía muy cerca al Guía Antarel, y el lugar me resultaba “distinto”, “diferente” —es decir, “algo” había cambiado allí pero no sabía qué—, no veía nada que me sugiriera la puerta que buscaba. Estaba a punto de volver con el grupo cuando de pronto recordé el mensaje que advertía una “puerta diferente” para esta experiencia, que “se ve con los ojos del corazón”. Y me pregunté: ¿Qué sientes hacer?
Y sentía seguir, con la visión en mente de la puerta de luz sobre el agua y Antarel allí esperándome. “Lo que me faltaba —me dije—, si me mojo con este frío…” Avancé seguro y a paso ágil, con los brazos flexionados a la altura de los hombros y las palmas hacia delante procurando sentir cualquier variación en la energía del lugar. Me aproximaba a la orilla, cuando, de pronto, en un instante… Algo había pasado…
Ya no me encontraba en la Bahía Lapataia... Estaba en una playa de finas arenas y ¡de día!, con un Sol impresionante. Y yo con el abrigo encima y los guantes. Sentí el calor, mientras contemplaba el paisaje totalmente desconcertado. ¡Había “aparecido” allí en menos de un segundo!
En el agua de este mar apacible, se hallaban dos hombres muy morenos, altos y atléticos, que me recordaron a los antiguos aborígenes australianos. Recuerdo muy bien que tenían el torso descubierto y ambos portaban como unas grandes jabalinas de madera, y las hundían con golpes rápidos en el agua. Tuve la sensación de que estaban pescando.
Ninguno de ellos había advertido mi presencia allí. Era como si no estuviera. Entretanto yo me preguntaba que tenía que ver esto con la experiencia anunciada con Kayona, si era “real” lo que estaba viviendo, en qué momento “entré” en la puerta…
Entonces decidí acercarme al hombre más próximo a la orilla, y tocarle. Estiré tímidamente mi brazo derecho para llegar a su espalda. Y cuando debería haberle tocado, ¡le atravesé! —como si se tratase de una imagen virtual—, y en un abrir y cerrar de ojos tuve una visión increíble, nítida como extraña: veía desde arriba, desde lo alto, como si estuviese “volando”, una ciudad majestuosa, una mezcla de tecnología avanzada con construcciones de orden piramidal que parecían haber sido levantadas en un material similar al mármol. Veía inclusive gente caminando en una vía muy ancha, y que conducía a una pirámide mayor rodeada de varias cúpulas. Se apreciaban varios jardines, caídas de agua, y sobre todo, paz.
Estaba mirando Kayona, una imagen del pasado antes del desastre.
La Orden de los Vigilantes
Luego de aquella “visión”, en un abrir y cerrar de ojos me encontré al interior de un gigantesco salón. Sentí que me hallaba dentro de esa Gran Pirámide que había visto desde “el aire”. No había nadie. Se percibía una soledad abrumadora, y al mismo tiempo, un ligero temblor en las paredes. Y de pronto tuve frío, viendo cómo las blancas paredes de este templo se cubrían de hielo, mientras una suerte de vapor, en extremo frío —tanto que “quemaba”— ingresaba por los grandes pasillos que convergían en este recinto circular.
Por alguna extraña razón, “sabía” que no todos los habitantes de Kayona eran sorprendidos por este congelamiento súbito de la ciudad. Bajo mis pies, bajo el suelo de este templo, sentía a un grupo de personas refugiándose.
Y entonces la visión de este templo cambió.
Sorprendido, vi a un gran grupo de Guardianes y Vigilantes extraterrestres, muy similares en su aspecto a Ishtacar —el gigante nórdico que conocí en la experiencia que me llevó a Celea—, portando sobre un recipiente, similar a una “bandeja”, un cuenco que parecía estar hecho de un cristal verde, aun más hermoso que una auténtica esmeralda. Despedía un brillo inusual, como si estuviese pulsando energía desde dentro. Como si estuviese vivo…
Los Guardianes y Vigilantes se dirigían a un altar de piedra, que ya había advertido en el centro de este salón. El altar era básicamente una pequeña estela, quizá de un metro y medio de ancho y uno y medio de alto. No puedo estimar su espesor con certeza ya que en esta experiencia estuve ubicado de frente a él. Sobre este “promontorio pétreo” colocaron el cuenco verde. Los Vigilantes se habían dirigido allí formando dos filas; todo lo hacían con solemnidad, como si cada detalle formase parte de un ritual.
Entonces, vi algo que, sinceramente, me conmovió sobremanera:
Los Vigilantes se arrodillaban ante el aquel cristal verde…
¿Por qué lo hacían? ¿Por qué era tan importante aquella piedra? —me decía.
Se me estaba revelando un aspecto menos conocido de los Guardianes y Vigilantes. Un aspecto “místico” en torno a una piedra de poder que es importantísima a escala galáctica. Como me revelaría instantes después el Maestro Joaquín, existe una Orden Cósmica que se inició en torno al simbolismo de este cristal; un elemento inusual de hallar en el Universo, y que en este caso, había sido encontrado en lo que llamamos la Gran Nebulosa de Orión. Esta piedra contiene un importante secreto que involucra la creación del Universo Material, pues es la mente hecha materia, el pensamiento hecho verbo, la luz cristalizada…
Entonces tome conciencia de que todo el tiempo que había observado estas escenas, me hallaba en realidad, físicamente, en aquel Templo de Kayona. Pero en el presente…
De alguna forma, “algo” me había traslado materialmente allí —sin duda la puerta dimensional, pero ya hablaré de ello más adelante—; y aún absorto y reflexivo, intuía que las visiones y escenas relacionadas a la historia de Kayona, me habían sido transmitidas o “proyectadas” por la mismísima piedra verde, que seguía allí, sobre la estela de piedra. Y es que esto ya no era una visión: me encontraba de pie frente a ella, y el Maestro Joaquín ubicado detrás, observando todo en silencio…
Joaquín, vestido con una brillante túnica dorada, se hallaba de pie sobre una suerte de desnivel superior, en el otro extremo del gran salón. Entre el anciano Maestro y mi persona se hallaba aquella misteriosa piedra. Él observaba atento y en silencio mis reacciones, como si estuviese aguardando que terminara de comprender algo. Un segundo después, advertía que Joaquín no estaba solo: flaqueándole por ambos lados, se hallaban, estáticos y también silenciosos, Guardianes y Vigilantes de sólidos trajes plateados, los mismos que acababa de contemplar en la visión que me “compartió” la piedra. ¿Qué hacen allí? —me decía desconcertado—. En la experiencia de contacto en Celea, el propio Ishtacar me había transmitido que en los últimos tiempos los Vigilantes de la Confederación estaban prohibidos de aproximarse a nuestro planeta, que sólo podían operar en el espacio siguiendo sus funciones de protección. ¿Entonces qué hacían en el templo de Kayona al lado del Maestro Joaquín?
—¿Sabes por qué estás aquí? —Habló Joaquín, interrumpiendo mis pensamientos.
—Sé que tiene que ver con aquella piedra —le dije—. Siento que esperan que la toque, pero, ¿para qué? ¿Por qué yo?
—Hay cosas que sólo podrás comprender por ti mismo Nordac. Pero te podemos adelantar que encierran un profundo significado simbólico para todos. No te preguntes porqué tú, sino porqué ustedes, pues cada experiencia que les toque vivir sintetiza el aporte y el caminar de muchos. Si ahora te encuentras aquí es porque fuiste preparado para ello, y porque te corresponde. Siempre seguiste adelante sorteando las pruebas, y atendiste con amor todos los encargos y disposiciones de la Confederación. Fuiste el primero en llegar físicamente a los tres puntos que constituyen el Triángulo de Poder, precipitando con ello una serie de mecanismos que te han traído como consecuencia lógica a Kayona.
—El Triángulo de Poder… Se refieren a Paititi, la Cueva de los Tayos y la Sierra del Roncador. Pero, ¿qué tiene que ver ello con la piedra y mi visita a este lugar?
—Qué sientes —respondió llanamente el Maestro.
Entonces miré la piedra, y sentía una fuerza extraordinaria que parecía salir de ella, y que me invitaba a tocarla… Era como una necesidad de hacerlo.
—No puedo, no puedo tocarla —le dije a Joaquín luego de unos momentos de reflexión.
—¿Por qué no puedes? —me inquirió calmado.
Sin pensarlo, repuse: “Desde que la piedra estuvo en manos de Jesús, su significado ha cambiado para el Universo”.
Aún ahora, escribiendo estas líneas, no logro comprender porqué contesté así. Fue un impulso. Y soy enteramente conciente que mi respuesta —que produjo una expresión de “iluminación” en el rostro de Joaquín— podría asociar la historia de esa piedra con el mítico Santo Grial de Jesús, a pesar de que en ningún momento Joaquín se refirió a ella como la copa sagrada que Cristo empleó en la Última Cena.
Como fuere, al ver que me resistía a tocar la piedra, una cadena de emociones se empezó a desatar en mi corazón, atrapándome en un copioso llanto, en medio de aquel gran salón de la antigua Kayona…
—Tu sola presencia aquí ha permitido la activación de uno de los discos solares —sentenció Joaquín—, y que se encuentra en otra gran cámara, bajo uno de los volcanes durmientes más importantes de la Antártica.
No sientas que has defraudado nuestras expectativas Nordac —añadió—, pues con el transcurrir de los meses verás todo con claridad. Te llevas en tu interior parte de la historia de Kayona, que desde la piedra antigua ha fluido a tu mente para que la puedas recordar cuando termines de comprender
Y el Maestro tenía razón, pues a pesar que enfrentaba muchas emociones en aquel momento, sentía con fuerza que algo había sido depositado en mí. De hecho una serie de visiones, como si se tratasen de flashes de información, latían en mi mente como si las conociese de siempre. La historia de aquella piedra que vino del cosmos, su relación con los Guardianes y Vigilantes, Kayona, e inlsuive, un posible nexo con Jesús.
Entonces Joaquín me explicó que los Guardianes y Vigilantes que se hallaban de pie a su lado no eran otra cosa que sus envases físicos; es decir, los cuerpos que utilizaron en tiempos de Kayona y la protección de la piedra. Sus cuerpos habían quedado allí como recuerdo y símbolo de aquella misteriosa Orden de Vigilantes que tuvo a su cargo uno de los objetos más misteriosos del Cosmos. Ante esta revelación era inevitable asociar la escena con la labor de los Templarios y la protección de reliquias cristianas de gran valor espiritual, como el Arca de la Alianza o el mismísimo Santo Grial. No dejaba de preguntarme: ¿Una Orden de Vigilantes? ¿Cuándo y porqué se fundó? ¿Cómo llegó aquella piedra a la Tierra? Sin embargo “algo” parecía responderme. Sin duda era la información que la piedra dejó en mí y que con el transcurrir de los meses comprendería.
Finalmente, Joaquín aprovechó en entregarme algunos consejos, entre ellos me advirtió que mi trabajo dentro del programa de contacto, adquiriría su mayor relevancia a partir del año 2007, luego de haber cumplido 14 años de preparación con los grupos. Es decir, que todo lo que estaba viviendo era una suerte de “adiestramiento”. Curiosamente, en el 2007 cumplo 33 años, la misma edad de la Misión en la Tierra. Muchas claves y diversos símbolos que giraban en torno a los activadores “14” y “33”, y que me acompañaron desde el inicio de esta aventura espiritual. Los hermanos mayores lo habían “calculado” todo.
El Maestro, atento y sin dejar de mirarme, me sugirió que siguiera difundiendo la existencia y mensaje de la Hermandad Blanca, pues ese era mi principal aporte al interior de este gran mosaico, señalando además que diéramos mayor importancia al trasfondo espiritual del contacto y a todo lo que hemos recibido de ellos en relación a los intensos cambios climáticos que está viviendo la Tierra como parte de su tránsito al Real Tiempo del Universo.
Luego, Joaquín me despidió, diciéndome:
—Te llevarás contigo, aquello que se te mostró inicialmente en Roncador. Es momento de que lo recuerdes.
El Maestro cerró sus ojos y juntó sus manos en actitud de oración; instantes después pronunciaba estas trece palabras:
Emanashi, Sipenbó, Aromane, Xemancó, Urinam, Jasintah, Ilumana, Demayon, Ramayah, Mitakunah, Omsarah, Ulimen, Ion.
—¡Son los nombres de los Discos Solares! —exclamé.
—En esta ocasión no los olvidarás. Ya sabes qué vibración corresponde a cada disco. Los Guías y Maestros sabrán orientarles en su trabajo. Medita en todo esto Nordac. Y aguarda hasta agosto que allí verás todo con claridad. A partir de esa coordenada muchos cambios empezarán a operar en los grupos.
De pronto, en un abrir y cerrar de ojos, me encontraba de pie en la Bahía Lapataia, ubicado en la orilla frente al Canal Beagle. Había “regresado” en un segundo.
Sorprendentemente, sobre el agua, veía un pequeño arco de luz blanca, exactamente igual a la visión que me mostrara Antarel. Entonces escuché la voz del Guía de Apu, diciéndome con ternura:
“Muchos seres en el Cosmos desearían tocar la piedra. Y tú estuviste frente a ella y no lo hiciste. Fue un actuar humano, y ello estuvo bien”.
Me caían las lágrimas. No comprendía aún la profundidad de lo que había vivido. Sólo sentía en aquel momento que había defraudado a los Guías y a mis compañeros de grupo por no haber podido tocar la piedra, un hecho que parecía ser sumamente importante para sellar algo. Y yo no pude. No obstante, más tarde me daría cuenta que estaba equivocado, y que todo se había dado como tenía que haber sido…
En ese instante escuché unos pasos. Era Iara, que inquieta por una sensación que había tenido durante la meditación de apoyo en el grupo, decidió venir para ver qué me estaba sucediendo, pues había percibido mis emociones a la distancia. Cuando ella vio el destello blanco en el mar, y yo de pie frente a él, pensó que me había faltado convicción de introducirme en el agua para llegar a la puerta, como si estuviese repitiendo el mensaje simbólico de la visión que un día atrás me transmitió Antarel.
Entonces le dije que la puerta que observábamos se estaba marchando en dirección al mar, pues la había cruzado cuando ésta se hallaba proyectada en la orilla. Cuando eso sucedió no se veía físicamente como ahora. De hecho, Carina, que se había aproximado a la orilla desde el otro lado donde estaba el grupo, vio también el destello brillante sobre el agua.
Volví lleno de emociones. Y recordando principalmente la experiencia de haber estado frente a la piedra. Todo lo demás había quedado momentáneamente aparcado en mi memoria ante las intensas sensaciones que me produjo estar ante aquella suerte de esmeralda mágica. Varios hermanos en el grupo, sorprendentemente, habían experimentado la misma visión de mi persona frente a Joaquín y a los cuerpos de aquella antigua orden de Vigilantes. Aunque ellos no “entraron” físicamente conmigo a la puerta, habían recibido informaciones similares y complementarias que nos tomaría tiempo asimilar.
Joaquín, una vez más, había “visto” el futuro. Y tenía razón en sugerirme a que esperara unos meses para compartir semejante vivencia. En el Encuentro Internacional de Capilla del Monte (enero 2005), a pocas semanas del contacto en Tierra del Fuego, compartí parte de lo que vivimos y allí comprendí que, independientemente del interés y aceptación de mi testimonio, aún no estaba preparado para transmitir lo que los hermanos mayores me habían revelado en Kayona.
Con el transcurrir de los meses —tiempo en donde afrontamos nuevas vivencias relacionadas a Kayona y la piedra— comprendí.
Una ciudad perdida en la Antártica, una orden de Vigilantes extraterrestres, una piedra que sintetiza el misterio de la creación del Universo Material, son temas que deben ser tratados con calma y claridad.
Antes de resumir toda la información que capté en dicha experiencia sobre estos puntos, considero necesario hacer una rápida revisión de los datos que habíamos reunido sobre Kayona meses previos a esta salida al sur del mundo.
La otra Antártida
Previamente a enfrentar el encuentro cercano en Tierra del Fuego, habíamos recopilado numerosas informaciones sobre el misterioso continente blanco y su relación con antiguas visitas extraterrestres.
Recordaba, que hace millones de años ―probablemente hace 3.000 millones, ya que existen numerosas evidencias científicas que lo respaldan― se depositaron en nuestro planeta las primeras formas de vida primitivas, gracias a la asistencia de un grupo de seres extraterrestres, provenientes de la Constelación del Cisne (grupo de estrellas que se encuentran a unos 6.000 años luz de la Tierra).
Según los Guías, la intervención de aquellos científicos estelares habría ocurrido en la Antártica, donde tuvieron importantes bases submarinas, en una época en que el continente blanco se hallaba en el ecuador terrestre; es decir, que la posición que ocupa actualmente la Antártica no es la original.
En relación a las moléculas orgánicas primigenias, y su origen extraterrestre, también supimos que la Antártica ha ofrecido escandalosos indicios que señalan su emplazamiento como el inicio de la vida en nuestro planeta. Sin duda, el descubrimiento del llamado “Lago Vostok” bajo los hielos del polo sur, en 1999, sacudió a la comunidad científica, ya que se determinó sobre la base de diversos estudios que en él se hallarían las primeras formas de vida microscópicas de la Tierra. No en vano, en septiembre de ese año, unos 80 científicos, representantes de más de una docena de países, se dieron cita en el Lucy Cavendish College de Cambridge (UK) para establecer los protocolos de una futura investigación que, hasta el día de hoy, no ha concluido. Tampoco sabemos cuál ha sido el resultado de las extrañas “anomalías magnéticas” que se han hallado en la Antártica y que compromete la ubicación del Lago Vostok ―llamado así por el nombre del satélite Ruso que lo descubrió―.
Como fuere, de acuerdo a las primeras informaciones que recibimos, “Kayona” habría sido construida por una antigua civilización que entronca directamente con Lemuria, el mundo perdido del océano Índico. ¿Y cómo se congeló Kayona? ¿Qué fue lo que sucedió?
Todo apunta a que un violento cambio de eje, o un desplazamiento de la corteza, hayan sumido zonas otrora tropicales o templadas bajo un imprevisto y violento invierno polar.
El desplazamiento de la corteza ―que consiste en el movimiento “en bloque” de la Litósfera, de unos 40 km. de espesor, sobre la masa blanda interior del planeta― ha sido descrito por importantes investigadores como Charles Hapgood y el mismísimo Albert Einstein.
Los estudios sugieren que debió haber ocurrido en un fecha que va entre el 15.000 a.C. al 12.000 a.C. ¿Las causas? Quizá la respuesta se encuentra en la caída de los fragmentos de Maldek y la destrucción de la Atlántida. Ello explicaría porqué la corteza ―debido al impacto-diluvio― se habría desplazado al menos 3.200 Km. al sur, tal como sugieren los revolucionarios estudios geológicos que defienden esta teoría.
Esta hipótesis resultaba atractiva. Sin embargo, una comunicación del Guía Antarel señaló que el desastre se había producido en realidad por una violenta inclinación de la Tierra debido al impacto de los dos fragmentos de Maldek. Ello, de acuerdo al mensaje, produjo un “congelamiento súbito” en amplias regiones otrora templadas al ubicarse de un porrazo en el círculo ártico.
Si un violento cambio en la inclinación del eje terrestre generó el congelamiento de la Antártica, hace unos 12.000 años, un hecho similar debió ocurrir en el hemisferio norte. Y así fue. Este verdadero “Apocalipsis” supuso el fin de la Era de los Mamuts, debido a la violenta y rápida congelación de Siberia y las zonas occidentales de Alaska.
La Clave está en Lemuria
En los últimos años, los Guías han hecho especial hincapié en la importancia de Lemuria para comprender el origen y destino de la humanidad. De cara a todo esto, sobre la base de las informaciones recibidas por numerosos hermanos, se han precipitado acuciosas preguntas al respecto. Como por ejemplo: ¿Lemuria y Mu es lo mismo? ¿Es la Antártica un fragmento terrestre de la antigua Lemuria?
Es importante aclarar estos conceptos.
El nombre “Lemuria” fue acuñado por primera vez por el zoólogo inglés Philip Sclater en el siglo XIX, para explicar la presencia de una conocida especie de primates llamados “lemures” en ciertas zonas de África, Madagascar y Malasia. Sclater, Ernst Haeckel, Alfred Russel, y otros reputados evolucionistas argumentaron en aquel entonces “un continente zoológico primario en alguna época geológica remota, tendido entre Madagascar y Malasia...” De esta forma procuraban explicar la presencia de los primates lemures en las tierras firmes que rodean el Océano Índico. La Sociedad Teosófica se hizo eco de estas investigaciones y popularizó el nombre de “Lemuria” para definir el continente desaparecido donde surgió por primera vez el ser humano. En “La Doctrina Secreta” (1888) de Madame Blavatsky se explica al detalle todo ello.
En contraparte, Mu era ubicado ya en 1864 al sur del Oceáno Pacífico ―sería útil si pueden consultar un planisferio―, ello gracias a las investigaciones del eminente americanista Charles-Ettienne Brasseur de Bourbourg, quien creyó descubrir en el Codex Troano —texto antiguo de la cultura Maya— los símbolos M y U, deduciendo con todo esto la existencia de un antiquísimo continente en el Pacífico.
Más tarde, como para levantar más polvo en el asunto, el arqueólogo francés Augustus Le Pongleon realizó un interesante hallazgo en 1886, mientras excavaba unas ruinas en la Península del Yucatán. Según su apreciación, allí encontró un arcano manuscrito Maya que narraba la historia de un continente desaparecido en el Pacífico. Por si fuera poco, Le Pongleon sustentó su hipótesis de Mu apoyándose en las escenas pintadas en las murallas de Chichén-Itzá, donde, de acuerdo a su investigación, se hace referencia también al antiguo continente sumergido. No obstante, también hay que decir que algunos estudiosos han desestimado la presunta historia maya de Mu, sosteniendo que todo fue una penosa interpretación de un tratado astronómico.
En conclusión, Lemuria y Mu no son el mismo continente. Uno se hallaba en el Océano Índico, y las otras tierras sumergidas, en el Oceáno Pacífico. Algunos escritores se han atrevido inclusive a “juntarlos” en una sola masa (de allí viene la confusión); es decir, que el continente perdido llegaba a involucrar ambos océanos, extendiéndose desde el Índico hasta Australia. Pero ello resulta en extremo descabellado, por las dimensiones gigantescas que tendríamos que calzar en el mapa.
Para despejar toda duda, el propio Sclater nunca aceptó la idea de que Lemuria tocaba Australia, y ello quedó demostrado en la obra del naturalista A. R. Wallace, “Geographical Distribution of Animals and Island Life”, sustentando su estudio en la particular distribución terrestre de antiguos primates. La afirmación de Sclater de posibles tierras sumergidas en el Oceáno Índico no fue gratuita, ya que ésta contaba con cierto respaldo de la Geología de su tiempo. Se sabe hoy en día que existen numerosos indicios de territorios bajo el agua en esta región del mundo que compromete el sur de África y Madagascar.
Por otro lado, en el Pacífico, algunos geólogos han señalado la isla de Pascua, Tahití, Samoa, las islas Cook, las Tongas, las Marshall, las Kiribati, las Carolinas, las Marianas, Hawai y las islas Marquesas ―entre otras― como posibles remanentes de un importante sector de tierras que por una violenta actividad volcánica se hundieron. Dicho sea de paso, todo esto encaja perfectamente con las leyendas y tradiciones de los indios Hopi. Ellos le llamaban Kasskara, y la ubicaban en el Pacífico sur.
De cara a todo esto, pienso que los Guías han aclarado bien el tema, ya que afirmaron que Mu era el último período de Lemuria, lo cual podría sugerir que los munianos recibieron algún tipo de influencia de la cultura madre de nuestro planeta, o algún misterio mayor que todavía permanece ignorado por nosotros.
Sobre la vinculación de la Antártica con Lemuria ―un punto que los Guías también han mencionado― tendríamos que separar el tema “geológico” a un lado para analizarlo detenidamente: ¿La Antártida es un antiguo fragmento de Lemuria?
En 1922, el explorador, meteorólogo y astrónomo alemán Alfred L. Wegener, popularizó la teoría ―hoy demostrada― de la “Deriva Continental”. Basándose en todo tipo de evidencias geofísicas, geológicas, paleontológicas, paleo-climáticas y geodésicas, estableció que hace unos 225 millones de años había un solo continente, al cual denominó “Pangea” (Pan, “todo”; y Gea “tierra”). Más tarde, en 1937, el geólogo sudafricano Alexander Du Tit ―discípulo de Wegener― postuló que durante el Paleozoico Pangea se había “dividido” en dos grandes continentes que llamó “Gondwana” y “Laurasia”. Hace unos 65 millones de años los continentes ya estaban separados por los océanos.
De acuerdo a lo que los Guías nos han transmitido, los Ingenieros Genéticos vinieron a la Tierra en la Era Terciaria, por lo tanto, cuando se inició la civilización lemuriana los continentes ―incluyendo la Antártida― ya se habían alejado el uno del otro. En otras palabras: la Antártida se separó de África cuando el ser humano aun no aparecía.
Todo esto nos llevó a indagar otro tipo de conexión entre la Lemuria y la Antártica. Y el elemento clave es la ciudad que los exploradores Lemurianos allí fundaron: Kayona.
Todos sabemos que la Antártica no siempre estuvo cubierta de hielo y ubicada en el polo sur. Probablemente muchos recordarán el mapa del almirante turco Piri Reis, elaborado en Constantinopla en 1513. En este mapa aparece la Antártica libre de hielo, un hecho insólito teniendo en cuenta que el continente blanco conoce el hielo desde hace miles y miles de años ―obedeciendo los datos “oficiales”―. ¿Cómo es posible que un mapa del siglo XVI muestre al detalle la Antártica cuando esta fue descubierta en 1818?
No voy a detenerme a analizar el mapa de Piri Reis ―que seguramente se apoyó en mapas más antiguos―, sino en el concepto de una Antártica libre de hielos. Y no en una época tan antigua.
Hace tan sólo unos 15.000 años, el panorama que ofrecía la Antártica era distinto. Un clima templado, con un paisaje de ensueño esgrimiendo importantes cadenas montañosas; numerosos ríos serpenteando en su geografía ―tan grande como la parte continental de los EE.UU.― regando inmensos valles y planicies hasta llegar al océano circundante. Era el lugar ideal para fundar una ciudad que cobijara a diferentes culturas.
No obstante, un repentino cambio en la inclinación del eje terrestre ―debido al impacto de los fragmentos de Maldek, como mencioné anteriormente― reemplazó esta escena por el avance de un hielo arrollador. Al ubicarse la Antártica en el círculo ártico, sus valles y ríos, sus montañas e inclusive especies de animales, quedaron sepultadas bajo el frío.
Kayona, una ciudad que encierra el antiguo conocimiento de Lemuria y sus hombres ―que hace tan sólo unos 80.000 años, por poco, logran la reconexión con el Tiempo Real― se vio sepultada por el gran manto blanco. Y allí duerme.
Esta es la información previa que manejábamos antes del encuentro cercano en Tierra del Fuego. Tomando en cuenta estos hechos, ya es momento de adentrarnos en lo que recibimos allí sobre la historia y origen de Kayona, el arribo de la Piedra de Poder, y la Orden de los Vigilantes.
Segunda Parte
Cada experiencia que he enfrentado con los Guías extraterrestres ha sido diferente. Tanto en su naturaleza como en los alcances de la información recibida. Desde luego, en estos encuentros pude ir comprendiendo que la dinámica de los contactos programados seguía un derrotero “estratégico”. Hablo de la información. En un inicio sus mensajes eran simples y de carácter global, tanto en lo que atañe a sus intenciones, proceso, historia cósmica, y el probable destino de la Tierra dentro del orden de un Plan Cósmico. En las últimas experiencias que enfrenté, como la vivida en marzo de 2003 en Egipto (Informe Mintaka) y este encuentro cercano en Tierra del Fuego, las revelaciones dieron un giro de 180 grados. Kayona se transformaría en una pista poderosa para comprender muchos de los episodios que habíamos conocido anteriormente sobre la historia extraterrestre y su vinculación con el ser humano.
Una necesaria introducción: La naturaleza del contacto
Como decía líneas arriba, los encuentros programados con los Guías extraterrestres siguen una coherencia de revelaciones. En medio de este proceso se descubren diferentes metodologías de contacto, y en su aporte, fragmentos de una historia cósmica que va siendo compartida de a pocos, denotando un gran interés por parte de estos seres en que comprendamos esa información. Es lógico por cuanto esa historia, el denominado “Plan Cósmico”, es el eje de todo.
Las experiencias siempre fueron distintas, a pesar que la metodología de acercamiento más usada por ellos fueron los xendras o puertas dimensionales —generadas con su tecnología sobre la base de la concentración de la luz—. No obstante, tampoco escatimaron en hacerse presentes, físicamente, en salidas a terreno. Ellos pisaron el desierto peruano de Chilca y la meseta de Marcahuasi en los andes. También descendieron en algunas ocasiones con sus naves, y en otras, a algunos de nosotros, nos condujeron al interior de ellas.
A pesar de no haber sido una experiencia física, sino una suerte de “traslado” espiritual a las lejanas estrellas del Cinturón de Orión, la vivencia que enfrenté en la Gran Pirámide resaltó por su aporte e información, que remeció desde los cimientos a muchos, incluyendo a nuestros propios grupos de contacto.
Muchas veces, cuando alguien afirmaba haber enfrentado una experiencia de contacto, el interlocutor le consultaba a boca de jarro: ¿Fue física?, como si la importancia de la experiencia dependiese de la naturaleza del fenómeno. No en vano hemos constatado que cuando nos cuesta aceptar una experiencia que se dio “materialmente”, terminamos por catalogarla de “astral” o “espiritual” para poder digerirla mejor. Para aceptarla. Para creer en ella.
De hecho el problema no es cómo se dio la experiencia, sino nuestro punto de vista. Más aún al descubrir que nuestro concepto de “realidad física”, es limitado y ambiguo.
Reflexiono en estos conceptos porque en diversas ocasiones el fenómeno que envuelve el contacto podría distraernos del real propósito de las experiencias: transmitir un conocimiento. Es verdad que debemos discernir las cosas y hablar con propiedad sobre lo que vivimos y enfrentamos, pero sin que ello signifique perder de perspectiva la trascendencia de las revelaciones.
Como dije, la experiencia de Egipto no fue física, pues mi cuerpo biológico quedó tendido durante todos esos minutos al interior del sarcófago mientras yo me “hallaba” contemplando una poderosa historia extraterrestre en Orión. Pero esa revelación fue lo suficientemente contundente como para tomar en serio la vivencia en la Gran Pirámide. Hoy comprendo que esa historia que “vi y sentí” en Orión, guarda una importante conexión con Kayona: la piedra que me mostró Joaquín estaba relacionada a una antigua conflagración extraterrestre que conocemos bajo el nombre de “La Guerra Antigua”.
Es en extremo difícil aceptar que avanzadas culturas extraterrestres se hayan involucrado en terribles enfrentamientos. El pensamiento humano dice que ello es imposible, pues antes se hubiesen destruido. O peor aun, debido a su avance evolutivo, resulta contradictorio de que criaturas inteligentes hayan llegado a ese punto de belicismo violento.
Lo cierto es que algo ocurrió con estas civilizaciones. Sin ir muy lejos, el ser humano ha afrontado miles de batallas a lo largo de su existencia en la Tierra. Y ello, aunque no deja de ser un peligro inquietante para su propia existencia, no ha impedido que avance tecnológicamente desde la Edad de Piedra hasta la Era de las supercomputadoras y los vuelos espaciales. ¿Pero hasta dónde más es posible llegar si aún existe esa tendencia bélica?
Todos los contactos han buscado familiarizarnos de alguna forma con “ellos”. De hacernos comprender ciertos aspectos de una historia cósmica que nos involucra como proyecto o alternativa de la evolución global. Desde la naturaleza de las experiencias (que no dejan de constituirse en una herramienta de adiestramiento para comprender otras “realidades”) a las informaciones que ellos eligen compartirnos. Algunas de ellas, confieso, en un principio me chocaron. Como por ejemplo las que involucraban a la persona de Jesús.
Alguna vez me dije: ¿Y si hubiese nacido en el seno de una familia musulmana, me habrían hablado de Jesús?
Hoy pienso que sí.
Quizá hubiesen elegido otros elementos para hacerme comprender, pero lo cierto es que algunos personajes de la historia terrestre son más que importantes dentro de aquella historia cósmica, al margen de la existencia de las religiones y de la fe humana. Quizá el problema estriba en la forma como fuimos educados, los paradigmas que tenemos, nuestra particular visión del mundo.
Por esta razón todo lo que involucre el contacto extraterrestre rompe nuestra estructura de creencias y conocimientos.
Kayona no será una excepción, pues una leyenda maravillosa del mundo cristiano, parece guardar un vínculo secreto con una historia perdida en el Cosmos.
Los Exones, Lemuria y Kayona
La forma como fui “trasladado” a Kayona fue diferente. Aunque en algunos aspectos asemejaba una proyección xendra, la naturaleza de aquella puerta dimensional difería de lo que conocimos. De acuerdo a lo que nos transmitieron los Guías extraterrestres, en determinadas ocasiones, y en ciertos lugares donde se unen poderosas líneas de fuerza, se forma una “singularidad”, una suerte de acupunto energético que la Hermandad Blanca intraterrena utiliza para “crear” accesos dimensionales.
Aquellas líneas de fuerza corresponden a los conductos energéticos del planeta, que van más allá de lo telúrico, por cuanto existen una serie de hilos invisibles que envuelven el globo en una red compleja de interconectores, todos ellos transmitiendo impulsos electromagnéticos, como si se tratase de una red neuronal humana hecha a escala planetaria. Donde convergen estas fuerzas suelen hallarse los Retiros Interiores de los Maestros de la Hermandad Blanca, y probablemente más de una instalación o base extraterrestre. Muchas culturas del mundo antiguo las conocieron y sobre estos puntos de poder edificaron templos, pirámides y obeliscos.
Estas puertas potenciales, asentadas sobre el pulso energético del planeta, son llamadas por ellos “exones”.
El 12 y la madrugada del 13 de diciembre un exón había sido “abierto” cerca de la orilla del Canal Beagle, en la Bahía Lapataia (Tierra del Fuego).
Yo lo había cruzado sin verlo físicamente; sin embargo, mis percepciones del lugar donde “aparecí” de pronto, eran claras y “materiales”. Por ejemplo, sentí el calor abrazante de aquella playa de finas arenas, donde se hallaban aquellos extraños hombres pescando. Hoy sé que aquella imagen me estaba transmitiendo los inicios de la cultura lemuriana, en una etapa primaria en la que aún no habían desarrollado tecnología. Se me quiso transmitir la simpleza y la paz de aquellos hombres de raza negra e importante estatura, antes de mostrarme una imagen deslumbrante de Kayona, que en sus orígenes fue una ciudad fundada por los propios lemurianos.
Las primeras visiones que enfrenté al cruzar la puerta, fueron básicamente eso, visiones, pero cargadas de información pues los Guías me hicieron sentir muchas cosas, desde el “clima” de aquella playa a la sensación de abandono de la ciudad instantes previos de la hecatombe. Todo ese tiempo me había hallado físicamente al interior de un gran salón en la propia Kayona y en tiempo “presente”, ubicado frente a aquella piedra misteriosa y ante la presencia del Maestro Joaquín. Esa piedra o esmeralda con forma de copa pentagonal, por alguna razón, había sido la responsable de estas primeras visiones que involucraban los orígenes de Kayona mientras me hallaba allí de pie, antes del diálogo con Joaquín. La piedra había recreado toda esa información a través de una suerte de realidad virtual en proyección.
Comprendí que la zona donde se había asentado la cultura lemuriana (sur oriente de África y Madagascar, Océano Indico) se tornó inestable por una cadena de movimientos sísmicos. Ello les empujó a explorar el mundo. Inicialmente viajaron hacia el este y allí transmitieron su sabiduría. Fue de esta manera como nació lo que algunos escritores denominan “Mu”, en el pacífico sur.
En aquellos tiempos, el entorno geográfico terrestre era distinto. La actual Antártica se hallaba ubicada a la altura que hoy ocupa la patagonia Argentina, y gozaba de un clima estable y equilibrado. Allí fundaron una ciudad que reuniera a todas las colonias lemures. Le llamaron Kayona, un nombre propio de su cultura y que significa: “Todos somos uno”.
Supe también que esta ciudad, con el tiempo, sería frecuentada por visitantes estelares que servían a la denominada “Confederación de Mundos de la Galaxia”. Pronto, Kayona se convertiría en un enclave que agrupaba a diferentes culturas de la Tierra y a colonos de otros mundos, en una época en que la Tierra recibía frecuentes visitas extraterrestres.
Con aquella visión de la experiencia, donde me mostraban Kayona desde lo alto, sentí que esta inmensa colonia se había constituido en una ciudad de paz, al punto de estar al margen del proceso que vivían otras culturas en el mundo como parte del programa de contacto con la Tierra. Es decir, era una zona protegida por la propia Confederación.
Los lemurianos la habían fundado originalmente allí, en las cercanías de un gran lago, donde acorde a sus leyendas, se había originado la vida. Y no se equivocaban. Pues la molécula auto-replicante que mentes extraterrestres trajeron a nuestro mundo, fue sembrada precisamente allí, hace miles de millones de años. Probablemente ello motivó a la Confederación para establecerse donde todo se había iniciado.
No obstante, la paz de Kayona sería interrumpida por la violencia del proyecto atlante. A pesar que la Confederación sugería una evacuación al ver que la cultura mestiza del atlántico estaba por generar una catástrofe planetaria, los colonos humanos de Kayona se mantuvieron firmes en permanecer en la ciudad hasta el final de la misma, tanto por los secretos que protegía y que no debían ser trasladados a otro lugar, como por su simbolismo de esperanza y unidad.
En el centro de Kayona se hallaba la edificación principal, una Gran Pirámide blanca que era llamada el “Templo del Principio”. Muchos se reunieron en los subterráneos que se hallan bajo esta Gran Pirámide momentos previos a la catástrofe. Eligieron estar allí, bajo uno de los templos más antiguos de la Tierra; un templo que era respetado por todos, incluyendo a los visitantes extraterrestres.
Como adelanté anteriormente, con la catástrofe atlante —que involucró la caída de dos cuerpos celestes a la Tierra— nuestro mundo experimentó un violento e inesperado cambio de eje, que sepultó tierras otrora templadas bajo el manto de un hielo polar. Kayona quedó ubicada más al sur, a cientos de metros bajo el paisaje blanco de la actual Antártica.
Ese momento fue el que me transmitió otra instancia de la experiencia: ver y “sentir” cómo el Templo del Principio se congelaba rápidamente en medio de un terrible temblor que parecía anunciar un verdadero fin del mundo.
Los Vigilantes y el origen de la Piedra de Poder
Dentro de estas primeras visiones, se me mostró aquella desconcertante escena donde un grupo de Guardianes y Vigilantes rendían culto a una suerte de esmeralda, que parecía haber sido tallada como una copa pentagonal. En la experiencia de contacto supimos que dentro de la estructura de acción de las civilizaciones extraterrestres que nos visitan, existía un grupo de seres denominados “Vigilantes”, cuya función básica era proteger a los mundos que aún no se habían integrado a la Confederación. Este es el caso de la Tierra.
La Confederación se había formado como una necesidad de intercambio y equilibrio dentro del Universo conocido, involucrando a diferentes culturas extraterrestres que buscaban fortalecer su avance dentro de un orden preestablecido. Con la experiencia que narro en “Mintaka” —y que detallo en mi reciente libro “Nuestros Lazos Extraterrestres—, supimos que el caldo de cultivo para formar la llamada Confederación de Mundos fue en realidad una terrible conflagración bélica. Un hecho muy similar al que ocurrió en nuestro planeta luego de las dos primeras guerras mundiales: la creación de la ONU.
Los Vigilantes existían antes de organizarse aquella Confederación como una necesidad de proteger y preservar la supervivencia de una determinada civilización extraterrestre. Mas una vez creada la Confederación, se reorganizó la acción de los Vigilantes para servir a los designios superiores del Plan Cósmico.
Como recordamos, la Tierra es uno de aquellos mundos que portan una nueva especie que busca solucionar una crisis de estancamiento evolutivo en el Universo. Durante nuestro proceso de crecimiento y maduración, teníamos que ser protegidos de cualquier interferencia violenta que pueda ponernos en peligro. Fue así que arribaron los Vigilantes.
En un principio se les permitió tener bases en el planeta. Pero luego del incidente atlante los Guardianes y Vigilantes serían concentrados gradualmente en una base orbital detrás de la Luna, llamada Celea, desde donde continúan sus funciones de observación y protección de nuestro mundo.
La escena de ellos con aquella piedra, que resultaba en extremo mística más que una acción “militar”, ocurría en Kayona, que ya estaba congelada por los hielos. Fue la última vez que los Guardianes y Vigilantes actuaron en la Tierra. Su acción final fue dejar aquella piedra en el Templo del Principio.
¿Cuál es la relación de aquellos Guardianes y Vigilantes con esa piedra misteriosa? ¿Por qué la respetaban tanto?
El punto de conexión es la Guerra Antigua.
Dentro de las revelaciones de la experiencia de Egipto, se halla la existencia de un estanque cósmico en la Nebulosa de Orión. Un estanque cósmico es el lugar donde se destila la energía de las criaturas vivientes de un planeta. En el caso de la Tierra, ello fluye sobre la base del espíritu colectivo de los animales; luego de ese proceso, el alma de la Tierra “crea” un espíritu individualizado o esencia humana. Desde luego que hay más de un estanque cósmico, porque son diversos los mundos que albergan vida en el Universo.
En el caso de Orión, estamos hablando de un superestanque cósmico que se halla al interior de su principal formación nebulosa (M42). Muchos científicos piensan que nuestro Sistema Solar se formó de una nebulosa de las mismas características, hasta el hecho de haber hallado moléculas orgánicas en Orión similares a las que habrían germinado en nuestro mundo hace eones de nuestro tiempo. Por si ello fuera poco, la M42, como la llaman los científicos, está “creando” actualmente nuevos planetas y estrellas.
Los extraterrestres me transmitieron en la experiencia del Informe Mintaka que dentro de esta Nebulosa existía un gran estanque cósmico. No me explicaron sobre la base de qué experiencia o especie se destilan aquellos espíritus estelares, pero sí me dijeron que llamaban Rah a aquel fenómeno, como si se tratase de un ser conciente al cual respetaban.
El origen de la Guerra Antigua fue Rah o el aspecto sobrenatural de la Nebulosa de Orión. Como recordamos, seres de la estrella Antares (Escorpio) se dirigieron al centro de este enigma para estudiarlo, inquietando de esta forma a las civilizaciones extraterrestres de Orión, desencadenándose así el conflicto bélico.
De acuerdo a la Ciencia de estos seres —que es incomprensible para nosotros— dentro de las formaciones nebulosas y en el centro de las galaxias se hallan poderosas puertas dimensionales que unen nuestro Universo Físico con un Universo Mental. Ellos hablan de tres planos contenidos dentro del otro: Espíritu, Mente y Materia.
El Universo Físico o Plano Material fue “engendrado” por el Universo Mental a través de una singularidad. Los científicos le llaman “Big Bang” o la explosión que dio origen al Universo conocido. Los extraterrestres dicen que fue una de tantas singularidades, pues no somos el primer universo físico creado, y probablemente no seremos los últimos. Estos conceptos, que hablan de diversas realidades co-existiendo en un mismo espacio, pero en diferentes tiempos, hoy en día están siendo escudriñados por nuestros científicos a través de disciplinas como la mecánica cuántica y la ingeniería revertida.
Ahora bien, hay un proceso que los extraterrestres aún no han terminado de comprender en su totalidad: cómo la energía mental se puede hacer materia.
De hecho, ellos alcanzaron a dominar ciertos conceptos que les permitió manipular la materia y vencer la velocidad de la luz, lograr la desmaterialización de sus vehículos para salvar grandes distancias en viajes estelares y hasta desintegrarse ellos mismos sin perder la conciencia al reintegrarse atómicamente en el punto de destino. No obstante, comprender cómo el Universo Mental engendró la materia seguía pendiente en sus estudios. Fue así como hallaron lo que denominan “cristalizaciones de la creación”, un fenómeno que había acompañado la aparición del Universo Material.
La luz mental, que no es física, al densificarse para formar más tarde grandes nubes de gas y polvo, soles y planetas, dejó algunas evidencias de su naturaleza sobrenatural: pequeños cristales que condensaban la esencia de esa creación.
Estas formaciones están hechas de una luz pura y poderosa, una “luz” que originalmente no era material sino un destello similar al del pensamiento y que ahora gozaba de una estructura al haberse corporizado en un universo físico.
Estos cristales tenían cualidades asombrosas. Fueron hallados y puestos a servicio de los Guardianes y Vigilantes.
Empero, al interior de Rah, la Nebulosa de Orión, se halló un cristal diferente… Totalmente puro e “inteligente”. Llegó a funcionar inclusive como un oráculo por sus extrañas capacidades. Rápidamente adquirió una naturaleza espiritual aun dentro de la extrema visión científica de los extraterrestres. No pocos seres llegaron a pensar que se trataba en realidad de una esencia del Estanque Cósmico de Orión que no llegó a tomar cuerpo, y que había quedado en un estado cristalizado. Otros decían que era el cristal más antiguo de los que se hallaban en el Universo: la primera evidencia de la creación del Universo Material.
Como fuere, y luego de la Guerra Antigua que se desencadenó por pretender desvelar este misterio, los Guardianes y Vigilantes formaron una Orden en torno a esa piedra. La cuidaban, la veneraban y respetaban.
Aquella piedra fue traída a nuestro mundo por los 32 enviados de la Confederación que fundaron la Hermandad Blanca terrestre en el desierto de Gobi. Los últimos miembros físicos de la orden de Vigilantes, llevaron la piedra al Templo del Principio de la congelada Kayona.
Debo decir que esa antigua Orden cósmica no existe más. Sus últimos componentes dejaron sus cuerpos o envases físicos en el mismo salón donde hoy en día descansa la piedra de Orión. Fue lo que vi al lado de Joaquín durante la experiencia. Y el destino de las esencias que animaban aquellos gigantes protectores de la Confederación, no es menos inquietante, pero puedo adelantar que siguieron cumpliendo funciones similares, incluso en la Tierra. Es un tema no menos complejo que dejaré para otra ocasión.
Aquella piedra de poder, tallada como una copa pentagonal y adornada con poderosos símbolos, emergería al mundo de superficie en determinadas ocasiones, siempre bajo la supervisión de la Hermandad Blanca. Por ello decía que esta historia, inevitablemente, evoca la leyenda del Santo Grial.
¿Acaso en el Siglo XII no corría como reguero de pólvora de que el Grial era una “esmeralda” caída del cielo, concretamente de la frente de Lucifer luego de una “gran batalla de ángeles”? ¿No se decía que había sido tallada por los seres divinos como una copa para ser disimulada y escondida en el mundo? ¿Estas leyendas tienen alguna relación con los episodios extraterrestres que hemos visto o es sólo una coincidencia?
Soy conciente que asociar la historia de esta piedra cósmica —y que actualmente se encuentra en Kayona— con la leyenda del Santo Grial, puede resultar chocante como reveladora. Empero no es mi intención afirmar que la Copa de Cristo está en la Antártica. Sólo el tiempo aclarará ello.
Lo que intentaré a continuación, es seguir el posible rastro de aquella piedra o esmeralda venida del cielo y su relación con la Hermandad Blanca del mundo subterráneo: desde los incas a los templarios, desde el desierto de Gobi a Jesús.
La Misión del Grial Cósmico
“Aquella piedra cósmica, tallada como una copa, luce de primera impresión como un cuenco por su boca ancha. Sin embargo, al observarla de cerca, se aprecia el aspecto pentagonal de su circunferencia, y en sus bordes externos, extraños signos que representan los nombres de los nueve Guardianes y Vigilantes que iniciaron la antigua orden extraterrestre en pos de su protección. No deja de resultar inquietante el hecho de que fueron también nueve los caballeros que fundaron la orden de los Templarios en el Siglo X. ¿Está relacionada la piedra de Orión con el mito del Grial?”
La piedra habría arribado a nuestro mundo con la llegada de los 32 maestros extraterrestres que fundaron la Hermandad Blanca en el desierto de Gobi. De allí en adelante, el elemento cósmico estaría al cuidado de los Guardianes del mundo subterráneo, quienes en determinadas épocas, permitían que la piedra salga a la superficie a través de sus emisarios y sea infiltrada en gravitantes momentos de nuestra historia. Aquella suerte de esmeralda espacial, en su estado natural, lucía similar a un cuenco, por ello no resultó difícil moldearla para darle una apariencia de copa humana y hacerla pasar desapercibida. Luego sería cubierta de metal, oro o piedra para ocultar su procedencia, poderes y misión.
No hay que olvidar que la piedra era algo más que un elemento de poder. Se trataba de un poderoso oráculo que sintetizaba el misterio de la Creación, y que seguía almacenando gran cantidad de información donde estuviese. Por esta razón los Maestros la exponían en ciertos momentos claves a la superficie, sin perder de vista su cuidado y protección. Sin duda, es difícil rastrear todas las oportunidades en que la piedra se manifestó para los hombres. Pero disponemos de algunos indicios de sus apariciones y el importante rol que desempeñó.
Una de estas apariciones habría ocurrido a través de Melquisedec, de acuerdo a la Biblia “Sacerdote del Altísimo” y “Rey de Salem” —supuesto nombre antiguo de Jerusalén—; en realidad, un iniciado de la Hermandad Blanca. Él bendijo a Abraham con la copa de poder luego que el patriarca derrotara a una coalición de reyes (Génesis 14:18). No sabemos si la piedra —camuflada como copa— permaneció con Abraham, pero sí conocemos la misión que pesaba en aquel maravilloso ser humano: iniciar en su persona un proyecto genético que conduciría al nacimiento de Jesús.
Aunque la tradición cristiana menciona por primera vez al Grial cuando Jesús celebra la Última Cena, instituyendo así el misterio de la Eucaristía —siguiendo el mismo ritual de Melquisedec al emplear el pan y el vino—, la copa ya estaba en poder de Jesús desde que era un bebé. Por lo que sabemos, la piedra llegó al Maestro gracias a la visita de los “Tres Reyes Magos”, que al igual que Melquisedec, pertenecían a la Hermandad Blanca. Esto nos indica que en algún momento la piedra “regresó” a los Retiros Interiores para luego surgir en tiempos de Jesús.
Jesús y la piedra de poder
Cuenta la tradición del Grial que en el momento cumbre de la crucifixión, el centurión romano Longinos, montado a caballo, clavó su lanza en el costado del Maestro para certificar su muerte. Hay que recordar que los otros dos hombres que flanqueaban al Galileo en el Gólgota habían muerto de asfixia al romperles las piernas, así los romanos aceleraban las cosas y evitaban que los cuerpos no estuviesen expuestos el día sábado. De acuerdo a las profecías del Antiguo Testamento, ello no ocurriría con Jesús. Y así fue, pues con la herida que abrió Longinos, se determinó que aquel hombre profundo y misterioso había muerto.
Del costado abierto por la lanza, brotó sangre y agua —probablemente por haber perforado la pleura—, y en aquel momento José de Arimatea, un hombre acaudalado en su tiempo, influyente en el Sanedrín y discípulo secreto de Jesús, acercó la copa y colmó en ella la sangre sagrada. No está demás suponer que José sabía lo que hacía, no en vano la Última Cena se celebró en su casa, además que el sepulcro donde fue llevado el cuerpo del Maestro, era también de su propiedad. Como fuere, haya ocurrido en el instante mismo del lanzazo, o posteriormente en el sepulcro, José se habría hecho con una “muestra” de la sangre del Maestro como parte de un “propósito superior”, que procuraba preservar la clave genética de aquel superhombre. De acuerdo a los Guías extraterrestres, el código genético de Jesús encierra el misterio de cómo un ser humano puede albergar en su cuerpo biológico una poderosa energía interdimensional, que supera largamente nuestra realidad física y une los universos.
Como recordamos, el domingo, Jesús resucitaría en su propio vehículo físico, restituyéndolo y dejando una evidencia desconcertante hasta nuestros días: una impronta en negativo de su resurrección, “grabada” por una radiación desconocida en el manto de lino que comprara José de Arimatea, y con el cual había envuelto el cuerpo de su Maestro. Con esto me estoy refiriendo a la denominada Síndone de Turín, que tantas discusiones científicas ha encendido. Finalmente, cuarenta días más tarde de la resurrección, Jesús ascendería al cielo en “cuerpo y alma”, arrebatado por una “nube” (Hechos de los Apóstoles, 1:9) y a partir de allí no hay forma de rastrear qué ocurrió con la copa.
Luego se abren diversas hipótesis y leyendas sobre el Grial, desde que fue escondido en algún lugar de Tierra Santa hasta nuestros días; que Pedro lo llevó consigo a Roma para aparecer más tarde en las ceremonias de 23 Papas, hasta quedar ubicado finalmente en la Catedral de Valencia en España —personalmente dudo muchísimo que Pedro llevara el cáliz a Roma, y que éste se encuentre expuesto como si nada en una catedral a vista del público—; o la leyenda más extendida y probablemente más aceptada: que José de Arimatea llevó la copa a la Galia (sur de Francia) y de allí a Inglaterra.
Supuestamente, luego de la resurrección y ascensión de Jesús, María Magdalena, Nicodemo, el apóstol Felipe y un grupo de cristianos viajan con José en una de sus embarcaciones llevando con ellos el Grial a la zona de Marsella. Posteriormente, José se habría trasladado hasta sus posesiones en el oeste de Gran Bretaña, en donde fundaría lo que algunos investigadores consideran la primera iglesia cristiana: Glastonbury. Se piensa que su primer templo fue levantado alrededor del año 37. D. C., y que sobre él se construyeron edificaciones cada vez más complejas hasta terminar en la “Abadía” —y que fue destruida en 1439 por orden de Enrique VIII; hoy pueden verse las ruinas de lo que otrora era un templo imponente—.
José de Arimatea, y sus descendientes, protegerían la copa por siglos en Glastonbury. Inclusive, la leyenda del Rey Arturo y los “Caballeros de la Mesa Redonda”, forman parte de esta historia, pues ellos también servían al Grial. Más tarde, en la línea de sucesión para velar por la piedra, aparece el misterioso caballero Parsifal, descendiente directo de José de Arimatea y punto importante en esta historia que estamos intentando comprender.
Debo mencionar, una vez más, que en la experiencia en Kayona Joaquín no se refirió a la piedra de Orión como el Santo Grial. Sin embargo, sí quedó claro que Jesús la tuvo en sus manos. Por ello algo en mi interior se moviliza —y con intensidad— al considerar la posibilidad de que la historia de la piedra cósmica y la leyenda de la Copa de Cristo, es una sola.
¿El Grial en América del Sur?
Esta asombrosa posibilidad, hoy considerada por numerosos investigadores europeos, se basa precisamente en la leyenda del caballero Parsifal, inmortalizado gracias a un enigmático poema que habría sido escrito entre los años 1150-1170 por el trovador alemán Wolfram Eschenbach. Como recordamos, esta importante obra sirvió de modelo para la ópera “Parsifal” de Ricardo Wagner.
Gracias a los libros del fallecido profesor Guillermo A. Terrera, conocí en una fecha tan tardía como 1993 —por una oportuna publicación de Editorial Kier de Buenos Aires—, la historia de aquel largo viaje que emprendió el mítico caballero desde la vieja Europa a América del Sur. Confieso que en aquellos años tome el texto ligeramente, quizá por no disponer de mayor información y hallarnos aún muy lejos de una revelación como la de la piedra de Orión y la existencia de Kayona.
De hecho, se piensa que la obra de Eschenbach se sustenta en leyendas muy antiguas. El trovador bebió de esas fuentes y como gran iniciado supo transmitir, aunque de forma críptica, la misión de llevar aquella copa cósmica al sur del mundo, donde estaría a mejor recaudo, pues en Europa ya se le buscaba con ambición.
Vayamos al grano y veamos algunos extractos de “Parsifal”. Sin duda activarán el corazón del sincero buscador de la Verdad:
“De dónde ha salido el caballero angelical si hace milenios en el corazón de Pamir nació. Los Hiperbóreos lo recuerdan como un Vril convertido en el defensor del Vaso Sagrado, de la música cósmica y de todo el lugar. Para buscar las Tierras Blancas, de la Galia partió, como buen templario la Cruz Gamada lo acompañó. Antiguos viajeros del Himalaya y la Rueda del Sol le dieron la presencia del milenario Bastón en las altas montañas del Argentum Polar. Porque el Lapis Exilis fue caído del Cosmos envuelto en un tonante fuego celestial. Oculto lo mantuvieron los Dioses de la Tierra en un Monte Sagrado de la innombrada Viarava donde Vultán le otorgará su Mágico Destino…”
Existen muchas interpretaciones de este texto. Pero es evidente que alude a un viaje desde “La Galia” hacia el “Argentum Polar”. Un nombre por demás sugestivo y que hace pensar en la actual Argentina, que se ubica en el sur de América, llegando inclusive a mirar de cerca las costas de la península antártica (Tierra del Fuego). El texto menciona a Parsifal como “Templario”, señalando que “antiguos viajeros del Himalaya” (¿la Hermandad Blanca?) le entregaron los datos que necesitaba para su viaje a Argentum, y para ubicar en sus montañas un milenario bastón, que a decir de Terrera —y estamos de acuerdo con él— no es otra cosa más que el toqui lítico o bastón de basalto negro hallado en el Cerro Uritorco, el paraje que esconde la mítica ciudad de Erks, en Capilla del Monte (Córdoba, Argentina).
El texto, por si fuera poco, describe al Grial como un “vaso sagrado”, añadiendo el término Lapis Exilis —que para algunos investigadores, como René Guenón, es una alusión a un objeto que cayó del cielo—. Como fuere, textualmente se dice que “fue caído del cosmos”. Es decir, que la naturaleza del vaso, o Grial, es espacial. Que vino de las estrellas. Al menos esta es nuestra impresión, aunque en el texto el Grial y el misterioso bastón del Uritorco se entremezclan, como si ambos perteneciesen a un mismo origen sobrenatural.
En otro aparte de “Parsifal” hallamos más detalles:
“En que lejana cordillera podrá encontrar a la escondida Piedra de la sabiduría ancestral, que mencionan los versos de los veinte ancianos, de la Isla Blanca y de la estrella Polar. Sobre la montaña del Sol con su triángulo de luz surge la presencia negra del Bastón austral, en la Armórica antigua que en el sur está. Sólo Parsifal, el ángel, por los mares irá con los tres caballeros del número impar, en la Nave Sagrada y con el Vaso del Santo Grial, por el Atlántico océano un largo viaje realizó hasta las puertas secretas de un silencioso país que Argentum se llama así siempre será. El caballero del Sol, con su fuerza caminará, llevado por la piedra del combate ancestral. Diadema de Lucifer, luz de corona encantada en vaso, por el poder del Dios Vultán junto al Bastón de Mando, por los siglos, descansará…”
El texto despeja toda duda: el Grial es en realidad una piedra cósmica que encierra una sabiduría ancestral. Eschenbach le llama “la piedra del combate”, lo cual recuerda el episodio de la Guerra Antigua en Orión. Incluso esta obra iniciática afirma que el caballero Parsifal la lleva consigo cruzando el Atlántico hasta “Armórica” (¿América?) y en ella ubica un silencioso país, que como vimos en la primera cita, es llamado Argentum (insisto: ¿Argentina?). Demasiada casualidad. Es como si el nombre del continente ya hubiese sido preestablecido por esferas superiores —y por consecuencia su misión— antes de la visita de Américo Vespucio. Igual con Argentina, que debe su nombre, oficialmente, al Río de la Plata que discurre por su geografía.
La alusión a la diadema de Lucifer tampoco deja de ser importante, por cuanto la leyenda más extendida del Grial sostiene que una suerte de esmeralda (piedra verde) cayó de la frente del Ultraterrestre y de ella se hizo el vaso sagrado. Este símbolo dice muchas cosas. Lucifer representa al Universo Mental. Y es curioso que la piedra “salga” de la frente, que simboliza el Tercer Ojo y por tanto la capacidad de proyección y creación. ¿Acaso la piedra no surgió en Orión como una “cristalización” de la energía mental al crear el plano físico?
Además de la obra de Eschenbach, existen otros indicios que señalan a los Templarios como los portadores de la copa de Cristo al sur del mundo.
La gota que colmaría el vaso fue la expedición de la Fundación Delphos de Buenos Aires, que coordina el Ing. Flugerto Martí. Basándose en diferentes relatos medievales, donde se señala la existencia de un “fuerte” en las costas del sur del mundo —y en donde arribaron 33 hombres de túnicas blancas y cruces rojas en el pecho—, Martí y los miembros de Delphos pudieron identificar tan singular paraje en el Golfo de San Matías, en la patagonia argentina. Para coronar la hazaña, cerca del enclave hallaron una piedra templaria que muestra una cruz simétrica grabada en relieve. Este hallazgo, realizado en abril de 1998, sería el primero de una serie de “anomalías” que invitaban a pensar que un grupo de características indoeuropeas habría llegado a América antes que Colón…
En el mes de junio de 2005 pude visitar aquella zona, concretamente la meseta de Somuncurá, coincidiendo nuestra visita con un especial de televisión a cargo del Canal Infinito, llamado “Patagonia Fantástica”. En el programa, se entrevistaba a los moradores de Somuncurá, que narraban sorprendidos sus encuentros con apariciones de hombres blancos y barbados, montados a caballo y en actitud de estar vigilando la zona.
¿Acaso las almas de los antiguos templarios? ¿Por qué en aquel lugar de la Patagonia? Además de los descubrimientos de la Fundación Delphos y los fantásticos testimonios que recogió en la zona el Canal Infinito, no es menos importante la constante aparición de ovnis en el lugar. De hecho, se logró captar uno de estos objetos sobre los cielos de Valcheta, pueblo donde, según nos dijeron, se había hallado la enigmática piedra templaria… La imagen fue tomada por el fotógrafo Alejandro Alonso, el 25 de septiembre de 2004.
Pero allí no termina la trayectoria de aquella piedra de poder, antes de quedar, una vez más, a custodia de la Hermandad Blanca. Siglos más tarde, la esmeralda cósmica emergería en tiempos de los incas.
La Diosa Umiña y el Tesoro de Rumi Ñahui
Gracias a la periodista ecuatoriana —y gran amiga—, Cecilia Novoa, conocí la historia de esta apasionante leyenda. Aunque hay diversas fuentes, y algunos entredichos, todos están de acuerdo en que aquella esmeralda sobrenatural, apareció en algún momento de la historia prehispánica del Ecuador.
La primera cultura que nos da indicios concretos de la piedra de poder fueron los mantas, un grupo místico y religioso, tal como lo describe el cronista español Cieza de León. Ellos rendían culto a una “diosa” que albergaba poderes curativos. No era otra cosa que una gran esmeralda a la que llamaban “Umiña”.
De acuerdo a diversos investigadores, la Diosa Umiña era una piedra de fina esmeralda, cuyo valor podía exceder a todos los tesoros juntos de muchos templos. Su adoración se la realizaba en el templo construido en la isla de La Plata, hasta donde llegaban enfermos de todas partes. Luego que el gran sacerdote recibía la ofrenda (oro, plata y piedras preciosas) hacía sus deprecaciones postrado en tierra, y después de tomar con un paño blanco y limpio a la Umiña, frotaba con el mismo paño la cabeza del enfermo. Y muchos sanaron…
Tanta fama alcanzó en la época prehispánica que incluso desde centroamérica llegaban enfermos en busca de sanación. Esta circunstancia —no puedo omitir mencionarlo— nos pone tras otra pista, que nos conduce en línea recta a la cultura maya. Pero ya lo analizaremos en otra ocasión.
Otro relato que apunta a la existencia de la Umiña, recae en la persona de la princesa quitucara Quilago, sacerdotisa de la Luna, relacionada a las desconcertantes pirámides de Cochasquí —lugar que siempre indicaron los Guías como “ideal” para los trabajos de los grupos de Quito—; de acuerdo a la leyenda, Quilago mantuvo un romance con el inca Huayna Cápac, entregándole como dote a su reinado la esmeralda de poder. A la muerte del soberano Inca, el destino de la piedra estaba jugado: no podría caer en manos de los conquistadores españoles.
En aquel momento los hijos de Huayna Cápac, Huascar y Atahualpa —este último fruto de la unión del inca con la princesa Quilago— se hallaban en una encarnizada lucha por controlar el Imperio, situación que facilitó la conquista del Perú.
El hecho puntual en torno a esta disputa de poder, es que de acuerdo a las experiencias de contacto de los grupos de Quito, la verdadera batalla entre Huascar y Atahualpa, era por la Umiña que en su momento poseía su padre Huayna Cápac.
Como fuere, se sabe que el antiguo general de Huayna Cápac, Rumi Ñahui, al enterarse de la traición española a Atahualpa y su ejecución en la llacta de Cajamarca (1533), furioso incendió Quito y se dirigió con los tesoros del Imperio a Llanganati, un enclave que no es fácil de vencer, pues es montaña, en parte páramo, y cubierto de densas nieblas y acompañado frecuentemente de copiosas lluvias. Como bien sugiere Luriano Andrade Marín en su obra “Llanganati” (1933), este paraje permanece oculto de tal manera al Oriente de la Cordillera Real del Ecuador, que su situación estratégica parece más obra de malicia humana que de casualidad natural. Supuestamente, en la laguna de Yanacocha —o quizá en otro lugar más alejado— Rumi Ñahui escondió el “oro de Atahualpa”. No obstante, de acuerdo a lo que nosotros sentimos allí, lo que dejó el antiguo general inca fue más que eso.
No tengo duda alguna que Rumi Ñahui fue un iniciado que supo poner en manos de la Hermandad Blanca la protección de la “Umiña”.
Al margen de este episodio, las cualidades sobrenaturales de la “esmeralda” son innegables. Muchos la citan, sin olvidar sus poderes curativos, hecho que conglomeró a diversas culturas de la época. Quizá por esta razón, por el poder inmenso que albergaba y que muchos soñaban poseer, Huascar y Atahualpa se enfrentaron.
Gracias al explorador italiano Gaeteano Osculati, podemos leer una “descripción” de aquella esmeralda. El texto, increíble como revelador, reza lo siguiente:
“...Yo transmitiré a cualquier persona el secreto de la diosa verde, este secreto que me cuesta la vida. Allí está, esta copa fabulosa, tallada en una sola esmeralda y gracias a la que el Inca Supremo captaba todo el poder de las estrellas. Es la más grande esmeralda del mundo. Ella alcanza en mis dos manos abiertas. Está tallada en forma de copa pentagonal. Ella es sagrada, ella es mágica. Permite desplazar montañas pero no salvará la vida de quien la robe. Estoy solo. Mis ojos la velan. Pronto no tendré la fuerza de escribir, la palabra clave, la palabra mágica, es Umiña...”
Este extraño relato, que procede de 1847 —escrito en plena amazonía del Ecuador—, alude al poder grandioso de aquella piedra de poder, hecho que queda tajantemente descrito en otro aparte del manuscrito, que dice:
“...El que conoce el secreto de la piedra ligera y brillante, obtendrá el don de elevarse como las palomas hacia las alturas de los cielos, será llevado por los aires como el cóndor, encima de las montañas sagradas, y conocerá la revelación divina por el ala, el fuego y la piedra fundamental...”
Esta piedra “ligera y brillante”, es mencionada como una “copa pentagonal”. Su relación con la leyenda del Grial no deja de ser inquietante. Lo poco que sabemos, es que el nombre “Umiña” no es fortuito. Como dice el texto, es la palabra “mágica y clave”. ¿Pero para qué? Aquel vocablo quechua parece invocar al elemento cósmico. Como si se tratase de un mantran “llave” que puede conectar al iniciado con el poder que hoy reposa en la dormida Kayona, esperando los últimos tiempos de este planeta.
Reflexiones
Desde el remate de las pirámides de Egipto, al betilo o piedra de Chintamani que llevara Nicolas Roerich al desierto de Gobi, hallamos la relación entre la leyenda del Grial y su origen en Orión.
Por ello los Guías —en una experiencia de contacto que afrontaron los grupos de Bariloche—, afirmaron que la piedra, bajo diferentes denominaciones, tuvo su paso a través de las épocas y los hombres. Sea la piedra de Orión, el Grial, la Umiña o Chintamani, el elemento cósmico es uno solo. Y he allí la revelación de esta experiencia.
Ahora comprendo porqué los Guardianes y Vigilantes empleaban los cristales verdes brillantes, como en su momento lo hizo el célebre Thot el Atlante con las “Tablas Esmeralda” para archivar eternamente su conocimiento: aquellos elementos, al ser cristalizaciones provenientes del Universo Mental, tenían poderes inimaginables. No en vano fueron empleados para diversas y complejas tareas, como archivar grandes cantidades de información. También para acumular energía cósmica, probablemente para la navegación espacial, donde combinan la tecnología y el avance psíquico como conductor y “piloto”; o como se nos dijo en algún momento: para “atar” a las esencias de los deportados a la Tierra, tanto colectivamente como individualmente. A este tipo de cristales prisión los extraterrestres les llaman ergomenón, y los hay de dos tipos: los piramidales de base cuadrada (colectivos), y los octaedros (individuales), estos últimos de menor número en nuestro planeta debido al fuerte poder que emanan.
Pero la piedra estelar que alude “la otra historia del Santo Grial”, es el elemento primigenio, el cristal mayor y único en sí mismo. Un poderoso oráculo viviente. Y quizá el cristal angular que retiene a más de un alma caminante en este bello planeta azul.
Hoy comprendo mejor la extraordinaria experiencia que viví en Tierra del Fuego. Y porqué hay cosas que aún no se pueden desvelar ni “tocar”. No obstante, soy conciente que el contacto de diciembre de 2004 fue tan sólo una primera aproximación a este misterio. Desde luego, acceder a Kayona permitió además la activación del Disco Solar que forma parte de la Red del Tiempo, y la revelación de un canto antiguo que enlaza aquellas herramientas de poder hoy diseminadas en los Retiros Interiores más poderosos de las Américas y Antártica. Pero pese a todo lo logrado, ha sido sólo un primer paso.
La invitación a la Antártica aún está abierta. Kayona y la piedra de poder poseen más secretos. Aún hay mucho por revelar. Y ello ocurrirá sólo cuando empecemos a buscarnos a nosotros mismos y a reflejarnos con nuestros compañeros de viaje. Un viaje no físico. Sino espiritual.
He allí el verdadero Santo Grial. La copa sagrada de la cual debemos beber antes de embarcarnos en cualquier aventura externa.
Y sólo el tiempo, como en todo, juzgará la validez de esta apasionante historia…
Un abrazo en la luz,
Ricardo González