jueves, 7 de febrero de 2013

EL KYBALIÓN
LOS TRES INICIADOS

Hace tiempo llego a nuestras manos un libro titulado El Kybalión, el cual en su momento lo intentamos leer muchas veces, pero sin saber porque nunca lo terminamos. Parece ser, como más adelante se indica, que solo aquellas personas que están preparadas pueden llegar a su término y comprensión. Guarda, a nuestro entender, las enseñanzas fundamentales para comprender toda la existencia y posibilita la evolución al adquirir conciencia de todo aquello que creemos es Transcendental. Son temas sumamente profundos y maravillosos que nos dan una idea, y nos explican el porque de las cosas y de todo aquello que nos rodea.
Las Siete Leyes Universales o Kybalión, se atribuyen a la más rica filosofía y enseñanza mística de Grecia y Egipto. A unos les constará más que a otros la comprensión de las mismas. Este libro dicen que fue escrito por Los Tres Iniciados, ignorándose realmente la personalidad de los mismos. Ellos lo que hacen, es trasladar las enseñanzas herméticas que nos legó Hermes Trimegistro (El Tres Veces Grande), también conocido como Thot, el Atlante. A él se le atribuyen la invención de la escritura jeroglífica, de la ciencia, de las artes, fundador de la astrología y descubridor de la alquimia.

Cuentan que vivió más de trescientos años y que tiempo después de su muerte, en Grecia, lo llamaron, "Hermes, el dios de la sabiduría" y basaron sus filosofías o afiliaciones estudiosos como Pitágoras, Arquelao, Sócrates, Empédocles, Platón, Aristóteles, Hipócrates, entre otros tantos respetables sabios del mundo inspirado de la Acrópolis. Tanto los egipcios como los griegos veneraron su memoria, denominándole el "inspirado de los dioses", y añadiéndole el nombre de "Trimegisto" que significa tres veces grande.

Thot dejó su legado en cristales y metal, el cual fue guardado en una arca, y es lo que hoy se conoce como "Las Tablas Esmeralda", en la cual se inscriben Siete Leyes Universales, que resume en dicho número los principios de la verdad....

Verdad o ficción, la sabiduría del Kybalión se ha construido en la piedra angular de todo sincero buscador de la verdad. Y tal como advierte el enigmático Thot al inicio del libro, "Los principios de la verdad son siete. El que comprende esto perfectamente, posee la clave mágica ante la cual todas la puertas del templo se abrirán de par en par... Esperamos, como todo aquello que os trasladamos, sea de vuestro agrado y disfrutéis de ello tanto como nosotros.

INTRODUCCIÓN

Mucho placer nos causa el poder presentar este trabajo a la atención de los estudiantes e investigadores de las Doctrinas Secretas, obra que está basada en las antiquísimas enseñanzas herméticas. Se ha escrito tan poca cosa sobre este asunto, a pesar de las innumerables referencias que se han hecho de estas enseñanzas en muchos de los trabajos sobre ocultismo, que los investigadores de las verdades arcanas habrán, sin dudas, presentido la aparición de este libro.

El propósito de éste no es la enunciación de una filosofía o doctrina especial, sino más bien el de dar al estudiante una exégesis de la verdad, que le sirva para conciliar los muchos tópicos de los conocimientos ocultos que puede ya haber adquirido, pero que, aparentemente, son contradictorios y paradójicos, lo que a menudo desanima y disgusta al principiante. Nuestro intento no es el de erigir un nuevo templo de sabiduría, sino el de colocar en manos del investigador una clave maestra con la cual pueda abrir las numerosas puertas internas que conducen al Templo del Misterio.

Ningún conocimiento oculto ha sido tan celosamente guardado como los fragmentos de las enseñanzas herméticas, los que han llegado hasta nosotros a través de las centurias transcurridas desde los tiempos del Gran Fundador, Hermes Trismegisto, «el elegido de los dioses», quien murió en el antiguo Egipto, cuando la raza actual estaba en su infancia. Contemporáneo de Abraham, y, si la leyenda no miente, instructor de aquel venerable sabio, Hermes fue y es el Gran Sol Central del Ocultismo, cuyos rayos han iluminado todos los conocimientos que han sido impartidos desde entonces. Todas las bases fundamentales de las enseñanzas esotéricas que en cualquier tiempo han sido impartidas a la raza son originarias, en esencia, de las formuladas por Hermes. Aun las más antiguas doctrinas de la India han tenido su fuente en las enseñanzas herméticas.

Desde la tierra del Ganges muchos ocultistas avanzados se dirigieron hacia el Egipto para postrarse a los pies del Maestro. De él obtuvieron la clave maestra, que, al par que explicaba, reconciliaba sus diferentes puntos de vista, estableciéndose así firmemente la Doctrina Secreta. De todas partes del globo vinieron discípulos y neófitos que miraban a Hermes como el Maestro de los Maestros, y su influencia fue tan grande que, a pesar de las negativas de los centenares de instructores que había en los diferentes países, se puede fácilmente encontrar en las enseñanzas de estos últimos las bases fundamentales en las que se asentaban las doctrinas herméticas. El estudiante de religiones comparadas puede fácilmente percibir la influencia tan grande que las enseñanzas herméticas han ejercido en todas las religiones, sea cual fuere el nombre con que se les conozca ahora, bien en las religiones muertas o bien en las actualmente existentes. La analogía salta a la vista, a pesar de los puntos aparentemente contradictorios, y las enseñanzas herméticas son como un conciliador de ellas.

La obra de Hermes parece haberse dirigido en el sentido de sembrar la gran verdad que se ha desarrollado y germinado en tantas y tan extrañas formas, más bien que en el de establecer una escuela de la filosofía que dominara el pensamiento del mundo. Sin embargo, la verdad original enseñada por él ha sido guardada intacta, en su pureza primitiva, por un reducido número de hombres en cada época, los cuales, rehusando gran número de aficionados y de estudiantes poco desarrollados, siguieron el proceder hermético y reservaron su conocimiento para los pocos que estaban prontos para comprenderlo y dominarlo. De los labios a los oídos fue transmitido este conocimiento entre esos pocos. Siempre han existido en cada generación y en los diversos países de la tierra algunos iniciados que conservaron viva la sagrada llama de las enseñanzas herméticas, y que siempre han deseado emplear sus lámparas para encender las lámparas menores de los del mundo profano, cuando la luz de la verdad languidecía y se anublaba por su negligencia, o cuando su pabilo se ensuciaba con materias extrañas. Han existido siempre los pocos que cuidaron el altar de la verdad, sobre el cual conservaron siempre ardiendo la lámpara perpetua de la Sabiduría. Esos hombres dedicaron su vida a esa labor de amor que el poeta describiera en estas líneas:

Ø “O, let not the flame die out! Cherished age after age in its dark cavern —in its holy temples cherished. Fed by pure ministers of love— let not the flame die out!”

Ø «¡Oh, no dejes extinguirse la llama! Sustentada por generación tras generación en su oscura caverna —en sus templos sagrados sustentada. Nutrida por puros sacerdotes de amor— ¡no dejes extinguirse la llama!»

Estos hombres no buscaron nunca ni la aprobación popular ni acaparar gran número de prosélitos. Son indiferentes a esas cosas, pues saben de sobra cuán pocos hay en cada generación, capaces de recibir la verdad, o de reconocerla si se les presentara. Ellos «reservan la carne para los hombres», mientras que los demás «dan leche a los niños», conservan sus perlas de sabiduría para los pocos elegidos capaces de apreciar su valor y de llevarlas en sus coronas, en vez de echárselas a los cerdos que las mancillarían y pisotearían en el cieno de sus chiqueros. Mas estos hombres no han olvidado aún los preceptos de Hermes respecto a la transmisión de estas enseñanzas a los que estén preparados para recibirlas, acerca de lo cual dice El KYBALIÓN: «Dondequiera que estén las huellas del Maestro, allí, los oídos del que está pronto para recibir sus enseñanzas se abren de par en par». Y además: «Cuando el oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría». Pero su actitud habitual ha estado siempre estrictamente de acuerdo con otro aforismo, de El KYBALIÓN también, que dice que «los labios de la Sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender.»

Y esos oídos incapaces de comprender son los que han criticado esta actitud de los hermetista y los que se han lamentado públicamente de que aquellos no hayan expresado nunca claramente el verdadero espíritu de sus enseñanzas, sin reservas ni reticencias. Pero una mirada retrospectiva en las páginas de la historia demostrará la sabiduría de los maestros, quienes conocían la locura que era intentar enseñar al mundo lo que éste no deseaba ni estaba preparado para recibir. Los hermetista nunca han deseado ser mártires, sino que, por el contrario, han permanecido retirados, silenciosos y sonrientes ante los esfuerzos de algunos que se imaginaban, en su ardiente entusiasmo, que podían forzar a una raza de bárbaros a admitir verdades que sólo pueden comprender los que han avanzado mucho en el Sendero. El espíritu de persecución no ha muerto aún en la tierra. Hay ciertas enseñanzas herméticas que, si se divulgaran, atraerían sobre sus divulgadores un griterío de odio y el desprecio de las multitudes, las que volverían a gritar de nuevo: ¡Crucificadlo!… ¡Crucificadlo!…

En esta obra hemos tratado de daros una idea de las enseñanzas fundamentales de El KYBALIÓN, indicando todo cuanto se refiere a los principios actuales, dejándoos el trabajo de estudiarlos, más bien que el de tratarlos nosotros mismos en detalle. Si sois verdaderos estudiantes o discípulos, comprenderéis y podréis aplicar estos principios; si no, debéis desarrollarlos, pues de otra manera las enseñanzas herméticas no serán para vosotros sino «palabras, palabras, palabras».