Paititi-Eldorado, la ciudad secreta de los Incas
Es
una de las historias más fascinantes de la mitología inca. Y es
también hoy en día el enigma arqueológico más grande de Suramérica. Un
enigma que posiblemente se está a punto de resolver.
El Sapa inca, Hijo del Sol, el dios viviante de los Andes.
(Foto: Thierry Jamin, junio de 2007)
Según
lo que se sabe gracias a las crónicas de la época y a las viejas y
legendarias tradiciones, Paititi habría sido una ciudad inmensa que se
encontraría escondida en alguna parte de la selva amazónica peruana.
Es una ciudad que se buscó en toda Suramérica. Pero desde una
cincuentena de años, las investigaciones se enfocaron hacia el
sudeste de Perú, en Amazonia peruana. Lo que parece lógicamente,
porque Paititi es atado al Incanato. Y el Perú moderno constituye lo
que fue el corazón de este imperio: el Tawantinsuyu.
Mapa
antiguo sobre cuero que data del siglo XVII considerado representar
la región donde se situaría la ciudad perdida de Paititi…
El
inicio de la leyenda se sitúa poco después de la muerte de Atawualpa,
el Inca reinante a la época de la llegada de los españoles (1532). El
Imperio estaba entonces a su apogeo, pero desgarrado por una guerra
civil entre Huascar, el heredero legitima del trono de los Incas, y
su semi-hermano Atawualpa. Francisco Pizarro surge entonces. Éste
aprovechando del estado de guerra civil en el cual se encontraba el
Imperio, captura a Atawualpa. Preso de los españoles, el Inca
propone, a cambio de su libertad, el pago de un tesoro fabuloso. Se
compromete en rellenar de oro la sala del palacio donde es
secuestrado, hasta la altura de su mano levantada, y de rellenar de
plata dos otras salas similares, y en un mes. Pizarro, que era
deslumbrado por las riquezas de Perú, acepta evidentemente la
propuesta. El rescate del emperador comienza entonces a afluir en el
campo español de todas las provincias del Tawantinsuyu. ¡Los cronistas
de esta época hablan de verdaderas montañas de oro! Se dice que en
la misma época una parte de la nobleza inca, tomando una red de
ciudades secretas, habría encontrado refugio en la selva, en la ladera
amazónica de Perú. Y es a propósito de eso que se pronuncia, desde
los primeros años de la conquista, una palabra misteriosa: la de
Paititi.
¿Se trataba de la cara escondida del Imperio inca, de un
feudo secreto de los Incas? Ninguno lo sabe. Porque nadie encontró
todavía jamás esta misteriosa ciudad perdida. Es allá también dónde
habrían sido escondidos con urgencia todos los tesoros del Imperio.
Por lo menos las de la región del Cusco, la capital imperial.
Toneladas de oro y de magníficos objetos preciosos habrían estado en
tránsito así de prisa hacia la selva. Ciertos cronistas hablan de
veintimil llamas cargados de oro, conducidos hacia el este, por un
destino desconocido, por la Coya, la esposa del Inca.
Zona
supuesta del reino del Gran Paititi, en Suramérica. Desde estas
últimas décadas, las investigaciones se orientan hacia la región del
departamento de Madre de Dios, en el sudeste de Perú.
(Foto: Courtesy, Spot Image, 2007)
Varias
crónicas hablan particularmente de una maravillosa "cadena de oro" que
Inca Huayna Capac había hecho ejecutar para conmemorar el nacimiento
de Huascar, el heredero legitima de los Incas, que Atawualpa, su
hermanastro, hará asesinar. Esta yahuirka, cuya longitud estaba por
lo menos de doscientos metros, tenía, dice, eslabones por muy mucho
como el pulgar de un hombre. Garcilaso de Vega, un mestizo que pasó
su juventud a Cusco, pretende que su peso era tal que doscientos
Indios llegaban apenas a levantarle. Fue recubierta con plaquetas
articuladas de oro que, simulando las escamas de la piel de una
serpiente, centelleaban al Sol. Los conquistadores intentaron
vanamente apoderarse de eso. Pero la leyenda cuenta que esta cadena
inestimable de oro secretamente habría sido devuelta, por los indios
mismos, hasta el reino del Grán Païtiti y echada en una laguna,
acompañada por cantidades de objetos de un valor inestimable.
Se
habla también de un fabuloso disco solar de oro, el Punchao, que
reinaba antaño en la sala principal del Qorikancha, el Recinto de Oro,
el Gran Templo de Cusco. Alto de cerca de cuatro metros, este ídolo
anthropomorfico que representaba Inti, el dios Sol, reposaba en un
zócalo que contenía, dice, los corazones pulverizados por los Sapas
Incas. Era el santo de los santos, el objeto más precioso del Imperio.
Perdemos su rastro después de 1572.
Zona del rio Alto Madre de Dios, teatro de las primeras expediciones de Thierry Jamin.
(Foto: CNES, Spot V, Distribución Spot Image, 2007.)
La
leyenda de Paititi, lo vemos, pues esta muy atada a esta historia de
rescate y de oro. Y es por otra parte todo el drama de Paititi.
Porque la inmensa mayoría de los que buscaron, a través de la
historia, esta ciudad perdida, fueron animados sólo por el cebo del
oro. Pero Paititi es ante todo un tesoro... ¡arqueológico! Es el Graal
del Perú moderno. Y es un gran patrimonio de la Humanidad.
Para
más detalles: Thierry Jamin, Pierre-Albert Ruquier, "L'Eldorado inca. A
la recherche de Païtiti", éditions Hugo y Cie, Paris, novembre 2006.
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© Thierry Jamin, 1998-2013 |
Menci
http://www.granpaititi.com/index.php?id=121&lang=es