La "ciudad de las pirámides" no es Paititi (2003-2005)
Paso una parte importante del año 2003 y a principios del año 2004 en Lima, a pelar de nuevo los archivos fotográficos del Ejército del Aire de Perú. Y descubro un día, gracias al apoyo de un militar, una serie de fotos en blanca y negro de calidad muy buena, realizadas algunos años antes en Madre de Dios para las necesidades de la cartografía nacional.En esta aerofotografía, realizada por la FAP en 1985, Thierry Jamin repara varias series de curiosos rectángulos blancos y grises no lejos de las "pirámides". ¿Se trata de terrazas de culturas, de vestigios de una civilización olvidada, o bien de un fenómeno de la naturaleza?
(Foto: fuerzas Aéreas de Perú, 1985)
La expedición de 2004 en Paratoari. Sobre el camino de las "terrazas" misteriosas. (Foto: Florence Dugowson/Le Figaro Magazine, julio de 2004)
Algunos días más tarde, de regreso a Cusco, somos objeto de amenazas de muerto por parte de estos huaqueros y las autoridades locales y la embajada de Francia se inquietan por eso a punto que querrán colocarme ¡bajo protección policiaca!
Deberemos entonces esperar varios meses, dejar pasar la época de lluvias y hacernos olvidar a pocos de estos traficantes antes de repetir nuestras investigaciones allí dónde las habíamos dejado algunos meses antes.
Así es como en junio de 2005, Herbert Cartagena y yo podemos ponernos en camino de nuevo sobre los rastros de la ciudad perdida, acompañados esta vez de un equipo de televisión de la ZDF, la televisión pública alemana, y del National Geographic.
Nos paramos en camino en un sitio que ya habíamos visitado repetidas veces, en el curso de nuestras expediciones precedentes, y atado, pensamos, a la ciudad que buscamos. Se trata de petroglifos (figuras grabadas en la roca) bastante misteriosos, situados a cerca de diez kilómetros, en el norte de las "pirámides", sobre las orillas del rio Palotoa: los petroglifos de Pusharo. Señalados por primera vez en 1921 por un misionero dominicano, Vicente de Cenitagoya, no tienen ningún equivalente en Perú. Desconocidos de la inmensa mayoría de los arqueólogos, jamás habían sido estudiados, antes de nosotros, de manera científica. Son sin embargo únicos.
Después de la etapa en Pusharo, un helicóptero LAMA deposita a nuestro equipo en el corazón de la selva.
(Foto: Jean-Claude Coutausse / Nacional Geographic Magazine, junio de 2005)
El objetivo de esta operación era dejar a nuestro grupo más cerca posible del sitio, verificar si había vestigios y hacer conocer al mundo cuanto antes un descubrimiento posible. Pero, en una selva tan densa, la maniobra no era sin peligro, tanto para la tripulación que baja que para el helicóptero y su piloto. El aparato finalmente llega a dejarnos en la selva plena y establecemos poco después nuestro campo base. Pero estamos a cinco kilómetros por lo menos de nuestro objetivo. Esta distancia me inquieta desde el principio. Porque cinco kilómetros, en tal medio, representan varios días de marcha. Es una selva muy cerrada, con bambúes (paca) entremezclados, que constituían verdaderas paredes. Disponemos de aproximadamente ocho días antes de la vuelta programada del helicóptero.
Nuestra avanzada permanecía lenta y penosa, considerablemente frenada por el equipo de televisión, lo que aumentaba cada día nuestra angustia. Debíamos sin cesar contornear cada día nuevos obstáculos o superarlos.
En el corazón de la selva del Manú, Thierry y su grupo intentan alcanzar la zona de las "terrazas".
(Foto: Jean-Claude Coutausse / Nacional Geographic Magazine, junio de 2005)
Había que no perder el tiempo. Cada hora contaba. Pero Herbert Cartagena y algunos de mis compañeros me advierten: esta travesía, en un relieve tan caótico, exigirá más de dos días que todavía quedamos, antes del helicóptero.
Podía arriesgar mi vida y probar fortuna, pero no podía arriesgar a la de mis compañeros. Entonces, la muerte en el corazón, decido volverme atrás y regresar a Cusco.
Haber llegado así tan cerca del objetivo, haber movilizado tanta energía y material para deber irse de nuevo sin haber podido hasta lograr el fin de mis búsquedas me parece entonces absurdo tanto como inconcebible.
Al puesto de vigilancia del Parque del Manú, a Santa Cruz, nuestro equipo está a punto de nuevo de irse hacia las famosas "terrazas".
(Foto: Thierry Jamin, agosto de 2005)
Paso las condiciones un poco fantásticas por las cuales hubo que pasar para financiar esta operación que no estuvo prevista: ¡son amigos qué contribuyeron para mí, así como un abogado parisino y unos Internautas! ¡Increíble!
A principios de agosto de 2005, salimos de nuevo en 4X4 de Cusco con destino el norte de las "pirámides". A partir del último pueblo, dejamos el vehículo y vamos a contracorriente, antes de acabar nuestra progresión a pie, durante varios días. Allí todavía, paso muchos detalles, pero sepan que alcanzaremos por fin hasta la zona de las misteriosas terrazas dos semanas más tarde.
Llegando por fin al sitio, es una inmensa decepción: comprobamos en efecto que desgraciadamente no se trata de construcciones. No había ninguna ruina.
Pero, a pesar de todo, no era un fracaso total porque se trataba de tipos de "plataformas" que daban la impresión de una antigua zona de tierra cultivada. El lugar visiblemente había sido explotado en la última época de los Incas (después de la conquista). Este sitio probaba pues, una vez más, la presencia de los Incas en este sector y, por consiguiente, la proximidad de un establecimiento inca permanente.
De esta expedición, nuestros exploradores traerán varios objetos de origen inca, encontrados en la zona de Paratoari. Prueban la existencia de un sitio permanente, escondido en alguna parte, al amparo de las "pirámides".
(Foto: Thierry Jamin, agosto de 2005)
Total, tantas confirmaciones como había bien una ciudad inca en esta zona. Y hasta tenemos tuvo la impresión que habíamos debido pasar justo al lado... posiblemente por menos de un kilómetro.
Este año del 2005 va a marcar un momento muy importante en el marco de mis investigaciones porque voy a adquirir la convicción que la ciudad que estaba buscando desde todos estos años cerca de las "pirámides" no podía ser la gran ciudad de Paititi. Al mismo tiempo, los estudios que realizo en el sitio de los petroglifos de Pusharo, a diez kilómetros en el norte, van a revolver todos mis estudios.
Para más detalles: Thierry Jamin, Pierre-Albert Ruquier, "L'Eldorado inca. A la recherche de Païtiti", éditions Hugo y Cie, Paris, novembre 2006. Comprar el libro en línea: pulse aquí.