viernes, 29 de marzo de 2013
LO OCULTO EN PSICOTERAPIA (I): LAS CREENCIAS DEL TERAPEUTA
PSY'N'THESIS Antonio Crego · in Epistemología, Intervención psicológica. ·
En la práctica psicoterapéutica existen numerosos aspectos subyacentes que la condicionan, marcando los límites dentro de los cuales se va a desenvolver la actuación del terapeuta. Tales supuestos implícitos derivan en gran medida de las asunciones que están presentes en unas y otras escuelas psicoterapéuticas, es decir, de lo que se ha denominado como sus “creencias fundacionales” sobre el ser humano, sus dinámicas, el concepto de enfermedad mental o la forma en que la terapia ha de desarrollarse, entre otros temas.
Por ejemplo, un terapeuta de corte freudiano abordará un determinado problema de forma muy diferente a un psicólogo cognitivo-conductual, porque sus respectivas visiones sobre lo que le ocurre al paciente son muy distintas. De hecho, sus ideas sobre la sintomatología y su forma de explicar el comportamiento en general pueden ser inconmensurables. Uno y otro, podríamos decir, hablan idiomas terapéuticos distintos. Así, por ejemplo, mientras que en un caso se atenderá a “procesos inconscientes” o “mecanismos de defensa” para explicar por qué alguien se comporta de una forma determinada, en el otro se tratará de entender la conducta en términos de “procesamiento de la información” y “sesgos cognitivos”. No hace falta mencionar que terapeutas de cualquier otro enfoque –construccionista, gestáltico, humanista, conductista, etc.- abordarían cualquier cuestión psicoterapéutica igualmente desde una óptica propia. Es decir, el lenguaje terapéutico subyacente tiene un impacto decisivo en la práctica, ya que los conceptos que utilizamos son de alguna manera las lentes mediante las cuales se observa la realidad del paciente…o, siguiendo a otros autores, con las que se “construye” dicha realidad.
En cierto sentido nuestro lenguaje está cargado con teorías, ideas, creencias, hipótesis y especulaciones sobre el ser humano, muchas de las cuales nos resultan “invisibles” a primera vista, pero que sin embargo ejercen una influencia activa en todo lo que ocurre en la psicoterapia. Y de hecho, desde esta “invisibilidad” tales supuestos epistemológicos sustentan y dan sentido a cada sesión de psicoterapia. Sin ellos, las técnicas que se emplean, los procedimientos de evaluación y diagnóstico, las orientaciones del terapeuta y la toma de decisiones durante la intervención carecerían de sentido y serían –haciendo alusión al título de Woody Allen- “mera anarquía”. Es decir, que hablar de “supuestos implícitos” no es algo “negativo”, sino que son parte consustancial de nuestro lenguaje o del “idioma terapéutico” que hablemos. El problema no está por tanto en que nuestro lenguaje contenga dicha carga teórica, sino en que no lo sepamos o no seamos ni siquiera conscientes de ello. Y esto es algo que, por la naturaleza implícita de muchos de los supuestos de la terapia, es fácil que ocurra. En este sentido, Mahrer (2000) en un artículo publicado en American Psychologist señalaba que:
en el campo de la teoría psicoterapéutica, de la investigación y de la práctica, las creencias fundacionales han estado y esencialmente continúan estando ocultas, quedando asumidas, inexplicadas, inespecíficas, camufladas, y por lo tanto, inmunizadas frente al estudio cuidadoso, el análisis, el examen, el escrutinio, la explicación, el desafío constructivo, la mejora, el cambio, y el avance” (Mahrer, 2000, p. 1118).
Según este autor, las “creencias fundacionales” en psicoterapia tendrían además una serie de características que las hacen particularmente inmunes al cambio (Mahrer, 2000):
o Son esencialmente creencias implícitas y no están específicadas.
o Pueden estar ocultas en términos, conceptos, y frases de un vocabulario aceptado, prácticas clínicas habituales, y en la validación involuntaria cuando la investigación se hace desde ellas, pero no sobre ellas.
o Pueden tener su origen dentro de una psicología popular afianzada.
o Las creencias fundacionales pueden afianzarse fácilmente en contextos donde se asume que existe una verdad o principio básico, monolítico, único, en torno al cual se organiza el conocimiento.
o Pueden ser extremadamente resistentes frente al análisis crítico o el ataque declarado.
o Las creencias fundacionales pueden llegar a ser inmunes, siendo colectivamente aceptadas como verdaderas.
En resumen, el peligro potencial de las “creencias fundacionales” reside en que su carácter implícito favorece que muchas veces pasen desapercibidas y sean a veces asumidas de manera acrítica. A pesar de su caracter “oculto”, tales supuestos básicos tienen sin embargo una influencia real y directa en el modo en que practica la psicoterapia, dando soporte a las actuaciones del psicoterapeuta, que a la postre sirven de refuerzo a las ideas que las originaron. Las creencias implícitas del terapeuta son inevitables, conforman el sustrato en que éste se mueve. El riesgo está en que son resistentes a ser explícitamente identificadas y puestas en cuestión, aunque puedan estar equivocadas, o ser mitos o falacias. Es por ello que resulta conveniente la reflexión y el espíritu crítico no sólo sobre lo que se hace en la psicoterapia, sino también sobre los supuestos en que esta se basa.
LO OCULTO EN PSICOTERAPIA (II): LA PERSONALIDAD DEL TERAPEUTA
by PSY'N'THESIS Antonio Crego · in Epistemología, Intervención psicológica, Personalidad. ·
En el post anterior sobre lo “oculto” en psicoterapia se discutía cómo las “creencias fundacionales” son elementos que, de manera implícita, actúan ejerciendo una influencia en la práctica de la psicoterapia. Tales creencias estaban muy ligadas a los presupuestos y asunciones básicas de las diferentes escuelas de psicoterapia. Pero hay más elementos que, sin ser explícitos, condicionan la forma en que una intervención se lleva a cabo. Se trata de aspectos como la personalidad del terapeuta y otros que tienen que ver con su forma de entender al ser humano, sus actitudes y creencias, o sus ideas sobre cómo ha de desarrollarse una sesión de psicoterapia, por ejemplo, en cuanto a sus objetivos o el papel de cada cual en ella. Estos últimos elementos se han dado en llamar la orientación o “estilo epistémico” del terapeuta, etiqueta que hace referencia a sus creencias sobre el conocimiento psicológico.
En este sentido, la personalidad y el estilo epistemológico del terapeuta llegan a ser importantes condicionantes a la hora de elegir un modelo teórico concreto desde el que ejercer la actividad clínica. Así lo pone de manifiesto Arthur (2001) en su artículo publicado en el European Journal of Psychotherapy and Counselling. Tras realizar una revisión de la literatura existente, este autor llegó a la conclusión de que efectivamente el modelo elegido por el terapeuta se halla en estrecha correspondencia con sus rasgos de personalidad y con su estilo epistemológico. Existen, claramente, también otras influencias en esta decisión, como la exposición a un modelo teórico u otro durante el periodo formativo, las supervisiones recibidas, la orientación de los colegas, el tipo de pacientes que se atiende, y otros factores socioeconómicos que juegan un papel muy importante en la orientación teórico-práctica del terapeuta; pero son numerosos los estudios apuntan a los rasgos de personalidad y a la perspectiva epistemología del terapeuta como los mayores determinantes en la elección de un modelo de psicoterapia. Como sostienen Vasco et al. (1993):
Las actitudes de los psicoterapeutas hacia las asunciones teóricas y meta-teóricas de las diferentes orientaciones son el resultado de perspectivas personales, posturas filosóficas, cosmovisiones, y valores. Todas esas variables se combinan para hacer que una orientación sea más tentadora que otra, contribuyendo a una eventual bondad del ajuste entre la personalidad del terapeuta y una orientación particular” (Vasco et al., 1993, p. 183)
Parece además que los rasgos de las distintas orientaciones psicoterapéuticas encajarían, a su vez, mejor o peor con rasgos del propio terapeuta. Por ejemplo, en un trabajo de investigación realizado sobre el tema, Gizem Aksoy (2005) ha analizado la idea de la correspondencia entre orientación psicoterapéutica y estilo personal del psicoterapeuta para el caso del modelo constructivista. Este autor comprueba empíricamente que la búsqueda de la auto-conciencia, la atención a las emociones, la tolerancia a la ambigüedad, la tolerancia social y la apertura a la experiencia serían rasgos de los psicoterapeutas de esta orientación.
Incluso, se podría llevar a cabo una correspondencia entre las premisas del enfoque constructivista y tales rasgos del terapeuta, tal y como se recoge en la tabla adjunta.
En suma, a las “creencias fundacionales” hay que sumar otros dos factores que condicionan el modo en que una psicoterapia va a transcurrir: la personalidad y el estilo epistémico. En este caso, afectan a la elección del modelo teórico desde el cual el terapeuta va a intervenir. Como ocurría en el caso de las “creencias fundacionales”, tampoco debe entenderse que estos dos nuevos aspectos van a influir “negativamente”. No tiene por qué ser así, y de hecho, tener una determinada personalidad o compartir los presupuestos epistemológicos de una determinada escuela puede incluso favorecer la acción terapéutica, siendo más fluido o cómodo seguir un guión de psicoterapia con el que experimentamos afinidad. El riesgo, de nuevo, es no ser conscientes de que tales influencias están operando sutilmente y de manera inevitable, lo que puede hacer que pasen desapercibidas ante la reflexión crítica.
Hay dos maneras de difundir la Luz, ser la lámpara que la emite, o ser el espejo que la refleje. Lin Yutang
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