martes, 31 de marzo de 2009
EL LABERINTO DE CHILCA ( LIMA - PERU )
EL LABERINTO DE CHILCA (PERÚ)
Podemos trabajar con los números como símbolos realizando una dinámica muy interesante de integración para lo cual podemos construir la figura de un “Laberinto” que simboliza la aventura del alma. Una figura espiral basada en una cruz o esvástica. Esto se puede hacer entre varias personas movilizando piedras, ramas de árboles o cualquier otro objeto con el que se pueda construir senderos.
El primer laberinto conocido fue construido en Egipto en la época faraónica, en el oasis del Fayum, y el arquitecto griego Dédalo lo copió para que sirviera de modelo para el palacio del rey Minos en Cnosos (Creta).
La leyenda del Laberinto de Teseo y el Minotauro la podemos relacionar con la aventura del hombre por conocerse y vencerse a sí mismo, controlando su parte animal que es la parte incompleta de su naturaleza, y que está en lo más profundo de su ser, aunque la mayor parte de las veces se manifiesta en su superficie. El Símbolo del Laberinto representaría el camino del alma por llegar hasta el fondo, hasta el conocimiento pleno de sí mismo; a la vez que sería como un mándala, que nos sumerge en el subconsciente donde la persona tiene que llegar a definir si lo que busca es entrar o salir, vivir o morir, la supervivencia de su ser superior o el predominio de su ser inferior. Aunque deberíamos terminar de entrar para poder saber salir llenos de una nueva sabiduría, ya que al final el camino siempre es el mismo.
El Laberinto es un camino hacia el centro, hacia lo más profundo de nuestra identidad, donde el recorrido en apariencia es complejo y nos expone al riesgo de perdernos enfrentando al temor, cuando más bien deberíamos vivirlo como un juego y acertijo, con alegría y espíritu de aventura, que inexorablemente nos llevará tarde o temprano de afuera hacia adentro, y luego de adentro hacia los demás...
Hay quienes piensan que los laberintos eran mapas del Mas Allá por haber sido encontrados en innumerables tumbas en los pueblos alrededor del Mediterráneo, Inglaterra, iglesias en Francia e incluso entre los indios Hopi. Pero también se encuentran en Finlandia y en Suecia donde se relacionaban con ritos primaverales de fertilidad. En ciertas fiestas se hacían laberintos de piedras o ramas en cuyo centro se ubicaba a una muchacha que tenía que ser rescatada. A estos rituales se les llamaba “La Danza de la Virgen”. Vida y muerte siempre unidas, sin la garantía de que la vida vuelva a manifestarse luego de la muerte; muerte simbólica como en el caso del invierno en los rituales de Eleusis (Grecia).
En algunos lugares el símbolo del Laberinto pasó a ser un talismán de protección, de buena suerte o también como un talismán de poder con el cual se podía controlar el tiempo. En el mundo cristiano al Laberinto que comenzó a ser representado en el suelo de las iglesias, se le llegó a llamar Chemin de Jerusalén, o camino de Jerusalén, porque al recorrerlo el peregrino debía meditar sobre los valores de la fe, llegando hacia el verdadero centro de todo: Jesús el arquetipo del amor perfecto.
El laberinto es una cruz de cuatro lados iguales que es el símbolo de la Tierra, de los cuatro elementos, de los cuatro puntos cardinales, y del principio de la evolución. Simboliza el patrón de nuestro proceso de evolución. Y se hace siempre de izquierda a derecha. Es la cruz gamada a la vez que la Esvástica que termina convirtiéndose en un espiral. Para construirlo debían hacerlo en un día, juntando piedras y colocándolas una a una, interviniendo para ello todo el grupo de gente reunida.
Se inicia construyendo la forma central que es una cruz. Todo esto en una actitud reverente y en un ceremonial que exige en lo posible, silencio e introspección. Para el primer paso se empieza colocando ocho piedras a la derecha, cada una con un pensamiento positivo por el planeta, porque hay que recordar que es la construcción de algo vivo, que utiliza el patrón geométrico de nuestra conciencia. Luego cada uno del grupo va ingresando al centro y se van colocando las piedras siguiendo el orden preestablecido. Se puede recurrir a la presencia de una mujer anciana o simplemente la mayor de las presentes, o de una niña o joven quienes llevan sobre sus manos una vela como símbolo de la luz y de la sabiduría. Recordemos la presencia de la joven Ariadna, hija de Minos en el mito de Teseo facilitando el hilo que le permitirá al héroe salir del Laberinto. La niña ofrece la luz al planeta, y espera a la anciana o mujer mayor que trae la sabiduría, intercambiando en el centro sus ofrendas. Y el centro es el número 8 que es Dios pero también es la Madre Tierra. El siguiente sendero (más exterior) esta simbolizado por el número 7 que es la espiritualidad, luego le sigue el 6 que es el equilibrio y la visión interna, luego le sigue el 5 que es el sonido, el poder del verbo y la comunicación; más hacia el exterior es el 4 o corazón, la intuición y la preparación; después viene el 3 que sería el ego, luego viene el 2 que es el sexo y las pasiones. Y finalmente el más exterior de todos el 1 que se traduce como supervivencia.
Siempre hay un guardián que cuida de todos aquellos que entran y salen; y en éste caso por los tiempos que corren, representando al espíritu de la Tierra sería aconsejable la mujer, quien actuará de vigilante. El ingreso se recomienda espaciando a las personas lo suficiente, nunca juntos. La consigna para los participantes es que una vez que lleguen al centro, deben decretar con voz alta, qué fue lo que les llevó hasta allí. Porque el laberinto simboliza nuestra propia vida.
Al ingresar en el interior de ese conjunto tan peculiar de senderos en espiral, caminamos siempre por la derecha de las paredes del laberinto, que en algunos casos no llegan a ser paredes sino piedras. Así los que estén de regreso pueden hacerlo por el lado izquierdo. Es aconsejable ingresar llevando dos piedras en las manos que simbolizan las dificultades, errores o piedras de tropiezo en la vida, para colocarlas en alguna parte de las paredes del Laberinto, lo cual significaría que los errores o problemas dejarían de ser piedras en el camino para pasar a ser lo que nos marcara el camino.
Al ir varias personas en el laberinto en distintos niveles o senderos, algunos parecen estar más cerca del centro y sin embargo están lejos. Las apariencias engañan. Nunca sabes realmente quien va adelante y quien va atrás. No puedes saltar a alguien porque es como obviar una etapa del aprendizaje, porque por algo esa persona está allí contigo en el mismo camino (la familia), ya sea adelante o atrás. Salirse es una suerte de suicidio simbólico. Y hay que llegar y pasar al centro de uno en uno. El encuentro con Dios es una experiencia solitaria, aunque te desesperes aguardando tu oportunidad.
Conforme uno camina en el laberinto va cambiando de nivel, y curiosamente uno no entra por el sendero que corresponde a los números en orden correlativo sino que estos se van salteando o desordenando. Por ejemplo, al empezar uno no ingresa por el que sería el exterior, que es el 1 sino por el del número 3 que es el ego, haciendo giros de 90°, luego pasas al 2 que es el sexo, de allí sigues por el más externo que es el 1 que simboliza la supervivencia. Ósea has ingresado en la vida lidiando con tu ego, siendo afectado y probado por las pasiones, y pasando por etapas de supervivencia y superficialidad donde fácilmente uno puede perderse o quedarse; y del 1 pasamos al 4 que es el corazón, la preparación e intuición, porque sólo cuando extraemos de nuestro interior los sentimientos más elevados, y pensamos y hablamos con el lenguaje del corazón que es el “amor”, logramos dar nuestros primeros pasos en la trascendencia. Del 4 pasamos al 7 que es la espiritualidad; del 7 el camino nos lleva al 6 que es la geometría sagrada o la visión interior. Ahora sí empezamos a ver claro, por cuanto vemos sintiendo que todo tiene sentido y que todo obedece a leyes universales y a un orden superior, aunque muchas veces no lo entendamos. Del 6 pasamos al 5, el sonido que es el que finalmente nos llevara hacia el 8 donde nos encontramos con Dios. Y es que por el sonido o la palabra todas las cosas fueron hechas, y ahora se debe producir en nosotros una creación, un nacimiento. Debemos decretar el cambio para que el cambio sea posible...
Al final de la dinámica de integración de la construcción del Laberinto y su posterior utilización, la guardiana que se ha mantenido en todo momento en la puerta o entrada, le pregunta a los que van saliendo, qué fue lo que encontraron en el interior y después de cada uno y en orden va saliendo y revelando lo que hay en su interior, lo abraza y lo deja salir.
MISION RAHMA NEW YORK.
VICTOR SALAZAR