sábado, 30 de junio de 2012

LA ESCALERA DE JACOB
Por: Gilmer Johanson Casanova


Breve Introducción.

Esta narración es un testimonio de las experiencias que me tocó vivir hace 6 años, las mismas que han alcanzado una mediana maduración por lo que me veo en la necesidad de compartirlas con las personas interesadas, tratando de respetar el orden de los eventos y sus variadas formas de pensamiento, poniendo al descubierto nuestros temores y emociones para que usted pueda aprovechar de ellos, pudiendo hacer los cuestionamientos y aclaraciones convenientes. Los últimos acontecimientos mundiales, tales como la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York y cómo sus consecuencias podrían acelerar cambios en el planeta, previo a un sincero cuestionamiento de nuestros actos como individuos. Así nuestra fe individual, será seriamente puesta a prueba (Catástrofe es un registro de fe). Lo mismo sucederá también en conjunto (como civilización a través de la historia), donde se aprecia que no hemos aprendido las lecciones, ni hemos aprovechado las muchas oportunidades recibidas de la vida, testimonio del amor.
En este relato usted podrá observar en detalle cómo es que en nuestro cerebro se suceden diversos procesos mentales, teniendo en cuenta nuestra cultura, educación y religión y también podrá observar cómo esas estructuras y principios son cuestionadas por la razón y se baten como hojas al viento ante lo desconocido, lo escondido o guardado, donde los sentidos, las emociones y los sentimientos actúan como herramientas para ver, creer o crear diversos fenómenos. Y podrá ver como nuestra conciencia puede estar sujeta a diversos estados alterados, en los cuales sólo la fe en lo que creemos nos rescata del abismo y llena nuestros corazones de esperanza.


Una invitación por periódico

Por la lectura de un periódico, me enteré que del 2 al 7 de Agosto de 1,995 se reunirían en Chilca los estudiosos del Fenómeno Ovni, en un Encuentro Internacional, siendo una invitación formal para todos los interesados. Como Uds. comprenderán por mi primera narración, yo he tenido la ventura de haber observado tres naves muy hermosas en el departamento de Puno, mientras contemplaba el Lago Titicaca, en una tarde de 1,971, hace 30 años, cuando tenía 22 años de edad. Así que habían trascurrido 24 años de mi vida y durante todo ese tiempo he continuado sirviendo en el Glorioso Ejército Peruano, y a estas alturas, la Nación y mi Ejército habían sido generosos conmigo. Para ese momento, ya era Coronel y contaba con 46 años, habiendo dedicado muchas horas, días y años al estudio e investigación de este fenómeno.
Regresando al periódico observé que el encargado de la invitación era Sixto Paz, a quien no conocía personalmente, pero sí, al señor José Carlos Paz García, Presidente del Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias (IPRI), quién dio una Conferencia Magistral en el Auditórium de la Escuela Militar de Chorrillos el año de 1,967, cuando yo era cadete de primer año. Recuerdo que (según la visión de este respetable científico y pionero en el Perú de estos estudios del fenómeno Ovni) se nos planteó el tema de cómo el Oficial del Ejército, debería prepararse para un posible encuentro cercano del tercer tipo con algún ser venido del espacio exterior a fin de comunicarnos con ellos amigablemente mediante el uso de los gestos para lo cual nos enseño un interesante código de lenguaje usando las manos en muestra de bienvenida y así evitar recibirlo con balas por la ignorancia o el miedo, pudiendo provocar una guerra innecesaria en la que nosotros no tendríamos ninguna oportunidad. Personalmente le presté toda la atención posible porque me interesó sobre manera, sin embargo muchos de mis compañeros dormitaban. Pensé que Sixto debe ser otra persona o algún pariente, pero como siempre estuve trabajando en provincia y era la primera vez que se daban las condiciones para conocer a otros individuos que también les interesaba este tema, debido a que en el Ejército no había conocido a ninguno (tal vez porque siempre había burla) por lo que, gestioné con tiempo 8 días de permiso a cuenta de mis vacaciones para la fecha indicada. En esa oportunidad me encontraba laborando, en el Servicio de Inteligencia Nacional, en Operaciones Sicológicas desde el año anterior, según decían debido a algunos logros personales por la Pacificación Nacional, el rescate a los nativos Ashaninkas, la formación de Rondas Campesinas y, en esa oportunidad, estábamos preparando planes para El Retorno de los desplazados por el terrorismo a sus lugares de origen.
Entonces, salí de vacaciones el 2 de Agosto, pero tuve que viajar a la ciudad de Huancayo y regresé el día 3.

Al Reencuentro con viejos amigos

El día 4 de Agosto le pedí a mi esposa para que me acompañe a Chilca, me aceptó y juntos con Elena Machuca, quién había venido de Arequipa de vacaciones de medio año, llegamos al lugar a las 4.30 horas de la tarde. Cuando me acerqué al lugar donde estaban reunidos, sentí mi corazón palpitar de emoción; al fin después de muchos años podía reunirme con personas que supuestamente pensaban como yo y quería conocer sus experiencias. Al reunirme con ellos me sentía como en casa, con mi gente. Me presenté de inmediato a Sixto, por ser la persona que lideraba el grupo, identificándome con mi nombre y grado e informándole donde me encontraba de servicio. Lo saludé y me recibió como grandes amigos y me senté donde me indicó junto al resto. Mi esposa y Elenita, un poco temerosas se sentaron mas atrás. Recién conocíamos a Sixto Paz, un joven muy inteligente y amplió conocedor del tema y de inmediato lo acepté y empecé a escucharlo atentamente. Todo lo que explicaba se ajustaba a lo que yo creía y había leído en diferentes bibliografías. Después, todo el grupo de más de 200 personas empezaron a dar voces como canciones que después me enteré que se llamaban “Mantras”. Recordé una de mis lecturas favoritas del Lama Lobsang Rampa, (dicho sea de paso, creo haber leído la mayoría de sus obras en mi juventud). Empezamos de inmediato ojo al guía como en el ejército, haciendo lo que veíamos, recordando el concejo del Maestro Jesús: “¡A donde fuerais has lo que vierais!” Después de una hora miré a mi esposa y ella con señas me indicó que ya teníamos que retirarnos del lugar.
Al día siguiente rogué toda la mañana para sacar el permiso de mi esposa y de mis hijas Jessica y Emilín, para asistir a la reunión. Después de mucha discusión y súplicas, me autorizaron ir a la salida con la condición de regresar el domingo en la mañana, porque ya era el viernes y en el Ejército muy poco podíamos pasar juntos vacaciones… siempre el trabajo y el suspenso permanente del terrorismo, estados permanentes de alertas y órdenes de inamovilidad, y ahora con el gustito de mirar Ovnis. En realidad mi familia tenía miedo a lo desconocido.
Al mediodía salí bien comido y abastecido, además con mi bolsa de dormir, un poncho, una frazada, ya que hacía frió y estaba lloviendo.

Preparado para asistir a un desfile de ovnis

Cuando llegué a Chilca estaba muy contento porque sabía que nuevamente iba a ver a esas naves tan hermosas. Estaba convencido que con el grupo de Sixto Paz, nos íbamos a echar boca arriba sobre la arena, con unas cuantas fogatas, por lo tanto estaba bien preparado con mi cámara fotográfica para esperar que una de esas naves apareciera en el firmamento, al estilo de la película de Encuentros Cercanos del Tercer Tipo. Como el día anterior había observado que al estar sentados, dolía la espalda y siendo hombre precavido, llevé además donde apoyar mi espalda.
Ya la radio y otros periódicos habían informado de esta salida y la invitación era abierta. La playa de Chilca, estaba llena de todo tipo de gente, estimo unas 700 personas, así que estacioné mi vehículo junto a los otros. Eran como las 3 de la tarde del viernes 5 y me acerqué al grupo. En esos momentos, Sixto explicaba las posibilidades de vida en otros mundos, primero dirigió una charla al grupo de personas que por primera vez acudíamos al evento.
Después de dos horas, se dio un tiempo libre para comer una galleta y un sorbo de agua, fui a mi auto y me preparé para la noche. Llevé cuanto abrigo pude porque estaba afiebrado por el viaje a Huancayo. La indicación fue que todos los presentes se juntaran por grupos afines de 7 personas mas hubo desorden y como la reunión era mundial había personas de diferentes países y se comenzó con las harmonizaciones o cadenas de irradiación planetaria. Cada uno de los grupos, deberían decir varios mantras y eso demoró mucho tiempo. Recuerdo haber estado en varios grupos, siempre se mezclaban peruanos y extranjeros, y yo buscaba que sean personas compatibles con mi persona. Recuerdo que le explicaba a una rubia Argentina y luego a unos españoles que yo había visto platillos voladores, para convencerlos que me dejaran entrar a su grupo. Habíamos estado mantralizando muchas horas en la playa al costado de unos cerros de difícil acceso, los cuales terminaban sus pendientes en el mar. Los grupos Se dirigían hacia una especie de puerta formada por dos grandes rocas, a la que yo llamaría una gran puerta como de 15 metros de altura y unos 4 metros de ancho.
Conforme pasaba la noche ésta se hacía más y más oscura y la mar estaba embravecida, los mantras continuaban y, como la invitación había sido en forma general, se podía comprender, que al fin de semana asistieran al lugar gran cantidad de personas y de paso tuvieran la oportunidad de observar ovnis. En buena hora, por lo que se pudo observar una buena cantidad de curiosos que buscábamos una experiencia. Había un grupo de jóvenes que no pertenecían a los grupos y habían llevado cerveza y música de diferente tipo y, a medida que la noche avanzaba, estos grupos se alegraban más y cantaban esa música rock. Hasta ese momento observaba y evaluaba todo, porque, según mi manera de ver las cosas, nosotros vivimos en un mundo físico, y si alguna nave tendría que venir de cualquier planeta del Universo, debería de tener el suficiente combustible y entendía que su tecnología tendría que ser muy avanzada. Bueno, para eso había asistido a la cita, y allí estaba, para no perderme un solo detalle.

Los Hermanos de Misión Rama

Sentía admiración cuando las personas allí reunidas se hacían llamar unas a otras de “hermano” y “hermana” y en sus semblantes -muy tranquilos- se percibía paz en sus corazones. Ellos estaban en constante meditación y haciendo oración y lo curioso era que no miraban al cielo. En cambio yo, personalmente, sí lo hacía constantemente, pese a que estaba nublado y lloviznando. Sin embargo podría haber un claro entre las nubes y un extra -terrestre nos podría pasar la voz con ¡hola! o ¡adiós chicos! ¿Cómo les va a ustedes? ¡A nosotros muy bien, gracias! Hasta ese momento me sentía como un tonto, porque en ese momento los miembros de los grupos nos cogimos de las manos y yo arrastraba sobre mi espalda, frazada, poncho y bolsa de dormir además de antibióticos, porque me encontraba mal de la garganta y encima con calentura. Recuerdo que en el año 1,985 en Santa Rosa de Puno a 4,300 SNM, donde la temperatura baja hasta 17 grados bajo cero, había enfermado de los riñones a raíz de una infección de las amígdalas mal curadas así que ése era mi temor y, como la noche anterior, después de regresar de Huancayo, había tenido fiebre, era una de las razones por las que mi esposa tenía temor que me volviera a enfermar, durmiendo en la playa y para colmo en pleno invierno de Lima. Por esto, alguien podría recordarme con mi frazada a la espalda, con el poncho encima y, en un brazo, con mi bolsa de dormir. También como estábamos parados mantralizando y además agarramos de las manos, la bolsa resbalaba a cada momento y la tenía que volver a subir. ¡Pobre del compañero que tenía a mi costado! Lo hacía desconcentrarse. Sin embargo, de reojo miraba al cielo pero este, continuaba nublado y además llovía en forma menuda.
Pude diferenciar dos clases de personas: los que permanecían inmutables en su estado de meditación y los desesperados, nerviosos y cansados (entre los que me incluyo) que esperábamos tener la oportunidad de ver los famosos platillos voladores, posibilidad que ya se estaba alejando. Y cuando también trataba de concentrarme para entender que pasaba, el flash de las cámaras fotográficas y los aparatos de televisión de los periodistas, no permitían una buena concentración por lo que hasta ahora no entiendo como las otras buenas personas podían permanecer imperturbables.
Conforme avanzaba la noche, los grupos se dirigían hacía la puerta que formaba el cerro y el peñón a la orilla del mar. La noche estaba oscura, ya me estaba inquietando y empecé a sentir curiosidad y mi deseo era averiguar, qué había detrás de la puerta porque de ese lado salía un brillo muy especial. Diferenciándose claramente de nuestro lado de total oscuridad al otro lado había luz y los grupos de siete íbamos acercando poco a poco, cogidos de las manos, en desorden porque había muchos grupos y nos empujábamos por llegar a la puerta. Todos mantralizaban y para ser honesto, personalmente y en silencio elevaba mis oraciones Católicas como el Padre Nuestro, el Ave María, el Credo entre otras, en razón de profesar esta religión y en los últimos años ser más devoto y practicante. Sin embargo, estaba escuchando aquellos mantras: OMMM,... RAMA,... AMAR... entre otros, que emiten una vibración y sonidos muy especiales, como si fueran una colmena de abejas, como una oración, pues al parecer alinean el cuerpo físico con las emociones y sentimientos que se ubican en el cuerpo astral y te tranquilizan (entiendo que el Espíritu) o algo por el estilo. En fin, resulta que funcionaban muy bien con más de 500 buenas personas que, al escucharse de lejos, parecían un repique de campanas.

Selección natural a cargo del mar

A eso de la media noche se escuchó un gran ruido seguido de los gritos de todas las personas que nos encontrábamos pugnando por ingresar ¿Qué había pasado? ¡El mar se había salido! Y una gran ola nos sorprendió, mojó a unos y revolcó a otros en la arena, lo que provocó un pánico general agravado por la oscuridad, haciendo romper todos los grupos y provocando un desbande general, hacia sus carpas. Personalmente corrí, para aprovechar cruzar la puerta en busca de la luz, pero el agua me lo impidió, por lo que tuve que trepar el cerro, arañándome una mano y mojándome las zapatillas. Pero lo más desagradable fue un insoportable olor nauseabundo que invadió el lugar. Entonces la mayoría de las personas se retiraron en ese momento del lugar, gracias a que la mayoría disponía de movilidad propia.
Cuando la gran ola se retiró, el agua que quedó e inundó la puerta quedando dividido el lugar. El otro lugar continuaba iluminado, pero seguía oscuro donde me encontraba. Desorganizados los grupos me encontraba solo y ante esta situación observé que el agua había cerrado la puerta unos 4 metros. Evalué la situación mentalmente, todos se fueron y pensé que ese pequeño obstáculo no me iba a detener. Retrocedí, tomé impulso y salté al otro extremo, pudiendo pasar. De igual manera me había mojado. Ya en el nuevo lugar observé la claridad detrás de la puerta y en mi interior empecé a comprender lo que pasaba en este lugar: la Naturaleza, por así decirlo, se encargó de hacer una selección natural de confianza, cuando todo esta muy bonito, todos estamos allí. Cuando todo es fácil, también. Sin embargo a la primera dificultad corremos como conejos, no porque el animalito pueda ser cobarde, sino –digo- por lo ágil. Luego, se acercó una persona con quién me puse a conversar y me dijo que por el momento no podía reunirme con los otros, mientras tanto esperé en el lugar y observé cómo unas personas del grupo con linternas en mano, ubicaron en la playa un lobo marino en total estado de descomposición al que lo enterraron pero, sin embargo, el mal olor continuó.
Cerca de las 3 de la mañana Sixto regresó de la zona de luz con un pequeño grupo de personas muy contentas, las que me indicaron que vaya a descansar y que las experiencias iban a continuar en la mañana. Sin embargo, no quería retirarme del lugar pues quería saber que había detrás de la puerta, mas al verme solo seguí el consejo y me retiré a mi auto a dormir, porque todos ellos habían armado carpas y levantado un ordenado campamento y no conocía a ninguno de los presentes. Sin embargo me habían aceptado, pero no había tanta confianza como para pedirles que me alojen dentro de sus carpas.
A mi auto llegué -como dicen- hecho “una desgracia”, mojado y mis zapatillas con olor a lobo podrido. Cerca de donde estaban algunos carros que quedaron después del desbande, había una persona que vendía café y mates, instalado en una mesa y alumbrado con una lámpara. También había varios jóvenes que no pertenecían a los grupos y que se divertían, tomando bebidas alcohólicas, comentando sus aventuras aderezadas con todas las groserías del caso. Entonces metí mis zapatillas en el auto en razón de que tuve temor que los perros se las llevaran, y soporté el mal olor toda la noche… o quizá éste me hizo dormir más rápido.

Sueños extraños y caneplas

Aquella noche tuve unos sueños muy extraños y me sucedieron cosas raras. Observé que a la entrada del campamento, cerca al estacionamiento de los autos y al costado de una roca grande (donde hay agua pantanosa), se encontraban cinco hombres altos de piel bronceada y de bien formada musculatura con un cinto dorado en la cintura el que sostenía un pantalón corto mientras otro cinto cruzaba del hombro a la cintura y con sandalias… como salidos de alguna mitología antigua, egipcia o griega. Lo que más me sorprendió fue su brillo, su hermosura y que se encontraban en el campamento. No recuerdo los puntos que se trataron, pero me encontraba en la escena y ante estos seres comparaba mi pequeñez. No me vi en el sueño como pequeño, pero sí pude sentir mi pequeñez.
Después, en otra escena me encontraba en una playa muy hermosa y resplandeciente con colores muy bellos. Había variadas formas de piedras, en el lugar se sentía mucha paz y ahí me sentía muy a gusto. Estar allí era consolador; un sueño es un sueño y si es bonito mejor. Sin embargo, al despertar pude observar dentro del vehículo una luz anaranjada que al parecer me estaba observando, lo cual me dio un gran sobresalto. Sixto nos había advertido de los “ojos de gato” de nombre “Caneplas”, la que se disipó conforme me despertaba y, como ya era de día, me levanté.
Los autos se encontraban como a 200 metros del campamento, con sus carpas en forma de hongos clavadas en la arena. El señor que vendía los mates ya se encontraba levantado y atendiendo. Me arreglé de alguna manera y le pedí una infusión y comí un solo pan, recordando el consejo de Sixto que nos había dicho que era muy importante hacer ayuno, o en todo caso, comer muy poco porque había reparado que podríamos vomitar durante las experiencias.
Oré recordando que era domingo. Estaba el día claro y de inmediato me dirigí a observar qué había detrás de la puerta. El mar ya se había retirado unos 50 metros de la gran piedra y a un extremo pude observar el lugar donde había sido enterrado el lobo marino y como por el otro extremo de la roca se podía pasar libremente.

Al otro lado recién pude contemplar la playa y me quedé -como dicen- de “una pieza” al reconocer que precisamente en esa playa me había encontrado durante mi sueño. Por eso pude distinguir las piedras y sus variadas formas, también pude reparar en dos cuevas grandes y profundas con figuras caprichosas en las rocas formadas por el agua a través de miles de años. Después de contemplar la belleza de la naturaleza y, ya que la cueva estaba oscura, no ingresé en ella, por lo que fui a buscar quién me pudiera acompañar. Justamente tres señoras se prestaron gustosas y me dijeron que pertenecían a Misión Rama y que eran un grupo muy numeroso en todo el mundo, que estaban en misión para ayudar a la humanidad y para despertar la conciencia del ser humano en estos tiempos. Ahora, debido a mis estudios sobre el Fenómeno Ovni, ya había tomado contacto con un grupo Rama en el año 1,985 cuando, con el grado de Mayor y al mando de un contingente de 240 hombres desde el destacamento de montaña ubicado en Santa Rosa, Puno a más de 4,300 SNM, viajamos por tren al Cuzco en apoyo a la Cuarta Región Militar para el control de las elecciones presidenciales. Fuimos por 10 días y nos quedamos 100 en espera de la segunda vuelta electoral, en el lugar donde tuve unas experiencias muy interesantes que, después narraré.

Los Hermanos Antenas

Ya dentro de la cueva, mantralizamos “zin-uro” y sentimos un estremecimiento, como si una gran energía saliera de ella, pasando por donde estábamos pero sin tocarnos. Como nos asustamos, sugerí orar un Padre Nuestro, tres Aves María y salimos de inmediato. Lo curioso fue que mi reloj se detuvo y cuando le conté lo sucedido a Sixto, solamente se sonrió.
Durante todo el día hubo diferentes exposiciones en los que se nos explicaba diferentes opiniones en relación al fenómeno ovni. Las preguntas de los periodistas se hacían más exigentes en relación a la hora que se iban a producirse los avistamientos de las naves puesto que ya estaban muy inquietos porque la mayoría tenía que presentar sus reportajes tanto de la prensa nacional, como internacional. Por eso algunos nos acompañaron hasta las 5 de la tarde y luego, disgustados, empezaron a retirarse. Mi tiempo también se había terminado y sabía que mi familia ya se estaría inquietando por mi demora, ya que somos muy unidos. Como estaba atento a todo, escuché un rumor que esa noche habrían avistamientos debido a la selección natural de las personas y que aquí en esta playa “Las Brujas” iba a producirse algo así como un encuentro galáctico, según los mensajes de los así llamados “Hermanos Mayores del Cosmos”. Estas comunicaciones las recibían los llamados “Antenas”, personas simples y comunes y, en mi opinión, sin mucha educación religiosa, quienes se comunicaban telepáticamente y que, sin entrar en trance, de los más tranquilos y en forma conciente, escribían sus comunicaciones en un cuaderno y luego las leían a todos. Estos mensajes de diferentes personas coincidían en la profundidad de conceptos expresados con sabiduría y en forma correlativa, pero recibidos al mismo momento y al escuchar estos conceptos tan profundos, mi corazón se estremecía de alegría porque, los reconocía de siempre en razón de haber estudiado toda mi vida las Sagradas Escrituras de la Biblia y otros muchos libros en busca de saciar mis inquietudes.
Recuerdo que, durante mi servicio en el Ejército, todos los oficiales pasábamos revista de nuestros reglamentos bien forrados con papel celeste color del Arma de Infantería y, para poder pasar mis libros desapercibidos de los curiosos, los forraba como reglamentos y así los llevaba a donde me desplazaba. Aún incluso recuerdo haberlos llevado a la Escuela de Armas y a la Escuela Superior de Guerra donde los profesores dictaban sus academias de diversas materias mientras nosotros teníamos nuestros libros de consulta sobre la carpeta. Recuerdo allí haber leído los libros de la Sabiduría, Proverbios, Salmos, Eclesiastés, los Evangelios y muchos otros. Desde luego no me caractericé por ser un alumno destacado en ninguna escuela ya que siempre mi mente estuvo en otro lugar. Sin embargo en mis labores de rutina, gracias a Dios no he tenido problemas y creo haberme ganado el respeto de todos mis compañeros y jefes.

La venida del redentor

Aun así, esa noche también escuchaba muchos temas nuevos para mí. Sixto nos explicaba sobre unos cristales y sobre paso Xendra o puerta dimensional. Aunque había escuchado algo al respecto, no me imaginaba como podría ser, pero me preocupaba porque ya tenía que retirarme al saber que mi esposa, de igual manera, ya estaba muy preocupada por mi retraso. En eso un Señor de nombre Paúl Ángeles se puso de pié y dijo: “Sixto, ya es el momento que digas claro, la razón de estar aquí: es por la venida del redentor”. Al escuchar esto, en el acto me senté y decidí quedarme. Lo malo fue que no llamé por teléfono a mi esposa para informar de mi retraso, y entendía su temor de que los extraterrestres podían raptar a las personas, aunque pensaba, “no creo que se lleven a un cholo feo como yo.” Por favor entiéndase que esta narración no es acomodada, sino que está siendo expuesta en la medida que recuerdo mis preocupaciones y temores, que aún conservo pese a que han pasado 6 años de esta experiencia, así que deben saber que los ingredientes y comentarios son en la medida de mis recuerdos, los que se mantienen vivos, lo que espero que éstos de alguna medida les sirva a las personas para que tengan acceso a estas experiencias y para que las evalúen y ojalá les sirva y sus comentarios tambien me sirvan. Este deseo me anima a compartir estas experiencias. Agradezco a Sixto Paz Wells, quien me recibió con cariño y no se inmutó cuando al presentarme le dije mi nombre, mi grado y el lugar donde me encontraba laborando. También agradezco a todos los integrantes de Misión Rama porque esta experiencia yo sé que no olvidaré jamás, ya que marcó un hito en mi vida, el que de alguna manera hizo variar algunas de mis costumbres. Por eso es que dejé de fumar en el acto y es así como ahora evito todo tipo de licor, aunque hasta la fecha aún como carne, ya que en mi casa la que manda es mi mujer y, como ella es de Arequipa y Elenita siempre nos envía muy buena carne, me dice que “en esta casa se come lo que yo cocino,” pero, eso sí, en menos cantidad y evito las carnes rojas. Aún así, para su tranquilidad ya le estoy sugiriendo comprar carne de soya. Oiga mi amigo, usted no se debe enojar con su esposa y justo en la mesa. ¿No? Y encima que la mía es la mujer más linda y se preocupa mucho por mí. En resumen, soy un esposo y un padre feliz.

En busca del maestro interno.

Ahora quiero hacer mención de cuando Sixto nos indicó que nos pongamos en posición para meditar sentados en la arena, con la espalda recta y los talones juntos, la mano derecha encima de la mano izquierda. Los dedos pulgares se juntan, se realizan unas cuantas respiraciones largas y profundas. Luego los mantras conocidos y coreados por todos a la vez con una sola respiración con los ojos cerrados imaginábamos que unas manos brillantes nos masajeaban desde los pies hasta la cabeza pasando por todo nuestro cuerpo y por los órganos internos y externos. Luego Sixto nos guiaba con palabras agradables para el alma, y nos dejaba solos para que nos encontráramos con nuestra conciencia o, por así decirlo, con nosotros mismos, con aquello conocido como el Maestro Interno que otros conocen como el Super Yo. Particularmente sentía una gran paz espiritual y también que me fue muy bien, a tal punto que llegué a hacer muchas reflexiones acerca de mi vida. Me sentía muy a gusto e, incluso, he llegado a percibir un agradable aroma a rosas. Además había una integración con la naturaleza y también escuché el tocar de campanas muy lejanas cuando a cierta distancia algún otro grupo mantralizaba, un grupo que por estar conformado por los más antiguos se había alejado un poco más de donde nos encontrábamos. Después hubo un breve descanso durante el cual se nos volvió a recomendar permanecer en completo ayuno. En realidad, para ser honesto, no sentía ni hambre ni sed. Me hallaba fuerte y descansado y la fiebre había pasado. Fui a mi auto para abrigarme pero… no como la noche anterior y, en la playa de estacionamiento, sólo se encontraba mi auto.
A las 9 de la noche nos reunimos aproximadamente 70 personas y, como ya habíamos aprendido la lección, era para meditar y purificarnos mentalmente o para estar en un estado de contemplación que otros llaman “armonizarse con nosotros mismos, luego con nuestros compañeros, con la Naturaleza (Madre Tierra o Pacha Mama) y sus elementos y con el Cosmos”. Teniendo en cuenta que -según nuestros científicos calculan- nuestra Galaxia (Vía Láctea) contiene unas 200,000’000,000 estrellas iguales o más grandes que nuestro Sol. Hagan números pues y calculen cuantos planetas y satélites. Además en nuestro Universo Local se calculan más de 100,000’000,000 galaxias. Bueno, más allá ya no podemos comprender ni calcular. Retomando la narración, se suponía que con nuestra mantralizaciones elevaríamos nuestras vibraciones con el apoyo de los Guías Extraterrestres que supuestamente nos estarían apoyando desde sus naves que se encontraban sobre las nubes bajas, con la única razón de alinear nuestro Ser, condición esencial para poder esperar alguna experiencia extrasensorial, por lo que había que esforzarse. No era como lo había imaginado la primera noche: echados de barriga bien cómodos, mirando el firmamento, viendo pasar ovnis en formación de desfile y mostrando sus más variados modelos. Por eso la prensa había llevado todos sus equipos más modernos de cámaras de televisión y de radio y los periódicos tenían páginas en blanco esperando. Sin embargo la mayoría de los medios de comunicación tuvieron que regresar a Lima decepcionados porque la noche continuaba completamente nublada y con llovizna.

Organización del grupo

A estas alturas ya teníamos nuestro grupo bien organizado y recuerdo mucho a Pedro, un periodista que trabaja en la hermosa ciudad de Huancayo y que además fue el único que había reconocido (por lo menos de vista) cuando, ejecutando el Plan de Pacificación en el año 1,992, dimos a conocer a la prensa el rescate de los nativos Ashaninkas, en los ríos Tambo, Ene y Perené y, asimismo, dimos a conocer la formación de rondas campesinas de Comas, Pariahuanca, Concepción, del Alto y Bajo Tulumayo y la formación de rondas nativas en toda la selva central, así como acerca del primer contingente a nivel nacional de arrepentidos de Pariahuanca. Toda estas historias quedaron registradas en los programas de Contrapunto de Canal 2, por el actual congresista Luis Ibérico, por Marcial De La Cruz de ATV, por Roxana Cueva de Canal 4, por la actual congresista Josefina Townsend y por todos los periódicos. Además, muchos otros, guardan este material que fue difundido a nivel mundial, lo que provocó que Huancayo recibiera “in sito” a la prensa internacional que, en alguna medida, el entonces Teniente Coronel EP Edmundo Espejo Ramírez, con el rezo del Rosario y la difusión del Plan, en donde el Ejército había rediseñado sus objetivos de respeto a la población, y de esa manera se ganó su apoyo y juntos en alguna medida pudieron contribuir a la Pacificación Nacional, logros que en alguna medida fueron seguidos por las otras zonas declaradas en emergencia… pero ésas, son otras historias.
También componía nuestro grupo de siete una señora cuzqueña, una señora con su hija de nacionalidad chilena, una señora de Piura y la señora Nieves Bravo. Luego de una cadena de oración, en la que todos los grupos agradecimos al Padre por habernos reunidos, hicimos irradiación planetaria, según los mensajes leídos por los antenas y luego los Guías Extraterrestres habían indicado “Recepción de Cristales de Cesio” para aquellos hermanos que habían sido seleccionados.


La estrella del Rey David

Las indicaciones que recibimos fueron que mantralizemos “Zin–Uru”, de píe, talones juntos, espalda recta, con las manos extendidas al frente, con las palmas hacia el cielo y con los ojos cerrados. También nos dijeron que cuando sintamos una sensación de hormigueo o quemazón en nuestras manos, deberíamos llevarlas a nuestro pecho, primero la mano derecha y luego la izquierda y que los mencionados cristales aparecerían en las manos de los seleccionados, siendo estos, pirámides de tres puntas que al integrarse en nuestro pecho se formaría en nuestro cuerpo astral, la estrella de 6 puntas del rey David la cual significa equilibrio.
Para ser franco de esto no entendí gran cosa, pero sí quiero declarar en forma honesta, en honor a la verdad, que sentía temor y mantralizaba como los otros, sin embargo, al principio en silencio, rezaba el Rosario a la Virgen María nuestra Madre y me encomendaba a ella, para que me proteja en caso que estas personas sean de alguna secta con orientación al mal. Encima no sabía si estas actividades estarían autorizadas por la Iglesia, (ya les dije que soy Católico, Apostólico y Romano), y que al obedecerles nos correríamos el riesgo de ser hipnotizados y que en ese estado, existiría la posibilidad que nos pudieran hacer algo negativo. Como éramos 10 grupos, igual que la noche anterior nos fuimos acercando en correcto orden a la puerta formada en forma natural por el cerro y la roca grande ya mencionada. Pero conforme nos acercábamos a la puerta, mi temor crecía y, entonces, abiertamente les dije a mis compañeros: “quiero que me acompañen a rezar el Rosario” y, curiosamente, todos aceptaron de muy buen agrado e, incluso, todas las hermanitas lo sabían rezar muy bien. Además con mucha satisfacción observé que algunos grupos cercanos también oraban y mantralizaban pero, sin embargo, durante todos los días que permanecí con ellos no se comentaba de religiones aunque sí se hablaba de nuestro Señor Jesucristo, de la Virgen María y del Padre Eterno al que llamaron “Padre-Madre”.
Cuándo al fin mi grupo recibió la indicación para cruzar la puerta, en mi interior había expectativa, pero ya estábamos adentro, todo estaba claro y no comprendía de dónde venía ese resplandor. De la zona, que parecía una luna llena, se podía mirar toda la playa, pero el cielo no estaba despejado sino, al contrario, tenía una nube muy baja por lo que me puse muy atento para descubrir dónde estaba el truco. Pero era para darse cuenta que no existía tal truco y ya más tranquilo cerré los ojos y empecé a mantralizar -como se dice- en serio, pese a que habíamos estado haciéndolo por 2 horas. Los Mantras se escuchaban más fuertes, intensamente y armoniosos en esta playa donde los grupos estaban separados unos de otros. El guía del grupo Rama nos hizo formar un círculo y que nos diésemos las espaldas algo distantes unos de otros. También nos indicó que mantuviésemos las manos extendidas.

Conflictos internos

Hasta ese momento me encontraba bastante perturbado debido a mi religión, que con éstas prácticas yo no ofendiera a mi Dios y Señor. Por eso de todo corazón y con sentimiento puro le pedía que me perdone y me asista ya que, si había acudido al lugar, él sabía que era para ver nuevamente esas hermosas naves que vi en Puno cuando era joven y Él sabía que en esta oportunidad había acudido al lugar como si fuera a un circo a ver Ovnis. Ahora en el lugar estas prácticas se estaban haciendo en forma diferente y sentía que de alguna manera no las debía realizar. Sin embargo, por otra parte me sentía seguro con relación al correcto orden con el que se estaban desarrollando las actividades dignas de respeto y admiración debido a la sincera devoción y entrega. Aún así, había un fuerte conflicto en mi interior. Me voy o me quedo, esto esta bien o esta mal, es de Dios o del enemigo, los extraterrestres conocerán a mi Señor Jesucristo, le sirven a ÉL, o son los seguidores del ángel caído y todas las profecías del Evangelio con relación al Fin de los Tiempos llegaban a mi memoria a una velocidad increíble: “El juicio a las naciones, la “llegada del anticristo”, “ el Apocalipsis”, “el Armagedón”, “la guerra del cielo y la tierra”, “el Ajenjo”. ¡O Dios mío!” “¡Cuanta información tengo en mi memoria!” Cuantas veces nos dijiste, “antes que regrese, vendrán muchos y dirán yo soy el Cristo y, si oyen decir que el Cristo está en el desierto, no vayan y cuídense del engañador, porque puede convertirse en ángel luz”. “Cuando el Hijo del Hombre regrese, vendrá con resplandor y gloria, y todo ojo lo verá”. Por lo tanto pensé: “¡aquí la decisión es mía!” “si quiero me puedo retirar; nadie me detendrá y, si quiero me quedo y por lo tanto !si quiero! ¿Yo puedo? Si esto no fuera posible, el Señor, no le permitiría, pero, si lo permite, es posible, entonces ¡Si puedo! Y ¿Lo podré hacer? Si me quedo ¿Podré soportar la experiencia, el miedo a lo desconocido? ¿Salgo corriendo o me quedo paralizado? Pero revisé mi vida y con mis recuerdos -pese a mis temores- pensé: “Soy un señor coronel del Ejército y estoy completamente sano corporalmente; por lo tanto; ¡Si puedo! ¿Lo podré hacer? Significaba entrar en acción, me repetí por tres veces. Yo quiero porque deseo, yo puedo porque mi cuerpo esta disponible y es una máquina increíble, y lo voy a hacer. Significaba tomar la decisión y dar el primer paso. “Yo quiero, yo puedo y lo voy a hacer”. Y así, me quedé tranquilo y luego, mantralizando “zin-uro”, que es un mantra muy fuerte y que solamente se debe realizar cuando se esta seguro de lo que se quiere.

Cristales de Cesio

Luego, durante mi meditación comprendí lo pequeño que es el ser humano, que en la inmensidad de Cosmos no es nada y que sólo nuestro planeta dentro de la Vía Láctea es más pequeño que una partícula de arena, porque ésta podría representar al Sol. También comprendí qué arrogantes somos y entendí que existimos sólo por un acto de amor del Padre y que, además, somos unos grandes pecadores, arrogantes mentirosos y cobardes, en razón de no reconocer nuestras culpas. Así reflexionaba y entonces recordé mi vida de niño inocente en mi tierra natal Araqueda, Cajabamba. Recordé a mis Padres, hermanos, amigos, a mi juventud, a la vida en la Escuela Militar de Chorrillos, el alma mater de mi Ejército. Mi vida como oficial, en diferentes guarniciones a lo largo y ancho de la patria, estaba más ó menos aceptable, pero lo que me hizo llorar amargamente arrepentido en mi interior fue cuando recordé que a los 23 años, cobardemente entregué dinero a una chica para que se haga un aborto. Eso me hizo sentir un asesino y criminal y fue así que clamé pidiendo perdón en mi interior a ese niño y a Dios nuestro señor y que se apiade de mi alma, aunque antes ya lo había confesado a un sacerdote y éste en nombre de Jesús me había absuelto. A pesar de eso, personalmente no me había perdonado y, por lo tanto, este pecado lo debería confesar públicamente para mi escarmiento, y estar atento para aconsejar a los jóvenes de no llegar a esos extremos ya que, no hay en el mundo ninguna razón ni justificación para hacerlo. Pero recordé la promesa de nuestro señor Jesucristo que por voluntad propia vino a éste planeta, nuestro hogar, la Tierra, con su Misión Redentora y como nosotros lo crucificamos. Recordé que no había ninguna diferencia de aquellos hombres, con nosotros y que actualmente el país se desangra en esta guerra interna y pedí perdón y paz. Y en esa playa esa noche sentí mucho frío y ante la inmensidad del Cosmos comprendí que nosotros los hombres y especialmente mi persona estaba allí solamente por la infinita misericordia del Creador, nuestro Padre Celestial y por la infinita misericordia de nuestro redentor y salvador del abismo del pecado, nuestro señor Jesucristo, que nos dejó su Espíritu Santo, en espera de nuestro arrepentimiento. En mi vergüenza lloré y lloré y clamé perdón y, comprendiendo que era indigno incluso del perdón, empecé a bajar el timbre de voz de mi mantralización. No sé por cuanto tiempo estuve así como hombre. Ya no era de mi interés que bajaran o no las naves, que aparezcan o no seres de otros mundos. Por lo único que clamaba era por la Misericordia Divina.

De repente sentí que unas manos calientitas y que con sumo cuidado llevaron mis manos a mi pecho. Primero la mano derecha y luego la izquierda y ese hecho fue muy importante para mí, porque tuve nuevas energías y una inmensa alegría y empecé a mantralizar más y más fuerte, lleno de gozo y contento, aunque no sabía explicar porqué. Después de unos minutos se me acercó una persona que nos dijo “ahora vamos a pasar el XENDRA”, y al abrir los ojos reparé en la señora que nos hablaba y resplandecía con luz propia y un halo de luz blanca la envolvía hasta un metro o más alrededor de todo su cuerpo, como si sus pies no tocaran el suelo. Al avanzar alumbraba el lugar como una lámpara gigante, se me acercó y me dijo “¡Felicitaciones! Has recibido tus cristales, pero demoraron en ingresar a tu cuerpo, porque estás muy denso”. La señora me preguntó “¿Tú comes carne?” Le respondí que sí, y me dijo “debes dejar de comerla por lo menos tres meses, para que no pierdas tus cristales y así se quedarán en forma permanente”. Además estabas demasiado frío, y los cristales perecían que te pesaban mucho porque la mano izquierda la tenías casi ya cerca al suelo. Le di las gracias y se retiró dejándonos con Sixto Paz quién con mucho respeto y en silencio nos indicó que íbamos a pasar el Xendra. En ese momento le comenté haber recibido los cristales pero no haberlos visto y él dijo: “¿tuviste los ojos cerrados?” y le pregunté “¿En el Xendra tengo que tener los ojos cerrados?” Me respondió. “No necesariamente, los puedes abrir si quieres”. Además nos recomendó: “adentro avancen, sólo si son invitados”. Luego nos hizo ingresar a un claro de luz de 10 metros de circunferencia y se retiró.

En la casa de mi Padre hay muchas moradas

En este tipo de experiencias, uno a veces siente el deseo de salir corriendo y no parar por el inmenso miedo a enfrentarse a lo desconocido. Ese es el sentimiento que me había asaltado a cada momento y recordaba como había realizado mi primer salto en paracaídas, claro que había tenido miedo, pero esto era diferente.
Ya había recibido los cristales y ahora me dirigía al Xendra. Para mí significaba (como me lo habían dicho muy claro) una puerta dimensional y por ella una persona puede pasar a otro mundo. E incluso se nos dijo que era similar al conocido Triangulo de la Bermudas, donde los barcos y aviones han desaparecido y ahora se encuentran en otro tiempo y en otro espacio, casi parecido a lo que se aprecia en la película “El Túnel del Tiempo”. Bueno, a eso nos estábamos enfrentando o, en todo caso, a la posibilidad de pasar de la Tercera Dimensión a la Cuarta, o a ingresar en la playa de Chilca, en este caso, y en un instante salir al otro extremo de la galaxia o de otro mundo. Esto era tan complicado que no soy la persona autorizada para hablar de estos temas. Sin embargo me he propuesto seguir narrando mi experiencia. La viví en carne propia y doy fe de lo que vi y de lo que experimenté y para mí es una verdad, aunque no tenga pruebas y yo mismo no lo comprenda. Pero lo viví realmente en mi corazón y no fue invento de mi mente, así como después de algunos años de búsqueda de explicaciones, aún no las tengo, pero, sin embargo, siempre y cuando no haga mal a nadie quiero compartir mis experiencias, arriesgándome incluso al ridículo.
Antes de ingresar al Xendra, tuve mucho miedo, entramos los siete. Sixto nos guió y luego se retiró y dijo que iba a durar la experiencia aproximadamente 15 minutos. El Xendra se ubicaba en una esquina de la playa, pegado al Cerro y de espaldas al mar en las estribaciones oeste del cerro Las Brujas. Todo estaba iluminado pero, como dije, sin luces ni reflectores y ahora ya comprendía el porqué había visto que nuestros cuerpos despedían luz, como lámparas humanas, lo que se conoce como “aura”. Bueno, esta, ya era una prueba pero, sin embargo, otra cosa es mi conciencia de la cual soy absolutamente responsable y por la que tengo que aplicar mi discernimiento, en la búsqueda de la Verdad. Conocía perfectamente lo que dijo nuestro Señor, “Yo Soy, el Camino, la Verdad y la Vida y nadie va al Padre si no es por Mí.” Por lo tanto, dentro de la libertad que se me había concedido como hombre (y esta vez no comprometería a mi alma, sino que me enfrentaría a aquellos, llamados “Hermanos Mayores”, pues comprendía que tenían que ser seres creados por el mismo Señor y además, recordaba lo que dijo el Maestro “En la casa de mi Padre hay muchas moradas”. Por el simple hecho de estar en el mundo físico, aunque se encuentren a miles de kilómetros, y comprendiendo que muchas civilizaciones de infinitos mundos, puedan haberse desarrollado cultural y tecnológicamente más que los habitantes de la tierra y que algunas de ellas ya no tengan guerras y vivan felices. A mi no me cuentan cosas y como santo Tomás: ver para creer, así que de la puerta del Xendra, tomé valor repitiendo ¡Yo quiero, Yo puedo y lo Voy a Hacer! Entonces recé mi Padre Nuestro e ingresé.

Paso Xendra

Y avancé temerariamente hasta el fondo de la señal donde nos habían indicado que era el límite del Xendra, hasta topar con el cerro que estaba cubierto de arena. Cogí un puñado y la deslicé entre mis dedos para demostrar a los que supuestamente me estuvieran observando que a mí no me van a contar cuentos. Al no observar nada raro y, luego que terminó de caer la arena de mis manos, regresé donde estuve al principio y me coloqué al centro. Previamente antes de esto había observado como mis compañeros tomaban diferentes lugares y posiciones. Pedro, por ejemplo, se puso en posición de loto y observé a la joven chilena sentarse sobre la arena de la playa.
Presentía que estos seres me estarían leyendo la mente y empecé a trasmitirles mi pensamiento con palabras bien claras y calmadas, así que les dije lo siguiente: “Yo soy… (di mi nombre completo)… soy coronel del Ejército del Perú. Soy cristiano, católico y creo, en el Padre, creo en el Hijo y creo en el Espíritu Santo y el único Maestro y Señor que reconozco es a nuestro Señor Jesucristo. Es a él a quien adoro, también creo en la Santísima Virgen María su Madre y Nuestra Madre, y me he comprometido a ser un soldado de la paz”... y recé el Credo cristiano.
“Ustedes extraterrestres no tienen derecho a engañar a nadie y, en especial, a estas buenas personas que creen”. Y en ese instante recordé un ejemplo clarificador y continué. “No quiero quedar como aquel rey que por su vanidad, fue objeto de un engaño. Les cuento que unos ladrones idearon robarle sus tesoros y le dijeron que eran, magníficos sastres y que le iban a confeccionar un hermoso vestido, con hilos de oro y plata, adornados con perlas y piedras preciosas. Para esto el rey debería entregarles las joyas en cantidades suficientes. Cuando supuestamente terminaron, le presentaron el vestido al rey pero supuestamente era uno que solamente era visible para personas cultas e inteligentes y aquel que no podía ver el traje era un ignorante. Así que todos los de la corte, decían ‘que lindo el vestido del rey’. Y así estuvieron e incluso el monarca asistía a ceremonias con su lindo vestido, hasta que un niño, gritó: ‘¡el rey está en calzoncillos!’ Recién entonces una voz inocente los despertó de su engaño y, desde luego, ¡los ladrones ya estaban muy lejos!”
Entonces les dije a los extraterrestres: “Por eso si ustedes tienen que darme algo les pido que me den Sabiduría ¡Siempre y cuando ustedes vengan de parte de mi Señor! Esperé un momento su respuesta pero al no percibir nada, me sentí avergonzado de mi Soberbia, y una idea se fijó en mi mente: “Todo está en tu Interior”.
Entonces humildemente me incliné y empecé a rezar el Padre Nuestro a mi Dios y Señor, pidiéndole perdón por mis pecados y por mi falta de Fe, pensando en su mensaje de Salvación, reconociéndolo como mi Salvador y Señor, recordando su pasión, muerte y Resurrección. Cuando estaba en oración, todo se iluminó y empezaron a caer sobre la arena donde estaba apoyado, joyas resplandecientes de todos los colores y en grandes cantidades. Aparecían como piedras preciosas de diferentes formas geométricas, las que se amontonaban en el suelo y despedían un fuerte brillo como supongo debe brillar el oro cuando se le aplica una fuerte luz. Yo entendí que eran riquezas y grité sollozando. ¡Yo no quiero riquezas! y la visión desapareció. Entonces me puse de pié sorprendido, pero seguía en oración y con los ojos completamente abiertos. Estaba solo en el lugar, no estaban las otras personas y con mis pies sentía la arena. De repente en el suelo empezó a nacer una hojita de color verde, luego, otra y otra, y seguían creciendo. Ya tenías dos hojitas, ahora, tres hojitas, todo el lugar se puso verde y crecieron tallos y empezaron a brotar flores de todos los colores: blancas, rojas, azules, violetas, amarillas de una belleza extraordinaria y de diferentes variedades. En el lugar se había formado un hermosísimo jardín a los dos lados. Porque en el centro apareció un camino de color amarillo muy hermoso, el que se habría a lo largo y yo me encontraba sobre él, lleno de inmensa alegría y contemplaba admirado la belleza increíble. Había luces que brillaban y el jardín seguía creciendo a mi izquierda y a mi derecha. El camino crecía y tenía varios escalones y seguían apareciendo más escalones, más y más escalones grandes de una belleza increíble y era una gran Escalera que subía al Cielo, como un gran edificio, muy grande, fuerte y muy sólido y seguía subiendo al Cielo, entonces grité emocionado “¡La Escalera de Jacob!” Entonces aún más feliz y emocionado y con una alegría indescriptible, levanté mi vista al cielo pero me encontré con la bóveda de nubes y neblina de la noche que tenía sobre mi cabeza y me impedía seguir mirando hasta donde subía la escalera. Entonces algo aún más increíble sucedió, porque las nubes que cubrían mi visión, se comenzaron a separar. Primero fue un copo de neblina luego otro copo y otro de un lado y el otro, abriéndose un agujero en forma circular, y se veía vivo el cielo. Entonces pude mirar clara y nítidamente, un firmamento celeste muy hermoso y varias estrellas más grandes que las que se aprecian normalmente, estrellas con grandes puntas que palpitaban creciendo y decreciendo como respirando llenas de contento. Y en el Centro una gran luz blanca y brillante empezó a moverse a través del firmamento, a hacerse mas grande poco a poco y se desplazaba y llenó gran parte del cielo, el que estaba completamente despejad. Y esa luz empezó a descender a la tierra y bajaba y bajaba en forma de espiral y como chorros de rayos de luz al avanzar en el cielo pero muy lejano avanzaban en círculos muy grandes que al juntarse podría decirse que formaban una especie de remolinos. Y las luces de colores eran como las del arco iris. Me encontraba lleno de contento y extasiado, contemplando tanta belleza, de pié en el desierto. Los colores se iban exponiendo conforme se acercaban a la tierra en forma de círculos concéntricos como chorros de agua porque eran como gotas individuales formando algo así como chorros o cintas de rayos de luz de color ¡Rojo! Todo -a su vez- luego fue cambiando en Anaranjado y yo de píe, chequeaba los colores gritando a viva voz como alentándolos ¡Amarillo! Al siguiente ¡Verde!, Luego ¡Celeste! después ¡Azul! ¡Qué alegría! ¡Cómo goza mi corazón! Entonces hice la observación que esperaba el Rayo Violeta, pero no lo distinguí, porque el color azul y sus tonalidades demoraron más que todos los otros colores al igual que el color rojo. Es por esa razón que pedía, moviendo los brazos ¡El Violeta! ¡El Violeta!, ¡Aquí!, ¡Aquí! ¡A mi Corazón! ¡Porque soy del Titicaca!...como haciendo recuerdo de mi avistamiento de 1,971. Y continuaron cayendo los chorros de luz, hasta que se detuvieron por completo y luego los sobrantes de esos chorros de luz se fueron recogiendo y alejándose nuevamente, y haciendo pequeños, poco a poco hasta que desaparecieron por completo en el cielo. Entonces, todo el ambiente empezó a normalizarse poco a poco. Yo me encontraba en el mismo lugar y vi como las nubes, nuevamente fueron cubriendo al cielo, capa por capa, volviendo todo a su estado anterior. Pude distinguir claramente y en detalle como corrían los copitos de neblina para cerrar los espacios, hasta que la bóveda, o colchón de nubes quedaron igual que al principio. Entonces desfiló ante mis ojos un Rostro vivo muy hermoso al parecer de rasgos femeninos de una Persona, que me miraba serenamente, como una figura que pasa en una pantalla de televisión de derecha a izquierda. Alcancé a ver claramente sus ojos, y reparé hasta en los pelos de sus pestañas y cejas observando el detalle que no estaban depiladas, sintiendo la confirmación que la experiencia había terminado.
Miré a mí alrededor y observé a mis compañeros, los que estaban cerca. La emoción era grande, dos señoras lloraban de emoción, diciendo “Es increíble lo que nos ha sucedido. Gracias Señor, gracias”. Entonces intenté moverme y mis píes no respondían porque estaban muy pesados, por lo que nos apoyamos unos en otros. Sixto se acercó y nos indicó que deberíamos salir, en eso busqué a Pedro el periodista y no se encontraba en el lugar. Lo llamé y no respondió ni apareció. Sixto nos ayudó a salir y nos acompañó hasta una piedra donde descansamos y aproveché para informarle que Pedro había desaparecido dentro del Xendra. Entonces me respondió “no te preocupes” y se alejó y luego observé como llevó al siguiente grupo al Xendra y después de 15 minutos a otro. Desde el lugar donde nos encontramos llamaba a Pedro hasta que un hermano antiguo en Rama nos guío hasta la salida. Durante el recorrido, escuché comentarios a media voz acerca de las experiencias de algunos de mis compañeros, pero eran diferentes a la mía y no las considero prudente comentar, por no ser de mi responsabilidad. Pero en todo momento seguía buscando a Pedro porque, en verdad, sentía temor de pasar la noche solo. Además, habíamos convenido en acompañarnos mutuamente, e intercambiar experiencias. Sin embargo mientras nos desplazábamos para la salida, el lugar ya no era igual que al principio pues todo brillaba y veía siluetas de luz, por todo lugar.

¿Qué pasa con los Sentidos y las emociones?

Antes de continuar permítanme algunos comentarios, una cosa es un sueño, otra ilusión, imaginación, visión, pero otra cosa es la que me pasó, porque en el Xendra, permanecí bien parado sobre la arena, se escuchaban las olas del mar, se sentían caer las gotas de agua en el rostro y estuve con los ojos bien abiertos. La experiencia fue real y verdadera para los sentidos y para las emociones. Sin embargo ¿en qué Plano? Porque, todo lo que vi, fue real para mí aunque, desde luego, apareció y desapareció. ¿De dónde vino? No sé. ¿Adónde fueron? Tampoco lo sé. Sin embargo sucedió y, de lo cual estoy completamente seguro, es que fue así. Ahora, si no fue verdad y tan sólo hubiese sido una ilusión, o un sueño estando despierto, como dicen los jóvenes: ¡Buena honda! ¡Qué Bacán! ¿Qué perdí? Nada ¿Qué gané? Mucho, aparte de una linda experiencia y trataré de buscar otras, que ojalá sean tan lindas como estas. Pero todo esto es Vanidad; y el Espíritu, tiene que ser humilde, porque el orgullo y la soberbia en el hombre, hace más mal que bien, por lo que el comentario viene al caso, sólo como reflexión.

Dormir sobre arañas blancas.

A partir de aquí quiero narrar varios detalles que me continuaron ocurriendo y que, por ser interesantes, creo que debo compartir.
Cuando salí del Xendra, me quedé en la puerta de piedra, esperando a Pedro, que supuestamente debería salir, junto con los otros grupos. Sin embargo, salieron varios grupos más pero Pedro no aparecía por ningún lado, pese a que lo llamaba a viva voz e informaba a los otros indicando: “Pedro se quedó dentro del Xendra” Esperé hasta las 3 de la mañana del lunes 7 de Agosto para nuevamente a Sixto la situación de Pedro, y luego me volvió a tranquilizar diciéndome que no me preocupe que todo estaba en orden.
Mi auto (donde supuestamente iba a pasar la noche) se encontraba a 200 metros del campamento y, como no había asimilado la experiencia y continuaba mirando siluetas y sombras fantasmales, tuve temor, por lo que decidí recoger mi ropa de cama y luego me acosté en la playa a prudente distancia del campamento. Cuando cerré los ojos, pude ver claramente varias arañas blancas del tamaño de una mano, arañas que estaba apretando con el peso de mi cuerpo, lo que me hizo dar un gran salto acompañado de un grito y proceder a sacudir la ropa de cama, aunque no alcancé a encontrar ninguna araña. Luego, un poco más retirado del lugar, volví a tender con mayor cuidado mi bolsa de dormir, pero cuando nuevamente volví a cerrar los ojos otras arañas aparecieron debajo de mi cuerpo pese a que mis ojos estaban en dirección al cielo. ¿Cómo es posible que viera arañas debajo de mi cuerpo y con los ojos cerrados? El temor a lo desconocido nuevamente apareció en mi mente. ¿Por qué razón apenas cierro los ojos veo cosas raras? Pensaba si habría cometido alguna acción prohibida, que tal vez se habrían abierto cosas escondidas y guardadas. Luego de hacer el contraste entre las diferentes experiencias de la noche y, al observar el campamento en total silencio, aparte del sonido de las olas, la menuda lluvia e igual que la zorra, cuando dijo: “Las uvas estaban verdes” porque no las podía alcanzar, me dije: “Este campamento no dispone de centinelas, para su seguridad, entonces; como soy el único Soldado aquí, me corresponde velar por todos. Además me he comprometido a ser un Soldado de la Paz, pero aquí no vienen ladrones ni hay ataques físicos; si no de ataques del enemigo verdadero”.Y como en el Xendra, en realidad no había percibido a ningún extra-terrestre sino, en mi opinión, había sentido como una unción del Espíritu Santo debido a mi constante oración, deduje que la imagen que visualicé al final podría ser la de la Virgen María. Por lo tanto me dije: “a ella me encomendaré y velaré por mis compañeros ésta noche”. Y así, de pié empecé a rezar varias veces el Rosario hasta el amanecer, acompañado por dos hermanitas de Piura, con las que fuimos rezando hasta la orilla del mar. Y como la lluvia continuaba nos tapamos con un plástico y pude ver como del mar, salió la sombra de un ser humano muy anciano (cubierto con un manto inca con figuras geométricas), el que se acercó a donde estábamos y se integró a nosotros. Este Ser, no me causó ningún temor. Mas bien sonreí y continué lo más normal y cuando salió el Sol, guardé la cama en el auto y de inmediato corrí a inspeccionar el lugar donde estaban las arañas, las que no me habían dejado dormir. Para mi tranquilidad, pude entender claramente lo que había sucedido. Las arañas eran reales y corrían por la playa y salían de sus huecos de arena en razón de que eran: cangrejos.

Encuentro con Pedro

Un poco más tranquilo, fui al campamento a indagar por Pedro y lo encontré muy contento, conversando con unos hermanos extranjeros. Al interrogarle sobre su experiencia en el Xendra, brevemente me manifestó: “Me puse en posición de Loto, apareció una gran pared la que tenía una puerta la que estaba custodiada por unos hombres, los que me preguntaron que si quería atravesarla debería beber un líquido. Pasé a una ciudad muy hermosa con techos redondos en forma de iglú. Me acerqué a una casa y como estaba calientita y muy agradable y tenía mucho sueño, me acurruqué y me acosté a dormir”. Después me despertó un hermano de otro grupo y salí del Xendra. No recuerdo más y supongo que poco a poco voy a recordar lo que me dieron”. Le comenté: “Así, que te fuiste a otro mundo y/o otra dimensión a dormir. No lo puedo creer”. Y me puse a reír.

La figura de una mujer en el cerro

Poco a poco el campamento se fue levantando y las personas se reunían para comentar sus experiencias cuando, de repente, un grupo entusiasmado miraba a las faldas del cerro a 30 metros. Curiosamente unas hiervas silvestres (achupallas) habían formado una silueta de mujer y algunas personas dijeron “Es Santa Rosa de Lima”, otros “Es la Virgen María”. Personalmente estuve de acuerdo con la segunda posición y éste hecho me dio alegría, por lo que me acerqué lo más que pude al lugar pero, como era de difícil acceso, siguiendo la dirección y aprovechando una formación cómoda en la arena sobre la huella de un asiento, me senté mirando al mar y cerré los ojos. Entonces, inmediatamente de donde me encontraba, se formó como un camino en dirección al mar, este camino se hacía más profundo, y desde el frente venía una persona de edad vestida de blanco en mi dirección. Sin embargo, al observar claramente, este anciano estaba flotando y avanzaba como apurado porque su traje blanco se batía con el viento, y lo que era curioso era que yo también estaba suspendido y el camino era muy profundo. Tuve miedo y desesperado abrí los ojos, porque tuve temor de caer desde lo alto. En aquél momento sentí que no estaba preparado para experiencias tan seguidas y fuertes que no comprendía. Sin embargo recuerdo haberlo intentado una vez más y vi, que las aguas del mar se teñían de rojo. Preocupado me levanté y pensé que mi esposa e hijas deberían estar muy preocupadas, pero quería preguntar a otras personas si percibían lo mismo. Por casualidad pasó Sixto y le dije: “aquí hay un camino que va al mar”, y el me contestó, “efectivamente han habido muchas aperturas en este encuentro”.

Una hermosa niña rubia

A las 10 de la mañana nos reunimos las 70 personas en un gran círculo para agradecer al Padre por el encuentro. Ahí se dieron plegarias, irradiación planetaria y mantralizaciones y, para la despedida del encuentro (en el que conocimos hermanos de diferentes provincias del Perú, así como también hermanos extranjeros venidos de diferentes países especialmente para este encuentro el que, por la unidad demostrada, había alcanzado y cumplido en demasía todos sus objetivos), es cuando todos los presentes por indicación de Sixto, nos abrazamos fraternalmente diciéndonos y deseándonos: “La paz del Señor sea contigo”. Así, uno a uno nos fuimos abrazando con un cariño sincero y honesto y lleno de amor fraternal, e incluso con lágrimas en los ojos. Personalmente abrazaba a todos en igual forma, con total cariño y sin distinción. En eso abracé a una niña, muy bonita de pelo rubio, la que estaba en una especie de cuna, a quién, al verla tan pequeñita, le acaricié la cabecita, le hice cariños y le sonreí. Y cuando me di cuenta que estaba abrazando a una señora alta y gruesa y que se encontraba embarazada de unos ocho meses aproximadamente, en silencio comprendí que había visto con toda claridad a su hijita en su vientre. No hice ningún comentario, porque ya era demasiado tarde para mí. Terminé de despedirme de todos los presentes y, a toda velocidad, regresé a Lima.
Al llegar a mi casa mi esposa, estaba muy preocupada por mi demora a tal punto que -según me contaron- mis hijas habían llamado a Radio Programas del Perú.




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