sábado, 30 de julio de 2011

CHILCA Y LA CLAVE 33


“Cada piedra que pisaron. Cada montaña que ascendieron. Cada desierto en
el cual pasaron frío. Cada esfuerzo adicional que necesitaron cargar esa
pesada mochila en pos de un propósito noble y espiritual. Cada vez que
reconocieron que se equivocaron, y sin embargo, supieron seguir adelante;
cada uno de esos momentos, hermanos, fueron trascendentales”.

(Oxalc, Antarel y Sampiac - Everglades Park, Florida - 11/2006)
Un código secreto.


Hace miles de años, 32 visitantes estelares fundaron en el actual desierto de Gobi la mítica Shambhala, capital o ciudad matriz del mundo subterráneo de Agartha. Eran los orígenes de la Hermandad Blanca en la Tierra. Con el tiempo, el legado de la misión extraterrestre caería en manos de sacerdotes mestizos, supervivientes de culturas perdidas como la legendaria Atlántida. Finalmente, la cadena de postas debería culminar en la raza humana, llamada a ser la civilización número 33.


El número 33, geométricamente, dibuja dos triángulos perfectos que se entrelazan. La figura poderosa de la estrella de seis puntas. Un símbolo que contiene en sí mismo la Ley de Correspondencia (“Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba”) y la propia esencia del Plan Cósmico que opera en la Tierra.
Por ejemplo, el ser humano, al nacer, muestra en su columna vertebral —la antena energética de nuestro cuerpo— 33 claras divisiones. Además, nuestra ubicación en la Vía Láctea nos sitúa a unos 33.000 años luz del centro galáctico, desde donde procede el rayo sincronizador del Hunab Ku o “Sol Central” que alude la profecía maya de 2012.


En las escuelas de conocimiento o sociedades secretas, el 33 es considerado como el número maestro, siendo el más alto grado de la masonería. Dante lo introduce en su célebre obra “La divina Comedia”, y la tradición cristiana lo cita desde los 33 hijos de Jacob a la crucifixión y resurrección de Jesús, supuestamente ocurrida cuando el Maestro tenía 33 años.


Curiosamente, Hitler asumió su liderazgo en Alemania en 1933. Y en 1533 se produjo la huída a Paititi —la ciudad perdida de los incas— cuando la conquista española golpeó a un Imperio del Sol confundido y enfrentado.


Por si todo esto fuera poco, algunos estudiosos afirman que la secuencia completa del ADN humano es de 33 giros. Como fuere, este conjunto de datos en donde se repite el número 33 no puede ser fruto del azar.
De acuerdo a los Guías extraterrestres, la Clave 33 es el número activador de nuestra misión de contacto.
Por alguna razón, diversos mensajes señalaron este año 2007 —33 Aniversario del contacto— como un momento gravitante para unir esfuerzos y aperturar una nueva etapa de la Misión de cara al futuro. Si bien es cierto el Grupo Rama fue disuelto como organización en enero de 1991, la dinámica de las salidas, encuentros, grupos de práctica y la propia difusión han continuado.


La nueva etapa que anuncian los Guías extraterrestres habla de una nueva transformación del grupo. Desde luego, no sostiene que todo el trabajo concluye, sino que entraríamos a un momento de definitiva madurez y responsabilidad global. Una etapa más mística. Más profunda. Más humana.


Las comunicaciones se refieren a ella como el “Octavo de Rahma”. Lo explicaré brevemente.
Etapas y momentos en la misión de contacto.



Según las primeras comunicaciones, nuestra experiencia de contacto posee siete etapas: cuatro de preparación, y tres de culminación de objetivos. Las primera cuatro fases involucraban un “llamado” (Aurón); luego diversas “experiencias” para constatar que lo que estábamos viviendo era real (Xendra); información fruto de esas experiencias (Lunar); e irradiación de esa información y mensaje como accionar de la propia Misión (Xolar).


El ingreso a una quinta etapa, llamada “El Quinto de Rahma”, señalaba una gran transformación del grupo a escala mundial. Sixto Paz, quien fuera el coordinador mundial de Rama, comunicó el gran salto cuántico de la organización hacia un grupo humano libre de formas y etiquetas. Los mensajes de los Guías avalaban esta transformación.


El Sexto de Rahma fue una etapa de transición luego de aquel salto. Y el Séptimo de Rahma debía constituir un momento de definición, basado en la activación de la “Clave del Recuerdo”. Es decir, comprender quiénes realmente somos para tomar las decisiones correctas mirando al futuro. Estas decisiones, de acuerdo a los últimos mensajes, construyen el llamado “Octavo de Rahma”, que no es una etapa más, sino un símbolo, una alegoría que, como en la música, nos dice que dimos un salto a una octava superior de pensamiento.
En estas circunstancias acudimos al encuentro del 33 Aniversario del contacto en Chilca.
Lejos de estar pendientes de la presencia de los Guías —lo cual ocurrió a través de diversos avistamientos— las casi 330 personas de distintos países que nos reunimos en el desierto aguardábamos otra cosa: una visión unificada de los distintos trabajos que se estaban llevando a cabo.


Y es verdad. En los últimos 10 años se ha seguido recibiendo información y afrontando nuevas e intensas experiencias. No sólo con los Guías extraterrestres, sino con la Hermandad Blanca de los Retiros Interiores.
Quizá por ello, el grupo organizador del 33 Aniversario en Chilca planificó un ciclo de charlas al interior del encuentro, que trataban de temas de actualidad como El Real Tiempo del Universo, la Misión de contacto y el año 2012, los Centros de Luz, Los Discos Solares, El Factor Orión y el viaje al desierto de Gobi, entre otros puntos.


Allí comprendimos que las informaciones eran complementarias y se enriquecían. En conjunto, ampliaban nuestra visión de las cosas.

Penosamente, cuando nos quedamos estancados en una postura u opinión, confundimos las diferentes piezas de este rompecabezas que debe ser armado por todos. Diversos grupos de conocimiento, contacto o hasta escuelas esotéricas, han terminado fragmentándose por una mala interpretación de las enseñanzas que manejaban. Muchas veces al caer en el juego del ego y el protagonismo.

Nosotros no somos la excepción. Como grupo humano el aprendizaje ha sido intenso.
Personalmente, he visto grupos envolverse en un mar de confusiones por no tener una adecuada comunicación entre ellos. Gente comprometida con el mensaje que terminaba alejándose, culpando a todo el mundo de ello y de sus propios problemas sin antes reflexionar si el tropiezo empezó con uno mismo.
Personas maravillosas que necesitaban seguir a alguien y se decepcionaban si descubrían qué tan humano podía ser aquel hermano que los inspiraba.

Caminantes que miraban hacia fuera, y pocas veces hacia dentro.

Todo eso ha sucedido en algún momento con nosotros. Es bueno reconocerlo. Y comprender por qué pasó.
Lo importante, es que Chilca nos recordó una vez más que la Misión no son dos o tres personas, sino todos. Y que a pesar de los errores humanos que hemos cometido, hemos sabido corregirlos y seguir adelante. Por ello la seriedad, fortaleza y proyección del grupo.


Para coronar la situación actual, los Guías y los Maestros de la Hermandad Blanca, confiando una vez más en nosotros, nos encargan una poderosa triangulación en agosto de este año 33 de la Misión:
El desierto de Gobi - Paititi - Lago Titicaca.


Los mensajes recibidos en el encuentro de Chilca advertían que luego de estos dos viajes y el nuevo encuentro que se llevará a cabo a orillas del lago más sagrado de la Tierra, quedará la puerta abierta para ingresar de lleno al denominado “Octavo de Rahma”.


La única forma de cruzar ese gran portal es demostrando qué hemos aprendido en estos 33 años. No en vano, se nos convoca al desierto donde todo se inició, y en donde nació la profecía de que la Humanidad sería la civilización número 33 al integrase conscientemente a la Hermandad Blanca Cósmica.
¿Cuál debe ser el paso a seguir? ¿Cuál debe ser nuestra actitud?


Los Guías, como no podía ser de otra manera, nos dejaron una clave en una singular fotografía que se tomó en el encuentro de Chilca…

La nave de la fraternidad.



Iván Pacussich, miembro de los grupos de contacto de Lima, dio a conocer esta singular fotografía tomada por Fabián Toral, de los grupos de Cuenca, Ecuador. Una imagen lograda en un momento especial del encuentro internacional de Chilca, en donde aparecemos Sixto Paz, Luis Fernando Mostajo de Bolivia, y yo, tomándonos de las manos. Era una forma de expresar nuestro amor y respeto mutuo. Un símbolo de integración y fraternidad que marcara el espíritu de integración del encuentro y los pasos futuros. En suma, un mensaje para todos los grupos.



Nadie vio el objeto allí. Sólo se advirtió su presencia al subir las imágenes de la cámara digital al computador.
Qué puedo decir…


El apoyo de los Guías en ese momento no tiene mayor explicación. Su mensaje es claro y firme. Es uno de los momentos más bellos que me llevo de esta importante salida en Chilca.

Iván Pacussich no se equivocó en llamarla “La Nave de la Fraternidad”.

Ese es el camino que los Guías extraterrestres están remarcando.


No en vano, en los mensajes previos a este encuentro en Chilca, nuestros Hermanos Mayores habían señalado que debíamos evaluar el éxito de la salida no por las experiencias que podríamos tener con ellos, sino por el acercamiento y comprensión que podíamos tener entre nosotros. No hay duda de que dimos un importante paso.


En este año 33 de haberse iniciado la Misión, debemos recordar que todos somos necesarios y trascendentales para el Plan, desde los más antiguos a los más jóvenes. Y que podemos corregir las cosas. Superar las diferencias. Fortalecer los lazos y sellar los objetivos. Aprender a ser humanos.
Por alguna razón, la Clave 33 se movilizaba en nuestras experiencias a lo largo de estos años. Su símbolo poderoso, una vez más, no estuvo ausente. Este es un momento importante. Mantengámoslo vivo