sábado, 22 de diciembre de 2012

LA RENCARNACION EN LOS EVANGELIOS


« Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto », dijo
Jesús, y podemos preguntamos cómo pudo dar semejante programa a esta
multitud que le seguía por los caminos. ¡El ser humano tiene tantas
debilidades, tantas lagunas! ¿Corno imaginar que después de haber oído o
leído estas palabras, pueda llegar a la perfección de su Padre Celestial?
Haga lo que haga, No lo conseguirá. O, en todo caso, no lo conseguirá en
una sola vida. El hombre puede llegar a ser perfecto, pero al final de una
larga evolución que debe proseguir a través de numerosas encarnaciones;
gracias a sus esfuerzos, a sus sufrimientos, al continuo despertar de su
conciencia, acabará por llegar, un día, a la perfección.
Diréis: « ¡Pero no es posible! En ninguna parte de los Evangelios se
habla de la reencarnación, y Jesús no creía en la reencarnación. » Pensad lo
que queráis, pero si leéis atentamente los Evangelios veréis que en ellos
hay pasajes que sólo podemos interpretar a la luz de la reencarnación; si no
se sobreentiende la reencarnación, son incomprensibles.
Estudiemos, por ejemplo, ciertas preguntas que los discípulos hacen
a Jesús y las respuestas que él les da. Un día, Jesús les pregunta a sus
discípulos: « ¿Quién dicen que soy yo ?» Según vosotros, ¿qué puede
significar esta pregunta? ¿Habéis oído a menudo preguntar a la gente? «
¿Quién dicen que soy yo? » Y ¿Habéis oído a menudo que la gente
pregunte sobre lo que los demás cuentan con respecto a su identidad?
Saben quiénes son, y no se cuestionan la opinión de los demás al respecto.
Y ved también lo que responden los discípulos: « Unos dicen que eres Juan
Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. »
¿Cómo puede decirse que alguien es otra persona que murió hace ya mucho
tiempo si no se sobreentiende la reencarnación?
En otra ocasión, Jesús y sus discípulos se encuentran con un ciego
del que se precisa que era ciego de nacimiento. Los discípulos preguntan: «
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Rabí, ¿quién pecó, este hombre o sus padres para que sea ciego de
nacimiento ?» Si una discapacidad es un castigo del Cielo por una
transgresión cometida, ¿cuándo un hombre nacido ciego podría haber
cometido esta transgresión? ¿En el vientre de su madre? ¿Y qué pecado se
puede cometer en el vientre de la madre? ¿Qué comercio deshonesto se
puede hacer allí? ¿A quién se puede asesinar ?...O bien esta pregunta de los
discípulos es verdaderamente estúpida, o bien presupone la creencia en una
vida anterior.
Diréis: « Sí, pero los discípulos de Jesús no eran hombres instruidos.
Se cuenta que eran simples pescadores que Jesús había llamado cuando
echaban las redes. Es normal que hicieran preguntas algo estrambóticas. »
Si éste hubiera sido el caso, Jesús se lo habría hecho notar. Los Evangelios
revelan que, en ciertos casos, Jesús no vacila en reprenderles. Pero ahí no,
no les reprende, sino que les responde sencillamente corno si la pregunta
fuese completamente natural: « No es porque él o sus padres hayan
pecado...» Este es también un punto importante. Los discípulos
preguntaron si eran los padres los que habían pecado para que su hijo
hubiese nacido ciego. ¿Por qué esta pregunta? Porque habían aprendido en
la ley de Moisés que las discapacidades y las pruebas eran debidas a
transgresiones, pero que, a menudo, una persona puede asumir la deuda de
otra. Así que, cuando vemos a un hombre en la desgracia, no podemos
saber si expía sus propias culpas o las culpas de otras personas y en
particular, las de sus padres.
Al ser todas las pruebas que el hombre debe sufrir el resultado de una
transgresión cometida por él o por uno de sus próximos, los discípulos
hicieron la pregunta porque sabían que un hombre no puede nacer ciego sin
razón... ¡o solamente porque Dios quiere que sea ciego, como se imaginan
los cristianos! Jesús, pues, respondió: « No es porque él o sus padres hayan
pecado, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él , es decir, para
que al pasar por allí, Jesús pudiera curarle y el pueblo creyera en él. Eso
significa que existen también seres que aceptan soportar cualquier
enfermedad o discapacidad a fin de ayudar a los humanos. Este ciego de
nacimiento era uno de ellos: había descendido a la tierra con esta
discapacidad para que su curación hiciese reflexionar a todos aquéllos que
fuesen testigos de ella. Y por otra parte, san Juan, que relata este episodio,
insiste mucho en las reacciones de los fariseos, así corno en su turbación
ante este milagro.
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Ahí tenéis todavía otro argumento. Le anuncian a Jesús que Juan
Bautista acaba de ser encarcelado, y el comentario al respecto es bien
simple: « Habiendo sabido Jesús que Juan había sido entregado, se retiró
a Galilea.» Juan Bautista fue decapitado, después, por orden de Herodes, y
transcurrido algún tiempo, los discípulos le preguntan a Jesús: ¿Por qué los
escribas dicen que Elías debe venir primero? Y Jesús respondió: « Es
cierto que Elías debe venir y restablecer todas las cosas, pero yo os digo
que Elías ha venido ya, que no le han reconocido, y que le han tratado
como han querido.» Y después, el texto añade: « Los discípulos
comprendieron que hablaba de Juan Bautista.»Este pasaje dice, pues,
claramente, que Juan Bautista era la reencarnación de Elías.
Pero esta identificación de Juan Bautista con Elías ya está indicada
al principio del Evangelio de san Lucas, cuando un ángel viene a anunciar a
Zacarías el nacimiento de un hijo. Le dice: « Le darás el nombre de Juan...
Caminará ante Dios con el espíritu y el poder de Elías.» Elías había sido
un gran profeta de Israel, pero fue culpable de la muerte de cuatrocientos
cincuenta sacerdotes de Baal que hizo degollar. No fue castigado por esta
falta en vida, y hasta tuvo una muerte extraordinaria puesto que se dice que
fue arrebatado al Cielo en un carro de fuego. Pero la ley es la ley, y debía
por tanto ser castigado en una encarnación siguiente, y por eso, cuando
volvió en la persona de Juan Bautista, fue, a su vez, degollado.
Esta ley de justicia, la enunció Jesús en el jardín de Getsemaní en el
momento en que Pedro, precipitándose sobre el servidor de Caifás, le cortó
la oreja: « Pedro, le dice, enfunda tu espada, porque todos aquéllos que
tomen la espada perecerán por la espada. » Jesús sabía quién era Juan
Bautista y qué destino le esperaba. Por eso, aunque era su primo (María era
la prima de Elisabeth, madre de Juan Bautista) y había dicho sobre él
palabras magníficas: « De entre los que han nacido de mujer, ninguno ha
aparecido más grande que Juan Bautista », no hizo nada para salvarle. Y
no hizo nada porque la justicia debía seguir su curso. ¿Comprendemos
ahora por qué Jesús abandonó el país cuando le anunciaron el
encarcelamiento de Juan Bautista? : Porque no podía salvarle.
La reencarnación está basada en la ley de la justicia. Toda buena
acción debe ser recompensada, toda falta debe ser castigada, si no en esta
existencia, en la próxima. Jesús conocía esta ley, pero añadió algo nuevo.
En el Sermón de la montaña, dijo en varias ocasiones a la multitud que le
seguía: « Habéis aprendido que fue dicho... Pero yo os digo...» ¿ Por qué
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rectifica Jesús la antigua -Ley? Él explica: « No creáis que he venido para
abolir la Ley y los profetas. No he venido para abolir sino para aplicar.»
« Aplicar » significa reemplazar la ley de justicia dada por Moisés,
por la ley del amor Ojo por ojo, diente por diente, así es cómo se resume la
ley de justicia que no es, en realidad, más que una forma de venganza, y
esta ley acarrea consecuencias sin fin. Un hombre comete un asesinato. En
la encarnación siguiente la víctima vuelve para vengarse de su asesino y le
mata. Pero éste a su vez, querrá de nuevo vengarse. Y la situación puede
continuar así indefinidamente. Jesús vino para enseñarnos cómo romper
este engranaje: « Habéis aprendido que fue dicho: Ojo por ojo, diente por
diente. Pero yo os digo: Si alguien te golpea en la mejilla derecha,
preséntale también la otra. Si alguien quiere arrebatarte tu túnica, déjale
también tu abrigo. Habéis aprendido que fue dicho: Amarás a tu prójimo y
odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos,
bendecid a los que os maldicen, haced el bien a los que os odian, y rogad
por los que os maltratan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro
Padre que está en los cielos. »
Al insistir en la reencarnación, que no es más que una aplicación de
la ley de causa y efecto (que en la India recibe el nombre de ley del
Karma), los sabios del pasado quisieron que los humanos tomasen
conciencia de que todo lo que hacen tendrá, un día u otro, repercusiones
para ellos. Pero Jesús fue tan lejos en la enseñanza del amor que, para aquel
que fuese capaz de aplicar esta enseñanza, ya no le sería tan necesario el
conocimiento de las leyes de la reencarnación. Gracias al amor -y por «
amor » Jesús entendía este sentimiento desinteresado que conduce hasta el
sacrificio- el hombre liquida sus deudas del pasado, supera las
consecuencias de las faltas que ha cometido en vidas precedentes, se libera.
Ya no tiene pues que volver a la tierra para reparar sus faltas, y si vuelve,
es porque él mismo lo ha decidido, para ayudar a sus hermanos humanos.
La filosofía de Cristo es la de la liberación por el sacrificio. No
podemos liberarnos con el odio, la violencia, la maldad o la crueldad. Y si
Jesús dijo: « Amad a vuestros enemigos», es porque sólo el amor, que
finiquita una hostilidad antigua, puede ayudaros a romper los lazos y a
reconquistar vuestra libertad. De lo contrario, la ley os obligará a re
encontrar a las mismas personas, las mismas condiciones, y a proseguir
indefinidamente las mismas hostilidades.
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El secreto de la libertad es el amor. Únicamente el amor es capaz de
romper el encadenamiento de las causas y efectos que nos obligan a
reencarnar para reparar nuestras faltas. El intelecto y la voluntad son unas
facultades indispensables para la evolución del hombre; pero no le darán la
liberación porque no contienen este elemento de generosidad, de desinterés,
de sacrificio, que le obliga a superarse. Este elemento está en el corazón, y
es el amor. El cristianismo puede no insistir en la reencarnación porque
predica el sacrificio, y que sólo el sacrificio permite avanzar más
rápidamente y más eficazmente en el camino de la evolución.
Sin embargo, es importante que comprendáis que aunque se os hable
del sacrificio, no por ello debéis lanzaros a empresas extraordinarias que
pueden arruinaros, destruir vuestra salud o exponer vuestra vida a graves
peligros. Con una conducta insensata no pagaréis vuestras deudas kármicas.
Si queréis verdaderamente seguir la enseñanza del sacrificio podéis
empezar por cosas muy sencillas que, ya lo veréis si lo probáis, no son tan
fáciles como parecen. Por ejemplo, tratad de aprender a dar sin esperar ni
recompensa ni gratitud; como el sol: no cesa de dar, sin esperar nada. Los
humanos esperan siempre recibir algo a cambio de lo que dan, por lo
menos una alabanza, o las gracias, y todo el mundo lo encuentra normal Sí,
pero éstas son las reglas de la tierra y no las del sol. Ayudáis a alguien, le
prestáis un servicio, habláis bien de él a otras personas: ejercitaos en no
esperar ningún beneficio de estos actos porque es así como crecéis, como
os ennoblecéis.
Diréis: « Pero entonces, ¿nunca nos será reconocido el bien que
hacemos? » Sí, pero no debéis esperar que lo sea. Y de forma inmediata,
sólo debemos encontrar en nosotros mismos nuestra recompensa. Hay una
ley de la que nunca debemos dudar, y es la de que cosechamos lo que
sembramos; y si hacemos el bien cosecharemos también, tarde o temprano,
sus frutos. Pero no hay que esperar. Todo lo que podáis hacer de bueno,
actos, palabras, sentimientos, pensamientos, hacedlo, y dejad después que
el tiempo ejecute su obra. Aunque no lo queráis, un día, todo este bien os
perseguirá para recompensaros. No podréis impedirlo, ¡ni siquiera podréis
esconderos para escaparos de él!
Amar a los humanos sin esperar nunca nada a cambio, ayudarles,
iluminarles, esto es lo que debemos aprender a hacer de forma natural, de la
misma manera que el sol brilla, las fuentes brotan, los pájaros cantan, las
flores perfuman y los árboles dan frutos. Que os vean o no, que os aprecien
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o no, eso no tiene importancia, debéis hacer este trabajo. Este es el
verdadero sacrificio que nos enseñó Jesús.

Omraam Aivanhov