martes, 14 de abril de 2009

BUSCANDOLE


Buscándole
(Jn 20,11-18): En aquel tiempo, estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní», que quiere decir “Maestro”». Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: ‘Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras
Siempre lo ha seguido, lo hizo en vida y continúa después de muerto. Ha estado y permanecido buscándolo en todo momento. “Se lo han llevado y no sé donde lo han puesto”. Esa actitud de búsqueda le honra. Y se presenta hoy ante nosotros como un espejo donde mirarnos: ¿Le hemos buscado y estamos buscando así? ¿Nos seguimos haciendo preguntas sobre El? ¿seguimos interrogándos interiormente para crecer en la perfección espiritual? . Es la lealtad, que no la perfección. Es el seguimiento, con sus deficiencias y marchas atrás.

Así es reconocida por el Maestro que le llama por su nombre. En el silencio de nuestro corazón –es bueno hacer un rato de silencio, aunque pequeño, a lo largo del día- intentemos escuchar nuestro nombre. El lo conoce y lo sabe. Suele repetirlo a menudo. La cuestión es saberlo escuchar. Sigue vivo e interesado por nuestras cosas, por las de este mundo y por las de toda la gente. Por eso “fue a donde estaban los discípulos y les dijo que había visto al Señor”.

Por supuesto, podemos buscarle, y debemos hacerlo, en los demás, más allá de nuestro egoísmo. De hecho a María Magdalena se le presenta como un jardinero. Hoy a nosotros de muchas y variadas maneras, profesiones o sin labores. Siempre se deja ver a través de los demás, donde hay un camino de búsqueda.

Eso sí, la experiencia nos dice también que si no nos paramos de vez en cuando para buscarle en silencio, en nuestro interior, escuchándole, dialogando con El, aunque sea intentándolo –y así reconstruir nuestro ser interior- , es mas complejo y difícil encontrarlo en el que está al lado. Y si lo hacemos será más fácil buscarlo y hallarlo en el dolor, en los problemas propios y ajenos, en ese email inesperado.




Lo bueno de todo es que todos tenemos la experiencia interna de haberlo encontrado en algún momento de nuestras vidas. Que no lo perdamos de vista
MISION RAHMA NEW YORK.
VICTOR SALAZAR