lunes, 20 de abril de 2009

CAMINO A LA RESURRECCION


CAMINO A LA RESURRECCIÓN

Lo que Dios notificó a toda la humanidad a través del ejemplo vivo llamado Jesús es que, como aquel, todos tenemos la posibilidad de ser hechos Hijos de Dios. La resurrección es volver a manifestar la conciencia divina que por inmanente justicia, un día cósmico se perdió, en la providente y sabia disposición del Profundo.

Hijo de Dios es todo aquel que expresa cualidades divinas: conciencia eterna, bondad, compasión, sabiduría, armonía, perfección y humildad. La conciencia divina no tiene horizontes y siempre es. Todo aquello que tiene horizonte, pasado, presente y futuro, nacimiento y muerte, se encuentra en un grado de comprensión separado de la divinidad conciente que mora – Óyelo bien, morador de la tierra – en el propio interior de todo ser.

Si es así y así es, todos estamos en la posibilidad de alcanzar la gloria y el poder divinos; sólo que para abrir esta puerta es necesario cumplir por lo menos dos requisitos indispensables: a) Amar a Dios sobre todas las cosas, y b) Amar al prójimo como a sí mismo.

El final de los tiempos es que éste grado de comprensión actual cede paso a la comprensión de la eternidad; la conciencia eterna está por manifestarse en la humanidad; la cual, descorridos los velos que nos mantenían en la ignorancia, nos permite ver y trascender al plano divino o a la manifestación armoniosa de nuestros siete cuerpos.

Si hasta ahora ha sido anunciado el final de los tiempos y la venida de Cristo, esto significa y así es, que la tierra – Pachamama – está por dar a luz a la nueva humanidad. Como está escrito, “cuando la tierra estuvo de parto, dio a luz a sus hijos” (Is.66.8)

Luego, el compromiso de cada alma viviente es despertar en sí mismo la manifestación divina. El compromiso es individual. No se trata que alguno escoja ovejas gordas o desecha las flacas. En este Camino de justicia, cada uno se escoge o se desecha de la gracia divina; cada uno, delante de Dios, porque Dios mira el corazón, desde allí mismo desde donde brotan las palabras y los pensamientos, porque antes de que estos sean concebidos, Él ya los sabe.

Por tanto, nos dice “No me digas Señor, Señor, si no haces la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Si tenemos algo que ofrecerle, recordemos primero si debemos algo a nuestro hermano o a nuestro prójimo que está cerca, y reparemos la falta; luego, acerquémonos con el corazón alegre. “Yo estaré presente”.

“Yo estoy aquí siempre presente, exhortándote, esfuérzate y sé valiente, y yo te daré a conocer las cosas grandes y ocultas que tú no conoces. Ha llegado el tiempo de vendar las heridas y de atender al desvalido, porque la fuerza de mi espíritu se muestra ahora para bendición en la extensión de la tierra, y tú, ¿no abrirás ahora tu boca para bendecirla?

Yo soy el que soy; tengo para ti abierta la puerta y señalado el camino: “Yo soy la puerta, y yo soy el Camino”.
MISION RAHMA NEW YORK.