sábado, 18 de abril de 2009

EGIPTO COSMICO Y LOS DIOSES DE ORION


EGIPTO CÓSMICO Y LOS DIOSES DE ORIÓN

RICARDO GONZALEZ.
Egipto Cósmico
Hace miles de años, una guerra cósmica quebró la paz del grupo de estrellas de la Constelación de Orión; un enfrentamiento que navegaba más allá de un horizonte bélico; era la pugna ideológica, y quizá podríamos llamarla “mística”, del futuro evolutivo del ser humano, cuando éste ni siquiera había aparecido en medio de aquel increíble episodio del Plan Cósmico.

Desde entonces Orión ha venido marcando la historia del hombre del tercer planeta. ¿Pero cómo rastrear aquella huella extraterrestre en nuestro mundo? ¿Cómo acariciar, al menos, el insondable misterio que aún se oculta detrás de la visita de seres de Orión a la Tierra, en una época, incluso, que nos remonta al mundo perdido de la Atlántida?

Es allí cuando nuestros ojos apuntan a Egipto y su sospechoso origen cósmico.

En este articulo, compartimos parte de las investigaciones que realizamos in situ en la meseta de Gizeh el pasado mes de marzo de 2001; un estudio que nos llevó a comprobar que aún desconocemos muchas cosas sobre el pasado extraterrestre del ser humano, y su inquietante conexión con el programa de contacto RAHMA.

Colonias extraterrestres en África; el cataclismo de la Atlántida; manipulación genética y la verdadera utilización de las pirámides son algunos de los temas que trataremos de abordar en un pincelazo que, de seguro, nos inducirá a mirar distinto las “tres Marías” o “Cinturón de Orión” cada vez que nos hallemos de cara a una noche abierta y estrellada.

La Gran Pirámide o El Cañón Estelar

Teníamos cerca de seis millones de toneladas de piedra caliza y granito en torno nuestro cuando inquietábamos el interior de la Gran Pirámide, erróneamente atribuida al Faraón Keops, pero catalogada con justicia como una de las siete maravillas del planeta.

Observar aquellos gigantescos bloques, colocados con una técnica “imposible” que permitía esquinas de casi 90 grados y una simetría de espanto en sus cuatro direcciones, nos traía a la memoria la observación de Francois Champollion, padre de la Egiptología moderna, quien al imaginarse los arquitectos e ingenieros de la Gran Pirámide pensó que debían conducirse como “hombres de treinta metros de estatura”.

Pero, ¿para qué construir tremenda mole, con una forma tan peculiar en medio del desierto? ¿Sólo para que sirva de tumba a los grandes faraones como hoy en día sostienen vehementemente los egiptólogos más reacios y ortodoxos? A todo esto hay una respuesta.

Según los Guías extraterrestres, las pirámides fueron construidas como “estabilizadores planetarios” frente a la destrucción de la Atlántida, que habría ocurrido hace unos 12.000 años cuando dos fragmentos de un planeta desaparecido -que se ubicaba en el actual cinturón de asteroides entre las órbitas de Marte y Júpiter- se precipitaron a la Tierra. La desaparición de la Atlántida -afirman los Guías- tiene relación con la visita de seres extraterrestres en el pasado, quienes intervinieron más allá de lo permitido al entregar “conocimientos prohibidos” al hombre atlante, quien no supo conciliar su avance místico y espiritual con el acervo tecnológico extraterrestre. ¿De dónde vinieron estos señores de las estrellas?: De Orión. Si asumimos esta historia, debemos suponer que las pirámides son más antiguas de lo que se supone, aun más teniendo en cuenta que su construcción pudo iniciarse antes de la denominada “destrucción final” que terminó por borrar las huellas de las grandes civilizaciones protohistóricas. Obviamente, sabíamos que una afirmación de este calibre era considerada una verdadera “herejía” en la Arqueología, que data por ejemplo a la Gran Pirámide en el año 2.500 antes de Cristo.

No obstante, en 1993 se produjo un hallazgo que demolería una vez más los rígidos esquemas mentales de la arqueología moderna. Peor aún, no fue precisamente un arqueólogo quien se tropezó con “la huella cósmica”, sino un ingeniero belga aficionado a la astronomía. Robert Bauval comprobó que las tres pirámides de Gizeh eran una reproducción “exacta” de las estrellas Al Nitak, Al Nilam y Mintaka -las tres Marías- del cinturón de Orión, y esta “alineación” inquietante sólo pudo llevarse a cabo hacia el año 10.500 antes de Cristo.

Hoy sabemos que el legado de la Gran Pirámide no se encuentra en papiros mistéricos y jeroglíficos tallados en las paredes de roca, sino en la pirámide en sí, como una verdadera biblioteca matemática, astronómica, que nos revela el conocimiento secreto de los primeros tiempos y que, dicho sea de paso, son más precisos que nuestra ciencia actual. Entonces, ¿qué se nos quería decir con aquella alineación a la constelación de Orión?

Los Dioses de Orión

Partiendo de nuestra experiencia de contacto, y de todo aquello que percibimos al interior de la Gran Pirámide, sabíamos que, efectivamente, hubo colonias de Orión en la Tierra, especialmente en la Atlántida y el actual delta del Nilo, que en aquel entonces debió ser un paraíso y no el desierto que hoy se muestra al visitante.

No hay duda que las pirámides fueron construidas para estabilizar al planeta; desde la estructura piramidal, y el hoy aceptado remate de cristal como cañón cósmico, así como la sospechosa ubicación de las pirámides en un punto geológicamente estratégico del mundo, nos invitan a aceptar tales informaciones. Pero aún nos queda el misterio de Orión y su presunta relación con los constructores de las pirámides.

Antes de cualquier indicio del “primer Faraón”, Menes, que habría aparecido en escena hacia el año 3.100 antes de Cristo, en Egipto vivían los “dioses”. Al menos ello es lo que rastreamos en el país del Nilo, una época que era llamada Zep Tepi y en donde habitaba una raza de “seres hermosos” llamada Neteru. También se habla de una suerte de híbridos o mestizos entre los dioses y seres humanos en aquella Primera Época. Nos referimos a los Shemsu-Hor o “Hijos de Horus”, mencionados a todas luces en el conocido Papiro de Turín. Sin embargo, esta historia es tomada tan sólo como un mito, una historia evidentemente silenciada desde la antigüedad, ya que los copistas hacen clara omisión en sus escritos de aquellos primeros tiempos donde los dioses se mezclaban con los hombres. Afortunadamente, sabemos al menos que los Dioses venían de un lugar específico: Orión

Para hallar mayores indicios de todo esto nos movilizamos 16 kilómetros al sur de la Gran Pirámide, allí donde se levanta la misteriosa necrópolis de Saqqara. Se afirma que en este yacimiento, pobremente estudiado por cierto, se encontraría el cuerpo del legendario arquitecto Imhotep, sumo sacerdote de Heliopolis cuyos otros títulos eran los de: Sabio, Hechicero, Astrónomo y Doctor.

Al igual que en la Gran Pirámide, pudimos estar absolutamente solos mientras llevábamos a cabo nuestras investigaciones y trabajos de conexión psíquica con el posible pasado de Egipto. Pudimos incluso ingresar al interior de los sarcófagos, y realizar allí prácticas de proyección mental a la “Primera Época” de los dioses de la estrellas.

Fue así que, en intensas y vívidas experiencias, observábamos que las pirámides posteriormente a su construcción habrían sido utilizadas como puente interdimensional para que “los dioses de Orión”, que estarían atrapados en la Tierra cual prisión psíquica, pudiesen escapar y volver a su mundo. Estaba claro que estuvieron físicamente en la época predinástica, y que enseñaron conocimientos prohibidos a los Egipcios, como la apertura de puertas dimensionales a los bajos astrales -posiblemente para liberarlos- y manipulación genética que involucró tanto a seres humanos como a animales (!). Los sarcófagos, no siempre, fueron tumbas en el sentido estricto de la palabra, sino “cámaras de conexión estelar”. La momificación, por ejemplo, sería una deformación de un recuerdo perdido, quizá de las criogenizaciones atlantes con el fin de hallarse en estados de animación suspendida para “despertar” en un futuro. Y aunque todo esto suene sorprendente, en verdad nos hallamos contemplando la punta del iceberg de un secreto que aún sigue esperando bajo arenas y leyendas egipcias.


La explicación

Tarea difícil. Pero igual nos atreveremos a adelantar algunas conclusiones: En primer lugar, resulta sumamente inquietante comprobar que nunca se han encontrado restos humanos en los sarcófagos de las pirámides de Gizeh. Los arqueólogos salen al paso argumentando que los cuerpos de los faraones fueron sustraídos por cazadores de tesoros. Una presunción absurda. Ya cuando el califa Al-Mamun abrió el túnel que sirve hoy de ingreso a los turistas para visitar la Gran Pirámide, allá por el siglo IX antes de Cristo, al penetrar vehementemente en las galerías de la Gran Pirámide, comprobó con abnegada frustración que no había nada...

Definitivamente las pirámides no fueron tumbas. Y si lo fuesen, no nos explicamos el sentido de construir “tumbas” tan portentosas que llaman demasiado la atención. La teoría de las puertas dimensionales abiertas a los bajos astrales ya es muy familiar y harto conocida en nuestra experiencia de contacto, si no recordemos los primeros viajes a Egipto del Grupo Rama en 1989 y 1990; el objetivo: cerrar puertas abiertas a la oscuridad y abrir otras a la luz.

En Saqqara se encuentran los textos más antiguos del mundo: Los Textos de las Pirámides. Estos grabados en la roca, diferentes a los jeroglíficos que estamos acostumbrados, narran el “vínculo” cósmico entre Egipto, sus faraones, y los dioses venidos de Orión -con Osiris a la cabeza-. Hoy en día se sabe que bajo el complejo de Saqqara se encuentra un verdadero mundo subterráneo, con pasillos tan amplios que podríamos recorrerlos a bordo de un tractor, y con holgura por cierto. En las primeras excavaciones se han encontrado más de 4 millones de animales momificados, y algunos de ellos parecían híbridos con otras especies. ¿Era un experimento? ¿Se intentó hacerlo posteriormente en seres humanos? ¿Con qué fin?

Por si esto fuera poco, se halló también sarcófagos gigantescos -también vacíos por cierto- que no parecían estar hechos para seres humanos, como los que se hallaron en 1998 en la meseta de Gizeh, en una galería subterránea que mostraba además un extraño lago artificial. Este descubrimiento, premeditadamente encubierto y dado a conocer por la cadena norteamericana FOX en 1999, revelaba la supuesta tumba de Osiris y dos personajes más...

Desde que se emitió el mencionado documental no sabemos nada. Pero bien recordamos que Edgar Cayce -el profeta durmiente- profetizó que en 1998 se hallaría en Egipto “El Salón de los Registros”, que demostraría al mundo el pasado cósmico de Egipto y su relación con la Atlántida.

Partiendo de todas estas pistas que fuimos reuniendo en Egipto, nos queda claro que Orión jugó un papel fundamental en la Tierra. Revisando el Plan Cósmico lo comprobamos, desde la guerra estelar que fraccionó dos grupos -por llamarlo de alguna manera- que llegaron a nuestro Sistema Solar hace unos 25.000 años. En aquella época, el denominado Consejo de los 24 Ancianos -consejo regente de nuestra Vía Láctea- se hallaba ubicado en un planeta llamado Ahelón, en la constelación de Orión.

Sabemos que actualmente este consejo funciona en Ganímedes, donde se afincó la colonia de Orión que se hallaba identificada con las fuerzas de la luz. Los 24 Ancianos dividen en 24 cuadrantes o sectores nuestra galaxia, hallándose la Tierra en el sector 13, relacionado astronómicamente con el denominado “brazo de Orión”.

Por si esto fuera poco, se presume que la vida en nuestro planeta se originó por el impacto de un cuerpo celeste que portara consigo moléculas orgánicas. Diversos estudios apuntan al lugar de origen de estas moléculas que pudieron llegar en tiempos remotos a nuestro mundo: La nebulosa de Orión.

La colonia de Orión que se afincó en la Tierra guarda relación estrecha con el mito de “los ángeles caídos” al ser disidente del Plan Cósmico. Vemos entonces que por un lado nos hallamos ante la influencia oscura de estos seres que estarían atrapados en otro plano y dimensión, desde donde han declarado una “guerra psíquica” a la humanidad; y por el otro, la influencia positiva de la colonia de Orión que se encuentra en Ganímedes. No olvidemos que nos hallamos en la denominada Era del Acuario, donde un joven vacía un cántaro de agua -la purificación y el conocimiento- a la Tierra. Resulta sorprendente recordar que el mito griego identifica al aguador de Acuario con Ganímedes, la colonia de Orión...

Encontramos más en Egipto. Informaciones realmente impresionantes y explosivas que se ajustan perfectamente a todo lo que hemos venido recibiendo al interior de nuestra experiencia de contacto. A manera de una introducción, esperamos que esta primera entrega sea útil para reflexionar en nuestro pasado cósmico y su importante relación con la Misión Rahma. Seguro que no miraremos las estrellas como antes...


Ricardo González.